El libro, que acaba de alcanzar su tercera edición, traza una propuesta a partir de una extensísima bibliografía
VALÈNCIA. Juan Carlos Pérez Cortés estuvo dos años recogiendo muchas de las referencias bibliografícas que se han construido entorno a la propuesta de anaquí relacional, un movimiento que se enmarca bajo el paraguas de no-normatividad en el terreno de la normatividad afectiva. Pérez Cortés recoge para armar un libro que se dedique a desgranar qué implica, cúales son los sujetos políticos, y cómo se puede desarrollar una sensibilidad hacia las formas no-normativas de relacionarse. Pérez Cortés, que también es profesor de la UPV, presenta el libro Anarquía relacional. La revolución desde los afectos -que acaba de empezar a distribuir su tercera edición- este mismo viernes en la primero edición de la Fira del Llibre Independent.
- Parece que el libro, además de hablar de relaciones, también es una obra de pedagogía sobre el anarquismo, cuya memoria ha quedado de manera muy superficial y estigmatizada.
- Realmente puede funcionar como lo que dices, porque a mí me funcionó en ese sentido. Las ideas que hay en el libro no dejan de ser las que estas personas anarquistas que construyen ese planteamiento desde la perspectiva relacional y nos descubren una realidad que te sitúa frente a otros movimientos, como el feminista, el ecologista, el animalista… Al final, esto tiene su origen en los estudiosos del anarquismo y el post-anarquismo.
- Siempre se ha pensado que sería la asunción de un marco ideológico lo que acabaría transformando las relaciones, pero parece que puede ser al revés.
- Así lo planteo en el final del libro y, de alguna manera, quiero que sea el hilo conductor del libro. Ahora que estamos con la traducción en inglés vemos que ciertas perspectivas son complicadas de llevar a cabo, pero es muy importante el subtítulo del libro. La anarquía relacional no es una revolución de los afectos, sino desde ellos. Aunque es una teoría muy antigua, las lifestyle politics ahora mismo tienen un valor muy especial porque el enfoque clásico de asaltar el Palacio de Invierno (ahora actualidad en eso de “asaltar los cielos”), según pasan las décadas, se hace más complicado: las hegemonías se siguen desarrollando, la globalización no para… La propia complejidad de la propuesta hace que el sistema se proteja a sí mismo. El asalto desde la totalidad se hace imposible, así que cualquier otra opción desde los lifestyle politics es más realista.
- Hacemos la entrevista en un momento en el que se ha mediatizado un debate sobre la familia, y el mundo rural. ¿Es complicado articular el discurso que defiendes en el libro si la misma izquierda funciona desde un marco reaccionario?
- Hay una paradoja, porque muchas de las cosas que se plantean como las redes de cuidado, de afecto, de solidaridad, del alejarse del egoísmo, estaban presentes en la familia hace 100 años. Pero si deconstruyes esa realidad, estos conceptos estaban presentes de una menra patriarcal y autoritaria. Eran armazones contra el capital parecidos a las redes afectivas, pero encerradas en dinámicas y estructuras de poder. Habría que buscar una forma menos “de burbuja”, eliminando la autoridad. Los criterios para empezar con esta anarquía relaciona, son muy sencillos, en realidad: nada de autoridad, nada de privilegios, nada de dominación, pero buscando en vez de la individualidad, la manera de funcionar en red.
- Sostienes también que no acabas de estar de acuerdo en que el tema relacional tenga que ser un asunto a tratar desde la identidad. Cuéntame más.
- Sí, en efecto no veo este un movimiento identitario. Pero sí que es es verdad que en las últimas décadas se ha dado un esencialismo estratégico en algunos movimientos sociales, que han demostrado que, para ganar derechos, o te presentas desde una identidad formada, o no existes. Y esta opción no me parece del todo mal, porque al final hay problemas prácticos y legales que afectan a la vida de las personas. En València, sin ir más lejos, a una persona de mi red afectiva a la que operaron de un cáncer, se hizo complicado cuidarle, porque el activismo choca con el número mágico del dos. Puedes ser una pareja del mismo o de distinto sexo, pero solo puedes cuidar a una persona si eres familia, y solo puedes ser familia si sois dos. En todo caso, creo que el objetivo final tiene que ser olvidarse de la identidad, del “soy x”, y hablar de sensibilidad, de reconocer unos criterios que chocan con las dominaciones racistas, machistas, etc.
- Me interesa mucho en tu relato el momento del descubrimiento. ¿Qué importancia ha tenido en este proceso internet y los foros?
