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La tercera ola arrambla también con las buenas formas en la política valenciana

Foto: KIKE TABERNER
27/01/2021 - 

VALÈNCIA. Diez meses. Ese es el tiempo que lleva la pandemia de la covid-19 condicionando la vida de millones de personas. Y parece que empiezan a pasar factura en forma de fatiga pandémica y algo más. También en el ámbito político valenciano, donde esta semana, con las cifras de contagios y fallecimientos disparados -entre otros muchos indicadores, pues la Comunitat ya encabeza la incidencia acumulada de toda España-, no ha quedado ni rastro de la unidad y tregua que los partidos de gobierno y los de la oposición se habían dado al inicio de la crisis sanitaria para hacer frente de manera conjunta a la lucha contra el virus. 

Buena muestra de ello fue la intervención que realizó este martes el portavoz del Grupo Socialista, Manolo Mata, momentos antes de que se celebrara la Junta de Síndics que debía aprobar el calendario de plenos del próximo periodo de sesiones: "El PP ha demostrado su inutilidad. Isabel Bonig parece que se regodea de la situación de sufrimiento que estamos viviendo todos. Estamos con 600 hospitalizados en UCI. Lo de ayer roza el delirio y lo que está haciendo el PP es regodearse. No hay nadie, nadie, que disfrute tanto con la cantidad de muertos y enfermos como está haciendo el Partido Popular". 

Las declaraciones del portavoz del PSPV hablan por sí solas. Y si bien al principio la líder de los populares rehusó contestar a tan duras acusaciones -especialmente la referida a que el PP disfrute con la cantidad de muertos-, más tarde la dirección del partido emitió un comunicado en el que advertía que no iba a tolerar "insultos del PSPV" para que el Partido Popular dejara de realizar su labor de oposición. Improperios porque el síndic socialista también tildó de "inútil política" a Bonig. "Isabel Bonig es una inútil política para resolver el problema y las mentiras tienen las patas muy cortas. La suerte de los valencianos es que Isabel Bonig no pinte nada en la política valenciana", manifestó. 

Más tarde, desde el PSPV trataron de excusar a su síndic: "Ayer llamaron a Carmen Martínez -diputada socialista- sinvergüenza tres veces en la diputación permanente".

Manolo Mata. Foto: CORTS/I. CABALLER

La iracunda intervención de Mata -inusual en el parlamentario valenciano- no hizo más que evidenciar la escalada exponencial de agresividad verbal que estos días protagonizan todos los dirigentes valencianos. En el PP, por ejemplo, el diputado responsable de Sanidad, José Juan Zaplana, le exigió este lunes a la responsable del ramo, Ana Barceló, que dimitiera, precisamente ahora, en el peor momento de la pandemia. Y le acusó de dirigir una conselleria de "frívolos, insensibles e incapaces", en referencia al director general de la Alta Inspección Sanitaria, Javier Santos Burgos, "que el día que murieron 98 personas, los hospitales colapsaban, que en San Juan se montaban camas en los ascensores o el sistema de oxígeno petaba en el Hospital de la Ribera, estaba investigando cuadros del año 1.800, tal y como publicó en su Twitter". 

Los populares, en las últimas horas, también acusaron a Barceló de mentir, a la Conselleria de ser "pura mafia, de la peor" por anunciar una querella contra la médico de Elche que afirmó que la capilla del hospital se utilizaba como morgue, y anunciaron que se querellarán contra la Generalitat por las "deficiencias" halladas en los hospitales de campaña. 

Ciudadanos no se queda atrás tampoco en esta carrera por perder los buenos modales, también con los muertos como arma arrojadiza. El parlamentario Fernando Llopis pidió este lunes el cese a la secretaria autonómica de Sanidad, Isaura Navarro (Compromís), y afirmó que cada minuto que pasa en su puesto supone "la muerte de un valenciano". José María Llanos, en nombre de Vox, pidió también la dimisión de Barceló y le acusó de "abandonar" a los sanitarios, como también cargó contra el conseller de Economía, Rafa Climent, por dejar a su suerte a los autónomos, o a la consellera de Igualdad, Mónica Oltra, por hacer lo propio con los mayores en las residencias. 

