La escritora y filósofa aterriza, en Después de lo trans, algunas cuestiones identitarias fundamentales y plantea cómo estos debates conversan con el feminismo, el no-binarismo o la izquierda reaccionaria
VALÈNCIA. Le han aupado como activista por los derechos de las personas trans, le citan y tergivensan sus declaraciones a medios de comunicación y ha sido el objetivo en redes sociales de colectivos que abarcan desde los fans de youtubers andorranos hasta las activistas tránsfobas. Elizabeth Duval, más allá de hipérboles y boutades, quiere definirse como escritora y filósofa, y para pasar página ha escrito Después de lo trans (La caja books, 2020), un ensayo que plantea algunas de las cuestiones fundamentales sobre el ser trans dentro y fuera del colectivo. Sin equidistancias pero sin asumir tampoco un argumentario, Duval ataca a referentes del activismo, a la izquierda cultural y reaccionaria, y al llamado feminismo radical. Sobre algunas de las cuestiones planteadas en el libro, responde a Castellón Plaza.
- En uno de los pasajes más polémicos del libro, pones en cuestión textos de personas activistas del movimiento LGTBIQ+ como Alana Portero o Rubén Serrano. ¿No es compatible el trabajo filósofico o intelectual sobre lo trans con una reivindicación más visceral y literaria?
- Fíjate que, en realidad, en muchas entrevistas algunas de las polémicas se han difuminado un poco o incluso ha habido ha habido otras que no han aparecido o no. Había cuestiones en los cuales, si atacabas contra conceptos abstractos, no hay ningún problema; pero en el momento en que esa crítica la diriges a entidades concretas que tienen peso y poder político (y pienso, por ejemplo, en el Partido Socialista), ha habido entrevistas en las que, con la entrevistadora o el entrevistador, respondía a cuestiones sobre lo que cuento en el libro de esas dinámicas de poder del PSOE y el bloqueo de la ley Trans, cuyos pasajes han desaparecido de la versión publicada.
En todo caso, yo creo que la reivindicación más visceral sí es compatible. Lo que pasa es que la esta no tiene por qué sustentarse en datos que no sean ciertos o estimaciones que no tengan una cierta ocurrencia. Pienso, por ejemplo, en la estadística del 80% de personas trans en el paro. Y es cierto que, a nivel visceral, puede ser muy útil para construir cierta imagen de víctimas. Pero, igualmente, la lucha por derechos de las personas trans puede ser igual de visceral e intensa si renunciamos a esa estadística o si renunciamos a la primacía absoluta del rol de víctima. Yo creo que perfectamente se pueden lanzar, incluso desde ese espacio político, discursos de otro tipo o discursos que no entren en esas problemáticas. De hecho, un discurso que no me parece problemático es la apelación -por ejemplo- a los Derechos Humanos y a las sentencias de jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, porque ahí no hay mentira posible.
- Hablas también del privilegio de Paul B. Preciado como hombre trans (es decir, como hombre); pero a la vez, minimizas la existencia del “colectivo trans” (llegas a decir como no existe como tal), ¿no crees que puedes estar cayendo en lo mismo que Preciado si tu experiencia como persona trans no ha supuesto una vulnerabilidad mientras a otras personas sí?
- Pero eso está contemplado dentro de la taxonomía que realizo sobre aquellas personas cuya identidad trans está anclada al presente y que no pueden ocultarla. La cuestión en el caso de Paul (y en el caso de muchos hombres trans) es simplemente que la testosterona es una hormona mucho más poderosa que los estrógenos, es una hormona cuyos cambios son mucho más visibles, mucho más rápidos, mucho más fuertes; y además tiene cierta presencia mediática. Pero el hecho de ser visiblemente trans, igual que lo es en mi caso, es casi una decisión política ante los medios de comunicación y ante un grupo de gente más o menos amplio.
