VALÈNCIA. "Guardábamos las pesetas en un tarro y las utilizábamos para jugar al parchís", explica entre risas Asunción. Tiene 77 años, la misma edad que algunas de las monedas y billetes que quiere cambiar por euros en la sede del Banco de España, antes de que expire el plazo. Lleva más de tres horas en una cola kilométrica que da la vuelta al edificio, acompañada de su nieta, a quien pretende regalar unas zapatillas con el dinero canjeado. "Esperemos que nos llegue el turno, no queremos perder más tiempo otro día", asegura con tono decidido.
Pero las puertas de la institución cierran las dos del mediodía. Y cientos de valencianos que esperan impacientes temen no llegar a tiempo para cambiar las divisas, pese a que han pasado casi veinte años desde que el euro se convirtió en la única moneda legal en el país. Ahora, ya es cuestión de horas: la peseta morirá en menos de dos días y los ciudadanos se apresuran a vaciar cajones y monederos con la esperanza de volverlos a llenar, pero esta vez con un efectivo válido.
El Gobierno fijó la fecha límite para realizar el cambio el 30 de junio, por lo que ya no habrá otra prórroga como la de 2020, cuando el plazo fue ampliado por las dificultades de gestión durante la pandemia. La fecha de caducidad de la peseta ha hecho saltar todas las alarmas en los hogares en los que todavía la conservan, pues pronto ya no habrá vuelta atrás.
"No he venido antes porque no le daba importancia y, ahora que queda poco, me pregunto: ¿Qué hacen aquí todas estas monedas?", dice una mujer en la fila. "Utilizaba los billetes y las monedas para jugar a cartas y las tenía en un monedero, me había olvidado de ellas", explica su compañera, que muestra su disgusto por no poder avanzar más rápido en la cola, porque reside en otro municipio y no podrá volver.
A ello se suma que, desde hace una semana, las personas interesadas tienen la posibilidad de no tener que pedir cita previa para ser atendidas, por lo que las aglomeraciones se han intensificado a lo largo de estos últimos días. Sin embargo, desde el Banco de España indican que tendrán prioridad quienes tengan hora para cambiar todos los billetes posteriores a 1939 y todas las monedas que estaban en circulación en enero de 2002, incluidas las de 2.000 pesetas, así como las de colección, conmemorativas y especiales.
Aun así, no resulta fácil desprenderse del viejo papel, que guarda historias de toda una vida. "Vengo a traer los billetes de un amigo que no vive en Valencia, pero me ha pedido que le guarde uno de cada tipo porque son importantes para él", cuenta un hombre a punto de entrar por la puerta. "Mi padre los coleccionaba en álbumes", añade una joven acompañada de su pareja, que lleva el dinero en una caja roja.
De este modo, las sumas que portan los vecinos no son elevadas; suelen tener un valor testimonial. Marisa, acompañada de su hija, es una de las que mayor cantidad lleva entre las personas consultadas, ya que cuenta con más de cien euros en pesetas, clasificadas de manera meticulosa en pequeñas bolsas de plástico, con el año y las cantidades de cada una anotados a mano. Otras poseen monedas de 2.000 pesetas, que en uno de los casos son de plata y equivalen a doce euros, aunque las que son "de Franco" no creen que el banco las admita.
Para algunos, estas divisas carecen de importancia sentimental e incluso han acudido a este último llamamiento por casualidad, como es el caso de dos jóvenes estudiantes que hace poco más de tres meses encontraron un tarro repleto de pesetas en un viejo baúl de casa, lo que les ha llevado a probar suerte en la calle de las Barcas tras finalizar el período de exámenes.
Con todo, queda claro que el goteo de idas y venidas será constante hasta el último día. El reloj apremia y los afortunados que tengan la oportunidad de terminar la cola antes del cierre se despedirán de forma definitiva de la peseta. Quienes no lo consigan, siempre tendrán la opción de seguir jugando al parchís como Asunción.