VALÈNCIA. Imagínense por un instante no poder entender ninguno de los libros que tienen en su mesita de noche; no lograr, por mucho empeño que le pongan al asunto, seguir una línea argumental, un diálogo, una narrativa. Imaginen la pérdida de plenitud vital que tal carencia les supondría. Pues precisamente ese es el vacío emocional y cognitivo que busca cubrir la técnica de lectura fácil, un sistema basado en adaptación de cualquier obra para lograr que resulte más accesible a personas que tienes dificultades para asimilar la información escrita. No hay género que se resista: narrativa clásica y contemporánea, poesía, novela gráfica; pero también aplicaciones, manuales de emergencias, portales de noticias, legislación y toda clase de contenido que tenga a la palabra como protagonista. Esta práctica, párrafo a párrafo, va ganando terreno con la voluntad de hacer llegar la alquimia textual a la mayor cantidad de gente posible. Ahora, el Col·legi Oficial de Bibliotecaris i Documentalistes de la Comunitat Valenciana (COBDCV) busca fomentar su expansión a través del curso La accesibilidad universal en las bibliotecas públicas: los clubes de lectura fácil, que imparte la especialista Ángeles Gaudioso Navarro.
En ese sentido señala que Aragón ha sido pionero en estas lides al convertirse en “el primer territorio español en el que se ha publicado una ley adaptada a los criterios de la lectura fácil”. En cuanto a las latitudes valencianas, en 2018 un proyecto para crear un club de lectura fácil se hizo gano el 2º concurso de ideas del Laboratori d’Accessibilitat Tecnològica de Las Naves. La pluma en el viento y otros cuentos, de Benito Pérez Galdós, o Hoichi, cuento japonés de fantasmas, de Lafcadio Hearn, son algunos de los títulos editados desde esta perspectiva por la compañía canaria Sinpromi y que se pueden consultar en su Biblioteca Base. En la misma línea encontramos la novela gráfica El amor es demasiado complicado, de Andrés Guerrero, uno de los primeros volúmenes que integran la colección Cuéntamelo Fácil de Santillana. Además, en el último año el término se ha popularizado en el mundillo cultura gracias a la novela Lectura fácil (Anagrama), con la que Cristina Morales ha ganado premios como el Nacional de Narrativa, el Herralde o el del Gremi de Llibrers de València. En ella una de sus protagonistas construye una novela mediante precisamente la técnica que nos ocupa.
Entre los destinatarios de estos textos encontramos a individuos integrados en capas muy distintas del tejido social: “personas con discapacidad intelectual o física, niños con autismo o dislexia, personas mayores con demencia senil o alzhéimer y, en general, individuos con alguna dificultad cognitiva… También se puede aplicar a gente que con algún tipo de problema de salud mental para las que sea complicado concentrarse a la hora de leer o a migrantes que no conozcan bien la lengua”, explica Gaudioso, quien actualmente diseña y ejecuta proyectos para las bibliotecas rurales en zonas despobladas y desfavorecidas.
Ahora bien, ¿cómo transformar un libro genérico de esos que podemos encontrar en cualquier estantería, en una pieza de lectura fácil? La experta comparte algunas pautas básicas englobadas en la norma UME que rige estas adaptaciones: “hacer las frases más cortas; optar por un lenguaje sencillo; si hay algún concepto más complejo, añadir una nota aclaratoria al margen en la que se explique; incluir una tipografía de mayor tamaño. También se apoya con fotos o con pictogramas”. El objetivo fundamental es facilitar visualmente la comprensión del contenido. Pero no solo basta con adaptar un texto, “una vez modificado, debe ser validado por personas con discapacidad que han recibido una formación especializada al respecto y evalúan si el proceso ha sido exitoso. Si se logra superar ese examen, una publicación ya puede obtener la denominación ‘lectura fácil’”.
Adaptar sin perder la esencia
Toca ahora abordar uno de los grandes debates en los que se ven inmersos los profesionales de este campo: hasta qué punto es posible adaptar una pieza literaria sin perder su espíritu y su grandeza, sin renunciar a esa conexión adictiva que se produce entre un texto tricotado con maestría y el tejido neuronal de quien vibra al leerlo. “Ahí tenemos un problema, porque, por ejemplo, si coges a Galdón ¿cómo evitas que pierda toda la riqueza de su prosa? Pero creo que es preferible que esas personas accedan a una parte de esa ficción, que descubran al autor y la esencia de su escritura en lugar de ignorar todo lo que rodea al texto -defiende la especialista en animación a la lectura y dinamización en bibliotecas-. Prescindimos de ciertos giros gramaticales y retóricos de una obra, de acuerdo, pero al menos los receptores aumentan sus conocimientos sobre todo ese universo cultural”.