No es que, simplemente por el hecho de ser trans en el presente, estemos en esa posición de mayor vulnerabilidad. Tampoco digo que no pueda estarlo en algunos casos. No tengo ninguna intención de negarle a Paul ni su pasado ni sus experiencias que, desde luego, lo han construido como sujeto y hacen que tenga una vivencia particular tanto de lo que es el feminismo como de lo que es el género. Pero lo que me escama de su discurso es esta cuestión de "estoy tan lejos de vuestro sistema sexo-género como un monje budista de un Carrefour". Igual que Derrida dice que no hay fuera de texto, yo creo que no hay fuera de género. No hay cosas que se escapen a esa generalización ni comportamientos que nos sean catalogados ni formas de existir que no son catalogadas dentro de dentro de ese género y pretenderse desde fuera. Puede ser una enunciación puramente política, pero creo que en el caso de Paul es algo que realmente se cree. Y no es así, no se puede decir que se supere radicalmente la jerarquía de nominación del hombre a la mujer.
- Franco Berardi plantea la diferencia de la potencia masculina y la potencia femenina a la hora, incluso, de hacer política. En esta diferenciación que enuncias entra también este tipo de planteamiento.
- Hay reformulaciones bien interesantes desde el feminismo. Participé coordinando una mesa redonda en la que Oxfam presentaba un informe sobre imaginarios de violencias machistas en jóvenes, y una de las participantes era Pamela Palenciano, que habla precisamente de cómo hay que acercarse a los jóvenes (y sobre todo a los jóvenes chicos) para intentar despejar esos roles que causan la violencia. Y otra cuestión muy importante es que esto no se puede hacer solamente desde la denuncia de los comportamientos machistas del otro sino -sobre todo- desde la proposición de modelos alternativos o de reformulaciones. Yo entiendo, porque es muy normal el sentimiento, el sospechar de las nuevas masculinidades como la enésima trampa para colarnos el rollo y luego "Carla, enséñame una teta"; pero creo que sí que hay que proponer modelos alternativos de esta potencia masculina, porque si no, no van a desaparecer. Y además, si no se proponen desde desde una parte, viendo que uno de los partidos más beneficiados si la ley electoral permitiera el voto desde los 16 años sería Vox, si dejamos a Santiago Abascal y a Javier Ortega Smith que propongan ellos el modelo de cómo tiene que ser un hombre (porque toda la masculinidad es inherentemente negativa) está un poco jodido el asunto.
- Dices al principio del libro que no se puede afirmar que siempre hubo personas trans y nos estamos dando cuenta ahora, sino que el sistema género ha ido mutando en la historia y ahora se puede dar esta realidad. ¿No pecas, al negar la realidad no-binaria en páginas posteriores, de caer en cierto conservadurismo y no anticipar que esta se puede dar en un futuro si sigue mutando la percepción del género
- Bueno, es por eso por lo que hago la definición de lo no-binario como una subdivisión relacionada con una elección política. Para mí lo no-binario es inherentemente político porque significa un rechazo a un sistema que es político-social. Aunque sea una identidad personal, esta está constituida en base a un rechazo y una negación que es política. Dentro de eso, examinaba que esta figura está vinculada con el futuro cuando digo que el sujeto no-binario vive escindido entre un tiempo presente y un tiempo futuro, intentando arrastrar ese futuro que no llega -asimismo- a ese momento presente en el cual habita. La historia del género no es lineal ni es puramente progreso. Si comparamos la República de Weimar y los progresos ganados con lo trans, por ejemplo, con el retroceso enorme que hay después y la cantidad de tiempo que se necesitó en recuperarlo... No se trata tampoco de procesos estrictamente lineales, sino que está lleno de vaivenes más bien.
