VALÈNCIA. València se ha convertido en la nueva casa de Botticelli. El Museo de Bellas Artes ya expone el Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, de Sandro Botticelli (Florencia, 1445-1510), una joya del pintor italiano que se convertirá en uno de los grandes focos de atención de la pinacoteca. La pieza recala en la ciudad gracias al contrato de comodato suscrito entre la Conselleria de Cultura y la familia Guardans Cambó, propietaria de la misma, tras haber pasado años custodiada por el Museo del Prado, que la guardó hasta 2017. Tras años sin destino fijo -y algún que otro intento de venta- la pieza llega a València para fascinar a propios y extraños, una visita que supone un aliciente para el museo, convirtiéndose en el único museo de España que expone actualmente un retrato del autor, una pieza por la que no pocos han suspirado.
"Hace unos años, el barón Thyssen-Bornemisza le dijo a mi madre, Helena, que ella tenía algo que le daba mucha envidia y que él nunca podría tener: un retrato de Botticelli". Estas palabras las firma Francesc Guardans, representante de la familia Guardans Cambó, quien visitó ayer la pinacoteca valenciana para presentar la obra junto al conseller de Cultura, Vicent Marzà; la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga; el director del Bellas Artes, Pablo González Tornel; el presidente del Patronato del Museo, Fernando Delgado, y la presidenta de los Amigos del Museo, María José Navarro. "El retrato será un potente aliciente para atraer público a nuestra pinacoteca de referencia y una puerta abierta para conocer la enorme riqueza de historia pictórica que tenemos", afirmó Marzà durante la presentación
Esta pieza es, además, especial dentro de la producción de Botticelli, un tanto extraña, pues no son tantos los retratos que se conservan del artista, y menos de estas características. "Estos retratos tienen un cierto carácter estereotipado. Son preferentemente gente muy joven y hermosa, muy tipificada. Marullo es muy distinto. Casi podríamos decir, el más realista de los retratos de Botticelli", explicó el director del Museo de Bellas Artes. "Parece casi como si la persona que lo encarga haya dicho: no me idealices, hazme como soy. Así como hay retratos como el de Juliano de Médici que ni siquiera está mirando al espectador, este está mirando al espectador y, además, lo está desafiando".
Estas características, afirman, hacen a la pieza especialmente seductora. "No es la enigmática sonrisa de la Mona Lisa pero sí la enigmática fuerza de un hombre que luchó tanto para llegar hoy aquí ante nosotros", relató Carmen Amoraga. Pero, ¿quién es el retratado? Michele Marullo Tarcaniota fue un poeta, militar y humanista de origen griego que terminó viviendo en Florencia protegido por la familia Médici y rodeado de artistas y escritores. Marullo y Botticelli compartieron época, amistades e inquietudes intelectuales, una relación siempre grabada en este retrato.
Pero con la llegada del Botticelli se pone sobre la mesa una nueva pregunta, ¿cómo va a convivir con el resto de obras del museo? En este sentido, el director del centro fue quien subrayó el reto de aprovechar su presencia de la manera "más provechosa" tanto para el retrato como para la institución. "Se decidió que la ubicación iba a ser la sala de retablos, ya que es una obra de finales del siglo XV. Puede parecer contradictorio, pero en realidad aquí el siglo XV es la época de los retablos, el tardogótico, mientras en Florencia se está viviendo el humanismo del Renacimiento", explicó González Tornel.
De esta forma, para reforzar este diálogo entre el gótico final de algunos territorios de la cuenca mediterránea y el renacimiento "más puro" en otros, se acompañará el retrato con otras dos piezas de la colección de Pere Maria Orts, con la que esperan contextualizar su nuevo 'fichaje'. Se trata de una tabla con la ‘Virgen María y el Niño con santa Isabel y san Juan Baptista’, obra atribuida a Tomás Peliguet, artista italiano documentado en Aragón entre 1537 y 1579; y de otra tabla de la ‘Virgen María con el Niño’, obra anónima de la primera mitad del siglo XVI. "Salen beneficiados ambos mundos porque dialogan y el visitante puede tener una visión mucho más completa de cómo era la realidad europea de en torno al 1500 y nos hace incluir en el discurso ese humanismo florentino que, creo, tiene un poder de seducción muy grande".
El acuerdo para traer el Botticelli a València se ha formalizado de una manera extraordinariamente veloz, pues hace apenas un par de meses se llevaban a cabo los primeros contactos entre la familia y la Conselleria de Cultura, un acercamiento que en pocas semanas se materializó en el convenio que ha permitido que el museo acoja la pieza desde este mismo mes de junio. "Ha sido una decisión facilísima. Estábamos pensando que el cuadro tenía que encontrar un hogar y, tras mantener una conversación con la Conselleria, fue facilísimo, en 12 horas estábamos de acuerdo y el resto, cuatro papeles. Su casa ahora es València y esa es la voluntad que tenemos: durante el tiempo en el que esté aquí quien tiene el cuadro es la Generalitat Valenciana y los valencianos", expresó Francesc Guardans. En este sentido, ha jugado a favor el hecho de que la pieza llevara años fuera de la órbita de los museos, pues en 2017 abandonó las salas del Museo del Prado, que la custodiaba desde 2004. Desde entonces, aclaró Guardans, el cuadro ha permanecido "protegido y guardado" en un almacén.
Otra cuestión que desde hace años sobrevuela la pieza es la cuestión sobre su posible venta. Hace dos años viajó a Londres de la mano de la la galería Trinity Fine Art a la feria Frieze Masters con el objetivo de ser vendida, aunque se fue sin encontrar comprador, un movimiento que levantó una polvareda mediática. Dos años después sigue sin encontrar dueño. "No ha habido manifestación alguna de interés por parte española: ni del Ministerio de Cultura ni de ninguno de los museos. Sí, por parte de particulares, con los que hemos estado hablando, pero no se ha concretado nada”, declaraba Guardans este mismo año en una entrevista con el diario ABC. Cabe recordar que, por su especial protección, la pieza no puede ser vendida fuera de España.
Según ha podido saber este diario, el convenio, que prevé que la obra permanezca en el Museo de Bellas Artes durante tres años, estipula que la pieza estará como mínimo un año completo en sus salas antes de que, en el caso de que alguna de las partes así lo quisiera, se rompiera el acuerdo. Este primer periodo comenzará a contar en enero, pues en septiembre la pieza viajará para ser expuesta en el Museo Jacquemart-André de París, para después volver a València. De igual forma, tal y como explicaron desde la Conselleria, el acuerdo solo contempla la exhibición de la obra, no se plantea otras acciones como pueda ser el desarrollo de estudios en torno a la misma.