Pero estos días los representantes políticos no solo se dedican palabras gruesas que rompen las normas mínimas de respeto que siempre han guardado a pesar de las diferencias políticas que les separan, sino que también elevan el tono de los debates que acaban, incluso, con afirmaciones falsas a sabiendas de que lo son. En esa última orilla, precisamente, se ubicaron PP y Ciudadanos en la Diputación Permanente de este lunes al sostener que al Gobierno valenciano se le había "volado" el pasado domingo el hospital de campaña de València. Zapalana advirtió en el Parlamento que al Consell "se le volaron las carpas" el domingo, mientras el portavoz de Cs, Toni Cantó, manifestó que el "hospital de campaña de mentira" se había "derrumbado a la primera de cambio". 

Dos embustes que reprocharon tanto la propia consellera de Sanidad como la secretaria autonómica de Eficiencia y Tecnología Sanitaria, Concha Andrés, por confundir con ello a los valencianos en un momento tan delicado como el actual. La realidad es que Sanidad tuvo que trasladar a una veintena de pacientes a las antiguas dependencias de la Escuela de Enfermería de La Fe debido a las molestias que les causaban las fuertes rachas de viento del domingo.

Mal rollo en el Consell

Insultos y mentiras que se dedican gobierno y oposición a los que se suman los reproches en público que se lanzan los socios del Ejecutivo. Desde hace semanas, Compromís, PSPV y Unides Podem exhiben sin pudor sus discrepancias sobre las medidas que adopta o debería adoptar el Consell para tratar de frenar la expansión de la covid-19. En redes, en comunicados de partido, en cualquier formato. Y valencianistas y socialistas volvieron a hacerlo este martes. El tema en cuestión esta vez, si deberían cerrar, o no, los centros comerciales de más de 800 metros. 

La Comisión de Coordinación Institucional de Compromís (CCIC) acordó a última hora del lunes solicitar el cierre de estos establecimientos con el objetivo de minimizar todo lo posible las aglomeraciones que pudieran producirse en estos espacios, especialmente los fines de semana. La propuesta, que llegaba después de las aglomeraciones en Ikea el pasado viernes -día festivo en València-, no era nueva. De hecho, el conseller de Economía, Rafa Climent, ya propuso cerrar las grandes superficies los fines de semana en la interdepartamental del pasado 5 de enero. Sin embargo, la sugerencia no generó el consenso necesario -el PSPV lo rechazó- y acabó descartándose.  

Con el acuerdo de la CCIC, el síndic valencianista, Fran Ferri, explicó este martes que Compromís pretendía ir "más allá", tanto con el cierre de grandes centros comerciales, como con el fomento del teletrabajo para reducir al máximo "los contactos sociales". Dos propuestas que se sumaban, además, a la petición dirigida al Gobierno para que este adopte restricciones "más estrictas o que al menos dé las herramientas para ello a las comunidades autónomas", en referencia a la solicitud que realizó el president de la Generlaitat Ximo Puig al entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, para adelantar el toque de queda a las 20:00 horas. 

Minutos después de conocer esta proposición de sus socios de Gobierno, el síndic del PSPV, Manolo Mata, apeló directamente a Ferri para espetarle que ya no se podía "cerrar más el comercio". "Hay gente que no puede comer... Hay que ir muy despacio con lo que se dice y tener respeto a las decisiones que se toman gracias a los técnicos. Estamos en una situación de semiconfinamiento", subrayó el portavoz socialista. "Si hay colas en Ikea es porque se están cumpliendo los aforos. Lo que no podemos hacer es que se vayan las personas al paro", concluyó. 

Las cifras de la pandemia son negras, tanto como se está poniendo el panorama político valenciano. La responsabilidad con la que Consell y oposición afrontaron el inicio de la pandemia, cuando PP, Ciudadanos e, incluso, Vox limitaron sus críticas y tendieron la mano al Gobierno, o cuando Puig mantenía reuniones semanales con los síndics de la bancada de la oposición para sumar su colaboración en los momentos más críticos, es hoy una utopía. La tercera ola, con la pandemia fuera de control, ha arramblado con las buenas formas que se guardaron entonces. 

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