Pero creo que, con el tiempo, esas barreras en los roles de género se van desligando más o menos. Y creo que es un error creer en la idea de que una persona sea hombre o mujer suponga entrar dentro de todos los comportamientos que supone ser hombre o mujer. Muchas veces se cae en ese discurso desde la crítica trans o no-binaria. Como "qué aburridos son los viejos roles de género y qué estancos" cuando incluso en las definiciones de mujer y de hombre hay variabilidad. Todo significa. Hablaba el otro día con mi pareja sobre los pelos en las piernas y me decía que, incluso cuando ves a una chica por la calle que no se depila, eso también significa una cosa. No es puramente una elección el dejarlo como lo natural, sino que eso también está socialmente construido, significa una cosa muy concreta y puedes ubicar de dónde viene y sus coordenadas sociológicas y políticas. En un sistema de sindicación como es el género, todo significa y esos significados pueden, en un futuro, estar accesibles a una pluralidad de cuerpos más grande. Pero el problema del reconocimiento legal de lo no-binario es el abismo que hay entre eso y lo que yo llamo el esquema sexual subyacente. Y es que lo no-binario, como la percepción dirigida por encima del género y como mecanismo de corrección, sólo puede actuar corrigiendo lo que ya se ha percibido, lo que lo que ya se ha pensado como un factor inherentemente correctivo. Y eso es lo que dificulta que tenga un estatuto propio.
Recuerdo en su momento, ya hace unos cuantos años, cuando se representaba el género como un espectro en triángulo en el que en los dos puntos inferiores eran lo masculino y lo femenino y arriba lo no-binario. Como si lo no-binario comportara toda una serie de comportamientos y de roles que estuvieran separados tanto de lo masculino como de lo femenino. Probablemente todo comportamiento no-binario más bien se trate de una mezcla de componentes que de una cosa autónoma.
- Hay una percepción de interseccionalidad entre las posiciones tránsfobas y la militancia contra la prostitución, la pornografía y los vientres de alquiler. Cuesta encontrar referentes de esas luchas que no mantengan también un enfrentamiento con lo trans, pero no sigue una lógica puramente política, porque la realidad trans -a diferencia de los vientres de alquiler- no responde a una lógica neoliberal. ¿Por qué se da este fenómeno?
- Más que tratarse de una labor de interseccionalidad por su parte se trata de una construcción muy clásica de un "nosotras contra ellas" en el cual se da la caricatura de las transactivistas como el primer pie que mete el lobby queer para la desaparición absoluta de los géneros, la legalización de los vientres de alquiler, la legalización absoluta del lobby proxetena... Yo creo que se mezclan varias cuestiones. Hay una construcción antagonista donde somos el enemigo y estamos vinculadas a todo aquello que es lo malo (desde un discurso que a veces se asemeja a la teoría de la conspiración), pero creo que también se mezcla una confusión sobre lo que es el transfeminismo en sí, porque se cree o se hace pasar desde estos sectores que el transfeminismo es el feminismo de las personas trans cuando históricamente, al menos en España, con lo que ha estado vinculado ha sido con movimientos sociales, queer y alternativos.
Y quizá no tanto en el caso de los vientres alquiler, donde el consenso ha estado bastante claro a la contra. Pero en relación con la prostitución, sí que ha mantenido normalmente una posición regulacionista e incluye mucho todo esto en su discurso. En todo caso, tú te vas a una asamblea feminista y encuentras algunas personas trans, pero también otro montón de gente cis. Te vas incluso a sus libros y hay gente cis escribiendo, porque se trata de una teoría sobre la inclusión de sujetos ajenos en la primera definición de ese feminismo. Yo me acuerdo que, allá por 2015, estábamos enfrentadas en Twitter las transfeministas liberales y transfeministas radicales. Ya entonces existían estas tensiones que tenían que ver con la relación con el capitalismo, la posición en el debate sobre la prostitución, etc. Creo que la trampa que se ha hecho es que la disputa entre esas posturas presentes en todo el movimiento feminista se ha igualado a un "feminismo contra el transactivismo", excluyendo de esa definición las diferencias interiores.
Y además, ocurre que cuando intentas trazar un poco cuáles son los orígenes de estas personas acabo descubriendo que vienen del Partido Socialista. Y claro, que el PSOE de repente -en esta cuestión del feminismo- se haga pasar como la fuerza radicalmente transformadora que quiere abolir el género, acabar con toda opresión de las mujeres, liberarlas y montar aquí la revolución mañana, a veces también da un poco de risa. Son mitos que unen y que hacen que la gente vaya detrás. Pero no es que el PSOE quiera hacer la revolución feminista y Podemos lo esté impidiendo.Si tuvieran la mayoría absoluta de escaños, no creo que la situación cambiara radicalmente.