Una clave imprescindible: estas adaptaciones literarias buscan satisfacer a un público adulto que no quiere ver sus opciones lectoras reducidas a libros para menores de 10 años, sino que buscan narraciones adaptadas a sus intereses y anhelos. Así lo explica esta diplomada en Biblioteconomía y Documentación: “los cuentos de los hermanos Grimm son geniales para un público ya mayor, pero no puedes elegir una versión infantil pues, aunque tenga la letra más grande, no tienen el formato adecuado. De hecho, es un tema con el que son muy sensibles porque muchos ya sufren esa infantilización continua por parte del resto de la población y les molesta. Una buena opción pueden ser las publicaciones de ING Edicions, que están validadas”.
La lectura fácil comienza a despuntar por estos lares, pero todavía no es un escenario muy conocido más allá de los profesionales del sector, los usuarios y sus círculos más cercanos. “En 1996 realicé un postgrado en Barcelona en el que ya se hablaba de la lectura fácil, pero se veía como algo lejano que sucedía en otros puntos de Europa. Tampoco podemos olvidar todo el camino que han recorrido desde entonces los colectivos de personas con discapacidad, la lucha que llevan es impresionante. Y creo que en la actualidad están recogiendo los frutos de mucho tiempo trabajando por la igualdad”, considera Ángeles Gaudioso. Además, esta especialista apunta a otro factor: “ahora estamos viviendo un tsunami de información y hay muchas personas que se están quedando sin acceso a algunos de sus derechos como ciudadanos. Es uno de los efectos de la brecha digital, que no se limita a no saber utilizar la tecnología, sino también a ser capaz de entender los contenidos y discernir la realidad de los textos manipulados. Si eso ya nos cuenta a personas que en principio no tenemos una dificultad lectora, las personas que sí que la tienen, lo sufren mucho más. En el fondo, todos necesitaríamos textos adaptados a la lectura fácil en algún momento de nuestras vidas, por ejemplo, en cuestiones administrativas”.
Leer fácilmente… y en grupo
Desentrañadas ya las coordenadas esenciales de la lectura fácil, toca echar un vistazo a las especificidades del curso que imparte Ángeles Gaudioso. ¿Por qué centrarse en los clubs de lectura? “Con ellos se consiguen algunos objetivos interesantes para las personas con discapacidad, mayores o con algún problema de salud mental. No son clubs convencionales en el que cada uno lee en su casa y luego expone sus impresiones en una reunión, sino que nos juntamos para leer fragmentos en voz alta por turnos. Al final de cada sesión vamos compartiendo lo que nos ha sugerido la obra. De esta manera, nos aseguramos de que todos están siguiendo el contenido y nos emocionamos juntos. Sentarse en una mesa y compartir la lectura hace que los participantes se sientan escuchados y respetados. La tecnología nos separa mucho y tener al lado a una persona con al que conversar es cada vez más difícil para las personas mayores o con una discapacidad”, indica.
La meta fundamental es tan simple como bella: “fomentar el gusto por la lectura, que la lectura nos haga evocar y revivir sensaciones”, comenta Gaudioso. Y, en última instancia, conseguir que los miembros del club “se aficionen tanto que comiencen a leer en casa o, si durante una etapa de su vida eran muy lectores, pero lo han dejado por problemas de accesibilidad, que retomen la costumbre. Por ello, como dinamizadora, yo no les corrijo los fallos, ya que no se trata de enseñarles a leer sino de hacer que gocen con la experiencia sin agobiarse”.
Este curso se plantea también como un canto de amor a las bibliotecas públicas y sus posibilidades en tanto que centros abiertos a la ciudadanía. “Estos espacios tienen una misión inclusiva para facilitar a las personas el encuentro en un espacio neutral, igualitario y democrático. En las bibliotecas todos cabemos, da igual nuestra edad o nivel de lectura”, señala la experta. En este sentido, resalta que una de las metas de este programa formativo es que los bibliotecarios “reflexionen sobre su papel en el siglo XXI y sobre la accesibilidad física y cognitiva de los centros en los que trabajan”. “Todos sabemos que hacen falta rampas en los edificios público, pero debemos asimilar que también hacen falta carteles que puedan ser leídos por personas muy distintas: ya con que tenga una foto de fondo resultará más complejo de entender para ciertos usuarios. El curso está centrado en los clubs de lectura, pero hay otros muchos detalles que los bibliotecarios deben conocer para poder ofrecer un servicio mucho más universal”, resume Gaudioso. Libros para todos. En todos los momentos. En todos los rincones.