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tribuna libre / OPINIÓN

El conflicto catalán y los valencianos

18/10/2019 - 

Cerremos los ojos: València es un país independiente que gestiona sus propios recursos. No queda ni rastro del expolio económico de Madrid y se ha disparado la renta per cápita y el bienestar. Se ha recuperado la lengua valenciana, tras años de retroceso, y todos la saben hablar, además de la castellana y la inglesa. Nuestros deportistas desfilan enérgicos en las Olimpiadas tras la Senyera, entre Uzbekistan y la república oceánica de Vanuatu, que tiene tantos habitantes como Elche. Música celestial.

En ese mundo de color de rosa que han esbozado algunos independentistas catalanes, donde el derecho a la autodeterminación lo es al pie de la letra y la secesión se proclama de forma unilateral, cualquiera podría soñar, aunque es obvio que no tanto como ellos, que cuentan con el apoyo de poco menos de un 50% de la ciudadanía, a años luz de València, por ejemplo.

Mucho se ha argumentado sobre la escasez del apoyo al independentismo en Cataluña, sobre que ni siquiera sobrepasa la mitad de su ciudadanía, pese al éxito de las movilizaciones, y sobre la falta de legitimidad que en esto radica. Las cifras en València son bien distintas: un 58,6% se siente tan español como valenciano y un 11,5% sólo valenciano o más que español. ¿Se puede ser valencianista en este escenario? ¿O la única forma de serlo pasa por una vía como la catalana…? O se puede o València está perdida, desde luego. Y en cuatro días será un apéndice impersonal de Castilla. Con playa. El valencianismo debe priorizar la defensa del valenciano, los símbolos, la integridad territorial, las instituciones y la financiación encajado en España. No hay otra. Es lo que vienen haciendo, con mayor o menor éxito, Compromís, sobre todo, Podem y el PSPV, y en general el Govern del Botànic, que detenta el poder de la Generalitat: valencianismo posibilista.

Esos logros, sin embargo, están ahora en jaque por la situación en Cataluña, que alimenta la tentación de un sector del valencianismo de olvidar, deslumbrado por el germà catalán, cuál es nuestra realidad. Y más aún en el actual contexto de creciente españolismo reactivo al conflicto. La recentralización por la que suspira la derecha españolista, con el pretexto de Cataluña, y el manto de centralismo que todo lo cubre, podría ser letal para València. Como cosins germans parece que los valencianos tengamos la obligación de militar en la causa independentista, so pena de ser unos españolistas traidores. De solidarizarnos al menos, sin grietas. Sin embargo, ¿ha pensado el independentismo catalán en las consecuencias que su desafío podría tener para sus hermanos valencianos, con nuestra secular fragilidad identitaria a cuestas? ¿Y para los baleares, más débiles aún? ¿O para canarios, gallegos, vascos…? Si la derecha accede al gobierno de España la recentralización podría ser aterradora.

No será sencillo en los años venideros trabajar, desde la vía política y civil, por una tierra valenciana encajada en España y Europa y, al tiempo, ambiciosa en sus reivindicaciones financieras y en la preservación de su identidad. En circunstancias normales esa València debería tener una relación magnífica, de tu a tu, sin subordinaciones de ningún tipo, con los viejos compañeros de la corona aragonesa y del ámbito occitano, con los otros pueblos de España, con Hispanoamérica y con el resto de países de la cuenca mediterránea. Mirando estos días a Barcelona muchos se preguntan, con pena, por qué jamás cuajó el estado federal, poderoso y plural, que permitiera el encaje de todos.

Los historiadores responderán que nunca pensaron en esa España federal los que nos invadieron y pasaron a cuchillo, desde 1707, para hacernos castellanos. Ni los políticos que pretendieron, napoleónicamente (y fracasaron), extinguir nuestra lengua, cultura e identidad y convertirnos en colonia genuflexa para expoliar el fruto de nuestro ingenio y sacrificio. Y cuando parecía que las cosas podían ser de otra forma, la sublevación franquista y sus cuarenta años de bota en el cuello acabaron de matar toda posibilidad de convivencia armónica. De aquellos lodos, estos fangos, sin duda. Pero dejemos de mirar por un instante al pasado. València se juega mucho en la actual coyuntura. Debe actuar con inteligencia y pragmatismo. Aunque parezca que este conflicto nos toque de lado, está en juego nuestra supervivencia como pueblo, nos jugamos no ser daños colaterales de este conflicto. El seny esta vez tendrá que ser cosa nuestra.

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