- El debate sobre lo trans está realmente enfangado. ¿Hay una salida posible?
- Hace unos meses era un poco más optimista porque todavía no había tenido mis bodas rojas, pero ahora la postura en la que estoy es básicamente en creer que se puede dialogar con las personas que tengan dudas o reticencias en cuanto al debate. En la experiencia con muchas personas que son las portavoces más visibles de la postura en contra de la ley Trans, su posición en esta tan enconada y tan consumida por el odio y por el miedo, como el tuit de Laura Freixas el otro día, que no hay posibilidad de debate. Yo sigo intentándolo con un afán casi sadomasoquista: Freixas se descolgó en octubre, Paula Fraga hace unos cuantos días, y al final lo haremos el 11 de marzo con Laura de La Fuente.
En muchos casos, el comportamiento o el discurso de estas personas se ha convertido en una especie de tribu urbana y de repetición dogmática de esas cuestiones que además son como dogmas a los que puedes atenerte de manera muy simple. "El sexo es una realidad material" es una afirmación muy simple e intentar desmontarla te toma mucho más tiempo. Tienes todas las de perder si quieres responder a eso, porque tienes que plantear a qué nos estamos refiriendo, qué tipo de sexo es el que construye la realidad material, tienes que pedir definiciones... Mientras afirmar que el sexo es una realidad material es facilísimo y evidente. Esto enfanga y dificulta los intereses que hay detrás y la confluencia de estos. En esta interseccionalidad de la que hablabas antes, desde Carmen Calvo en el PSOE, pasando por el Partido Feminista, hasta Lidia Falcón yendo a Intereconomía y siendo invitada por Vox para hablar en la Asamblea de Madrid sobre la Ley Trans, creo que más que a las feministas, le está sirviendo más a la derecha para sus intereses.
- Dices que haces el libro para no volver a hablar de lo trans ni contestar preguntas que te hagan sobre ello. ¿Crees que es realista esa aspiración?
- No, no creo que eso sea muy realista. Dependerá un poco de lo que haga en lo que sigue. Y lo que sí espero es que, cuando saque novelitas y poemarios que no toquen nada del tema y me entrevisten, me pregunten sobre el contenido. El caso más paradigmático fue cuando me entrevistaron para Excepción (un poema sobre las revueltas en Cataluña) desde un medio digital catalán y titularon "El género no se abolirá". Un medio catalán, como tirando a independentista más cercano a Junqueras (que era quien estaba en la cárcel), saco un poema sobre las revueltas... Y titulan con esto de que el género no se abolirá. A que dejen de preguntarme sobre lo trans no aspiro, a que si hago algo de yo-qué-sé, literatura rural, no titulen algo así como "La mejor defensa de lo trans son los Derechos Humanos", y yo ahí, habiendo escrito una novela sobre irse al campo con cuatro años, sí que aspiro que se supere. Apelo a la ética periodística.
- Permíteme entonces hacerte una pregunta post-Después de lo trans. ¿Sobre qué quieres escribir?
- En la filosofía me interesan como dos cosas fundamentales: la filosofía moral y política y la teoría de la literatura, fundamentalmente. Son los dos ámbitos que más me interesan, la filosofía de la cultura y todo lo relacionado con el campo estético.
Y en lo literario, no es como elegir un proyecto de investigación o un proyecto para la tesis de un doctorado. Cuando se empieza un proyecto son como pequeñas chispitas, pequeñas luces que iluminan y dirigen tu atención hacia una cosa durante un tiempo. Incluso esta cosa esquizofrénica de escuchar las voces de los narradores en tu cabeza. Me gusta mucho divertirme y a lo que aspiro, dentro de ese territorio de la novela es, entre 2021 y 2023, publicar al menos dos libros. Hay muchas cuestiones que me interesan y están en la intersección de los mismos temas que me interesan en la filosofía, que son estos temas morales, políticos, estéticos y también de experimentación formal. Y eventualmente, porque ya hace mucho tiempo que de dramaturga e interpreté Y el cuerpo se hace nombre, me gustaría volver al teatro para para hacer algo.