- Tal vez los libros, y más concretamente el de Ética Promiscua que editó y tradujo Miguel Vagalume, fueran mi punto de partida y el de muchas otras personas, un primer escalón. A partir de ahí, las nuevas formas de comunicarnos por internet por supuesto que ayudaron, pero sobre todo creo que fue importante empezar a organizar encuentros. Los foros y los blogs aportan sobre todo bibliografía, pero el darte cuenta de que lo crees es real es en los encuentros, cuando vuelves con una resaca emocional de dos semanas al encontrarte con 50 o 60 personas que quieren vivir como tú.
- En València hay una Asociación para las Relaciones Afectivas Éticas No-normativas. ¿Cómo está de salud?
- El parón causado por la covid-19 ha sido un mazazo, pero volveremos a hacer cosas. De todos los encuentros nacionales, el de València ha sido el más numeroso (el albergue era el que más plazas tenía). La asociación la montamos muy poquita gente, con Berta como principal impulsora, y se mantiene por detrás de Madrid y Barcelona, coherente a su peso poblacional.
- Volviendo al libro, se nota una intención importante de crear una bibliografía sobre el tema, ¿ha sido así?
- Sí, y de hecho ha sido una pelea con los editores. Yo creo conveniente que este sea un mensaje muy coral, que el libro tenga hallazgos propios que se manifiesten y emerjan pequeñas cosas, pero que tenga en cuenta que las vocaciones y la dimensión de todo esto tiene un origen en lo colectivo, y por tanto la voz tiene que ser coral. También porque empecé a escribir desde la inseguridad de que no esta no fuera la idea feliz de nadie, y menos de un hombre blanco funcionario… Yo he tenido la oportunidad de juntarlo todo, pero cuando me propusieron escribirlo, mi primera misión era descartar que fuera solo una idea feliz de alguien. Finalmente, me di cuenta que se trataba de un movimiento muy arraigado al pensamiento anarquista y de muchas décadas. Y creo, después de dos año de trabajo, que es un pensamiento que tenía que llegar tarde o temprano, porque el amor libre de los 60/70 (que fue desastroso pero que tuvo un poso que también puede ser positivo) y la teoría queer, de alguna manera nos abocaba a este otro estadio.
- La expansión de la idea de la anarquía relacional está tomando un ritmo de vértigo, especialmente en las generaciones más jóvenes. ¿Eres pesimista u optimista?
- Escribí el libro pensando en que, quien lo leyera, tendría unos 30/40 años. ¡Y doy gracias de que haya sido así! El 80% de los mensajes y el feedback que me ha llegado es de gente muy joven, teenagers, y si hubiera sabido que estaba influenciando a personas que aún están formando su consciencia me hubiera cortado mucho más en algunas ideas. Desde ese punto de vista, veo a la gente más joven muy consciente de estas cuestiones que plantea el libro, e incluso que lo pone en práctica.
- El género es la perspectiva que más atraviesa esta propuesta.
- Sí, desde sus interseccionalidades de racismo, por ejemplo. El género es el eje fundamental porque es el más evidente de todos los privilegios. Todos van unidos, pero hay que tener en cuenta que los privilegios son los que crean jerarquía, autoridad y poder. Sería un fallo absoluto no tenerlos en cuenta, y el género es de los más bestias. Además, la mayoría de personas que hemos llegado a este punto lo han hecho a través de espacios feministas.
- ¿Crees que el concepto de nuevas masculinidades es conflictivo?
- No entiendo muy bien por dónde va ese activismo. Creo que les falta definirse. Tendrá sentido en algún momento, y seguro que hay una línea que pueda encajar con estas ideas, pero ahora mismo le falta definición para que yo (personalmente) me sienta cómodo en ese camino. La idea original es buena y tiene sentido, pero no va a ser fácil, porque desde el privilegio es difícil articular una política. No entenderíamos nunca, por ejemplo, que desde una confederación de empresarios se fomentara un sindicato. Lo que sí que cabe y debe ser es muy sensible. También creo que el tema de las nuevas masculinidades se ha formado como otra nueva identidad, y la pregunta de quién debe ser el sujeto político de la revolución en el género está creando tensiones dentro del propio feminismo. Al final, el objetivo (como dicen en un montaje teatral valenciano llamado Cul Kombat) es que cuando un bebé acabe de nacer, le mires por detrás y no por delante para saber quién es. Los culos no son delineantes, pero tampoco nos clasifican en dos categorías únicas. Los elementos identitarios tenemos que ir difuminándolos, y los hombres lo que tenemos que hacer es escuchar.