Los periodistas internacionales ponen sobre la mesa asuntos como las carencias del modelo periodístico, la construcción occidental de la realidad, la condición de ser mujer y corresponsal de guerra y el auge de los nacionalpopulismos
VALÈNCIA. Lola Bañón y Vicent Montagud son dos periodistas curtidos con una visión muy clara sobre el mundo actual. La trayectoria de ambos les ha llevado por todas partes. Ella fue corresponsal en el conflicto palestino-israelí y él ha estado en Irak, Ucrania, Líbano y Kurdistan, entre otros lugares. Ahora los dos trabajan en À Punt, él cómo director de la sección internacional, ella también está en internacional, los fines de semana. Se reúnen en un bar del centro de València para hablar sobre el oficio periodístico, sobre la pandemia, sobre la cultura occidental.
Vicent llega un rato antes y espera mientras corrige los trabajos finales de la asignatura que imparte en un máster sobre el tratamiento mediático de las migraciones. Ha pedido a sus alumnos que hagan un análisis de tres meses sobre el tratamiento de las migraciones de cualquier medio. Dice que hay mucho nivel. Una alumna titula su trabajo sobre El País con el nombre 'El peligro de la sutileza'. “Me parece brillante -dice él-. Yo no podría haberlo definido mejor”. Lola llega puntual. Se ha pasado toda la pandemia trabajando y cuidando de sus familiares.
Los dos han extraído muchas conclusiones de esta crisis. Son conscientes de que se han hecho muchas cosas mal, pero en el ambiente predomina una atmósfera de cierto optimismo. Ninguno de los dos piensa que el periodismo esté en crisis. Al contrario, Lola afirma que “lo que está en crisis es el modelo económico” y Vicent que “hay una crisis de empresas, que no han descubierto cómo hacer rentable este oficio”. Pese a esto, ambos están de acuerdo en que el periodismo prevalecerá por encima de todo. “El periodismo sobrevivirá”, asevera Lola. “Y si no, alguien tendrá que contarlo”, apunta Vicent entre risas.
Se sientan en una mesa y de fondo suena Here comes the sun,de Los Beatles, como si de una metáfora sobre la vuelta de la certidumbre y la certeza se tratase, al haber llegado a nosotros la nueva normalidad. No obstante, no tienen tan claro que esa nueva normalidad vaya a durar, ni mucho menos. Explican que el problema sigue ahí, y que está más fuerte que nunca, precisamente porque nos estamos olvidando de él.
Durante la cuarentena hemos visto cómo políticos y medios de comunicación de todas las orientaciones aseveraban que se está librando una guerra contra el coronavirus. Se trata de un lenguaje muy beligerante que, como explican Lola y Vicent, se aleja muchísimo de lo que supone una guerra real. Ellos han cubierto conflictos que sí pueden denominarse guerras, y opinan que el tratamiento actual es una irresponsabilidad.
-Vicent: Es una estrategia para intentar movilizar a la sociedad para que respete las normas. Un enemigo común contra el que luchar. Es absolutamente inapropiado. Esto no ha tenido nada que ver con una guerra. Hemos visto imágenes de hospitales llenos, sí, y eran terriblemente dolorosas, sí; pero no conozco ni he estado en ninguna guerra que, cuando termina, la prioridad de la gente sea tomar una cerveza en un bar o ir al cine. Las guerras son mucho peores, y desde luego, los supervivientes no tienen esas prioridades, sino otras que, básicamente, pasan por sobrevivir. La comparación es absurda.
-Lola: No ha sido una guerra, pero sí ha sido un ataque inesperado. Esto ha sido una situación que veíamos de lejos en China, pero nunca creíamos que iba a traspasar la frontera. Y hay una diferencia importante con el shock de las personas que han pasado por un conflicto bélico: su indefensión no es como la nuestra. En una guerra no sabes cuándo vas a tener acceso al recurso que te va a permitir salir de la situación de víctima. Nos hemos movido en lenguaje bélico porque hay una parte dulce en la sensación de la pandemia: se trata de la percepción de comunidad y heroicidad. La sociedad Occidental no da muchas oportunidades a las personas para sentirse héroes. El concepto que tenemos de la heroicidad es muy infantil, muy cinematográfico. Pero cuando la gente lo capta, se siente conectada a un bálsamo. Es una especie de autoengaño. De ahí los aplausos, por ejemplo. En cambio, las auténticas víctimas, los fallecidos y las familias de los fallecidos, viven una heroicidad casi secreta y clandestina. Mucha gente siente vergüenza por haber sido víctima de la pandemia. No ha sido una guerra, pero sí un retrato de las fugas de agua que tiene nuestra sociedad.
-Vicent: Y sobre todo, ha sido un golpe tremendo para una generación que no había vivido nada parecido a una crisis de estas dimensiones, que pensaba que lo tenía todo garantizado de por vida, y ahora se ha dado cuenta de que no es así.
-Lola: Se da una contradicción: estamos en un mundo globalizado en el que cualquier cosa que ocurre se expande y nos toca. Ya no hay situaciones aisladas. Sin embargo, paradójicamente, hay menos información internacional de calidad porque cada vez hay menos gente sobre el terreno. Los datos que llegan están no solamente en manos de las agencias, sino también en manos de freelances no conectados forzosamente a un medio, en condiciones muy precarias y sirviendo muchísimas horas al día; sin tener tiempo para contextualizar y reflexionar. Cuando más hace falta una visión global con un aterrizaje local, hay menos disposición de las empresas a apostar por la información internacional. Es un contrasentido. Lo que pasa a 50.000 km puede pasar perfectamente aquí, o estar pasando ya sin que te des cuenta. Recuerdo mucho las imágenes de China al principio de todo esto: parecía la típica situación que no nos iba a tocar. Cuando el virus llegó a Italia recuerdo el estupor de la gente, que todavía quería pensar que aquí no nos llegaría.
-Vicent: Hubo muy pocos reporteros españoles en China. Es un lugar demasiado lejano y caro como para que un freelance pueda embarcarse en su cobertura. Estoy de acuerdo con Lola, precisamente ahora es cuando más falta nos hace la información internacional. Si antes ya era importante, pues todo el mundo está interconectado, en este momento no se pueden entender, por ejemplo, los problemas de la Ford en Almussafes, sin comprender la política arancelaria de Trump. No se puede saber cómo va a ser nuestra economía en los próximos años sin estar siguiendo las cumbres europeas.
Vivimos en un mundo donde la inmediatez y el cortoplacismo se han convertido en conceptos dominantes tanto en el espectro mediático como en el imaginario colectivo de las personas. Teniendo en cuenta esto, conviene saber por dónde pasa la solución a un problema tan complejo. Lola afirma que las sociedades deben olvidarse de la cultura de la gratuidad y Vicent que esto debe ir acompañado de una profundización en los conflictos que sea longitudinal.
-Lola: Nuestra situación es un reflejo de lo que está ocurriendo. El problema del periodismo no ha sido bien diagnosticado ni identificado. A nivel social se está produciendo una descomposición de las sociedades, de cómo estaban organizadas hasta ahora. Ha de surgir otro tipo de organización, porque por mucho que fomentemos la cultura del individualismo, las sociedades únicamente sobreviven en la cooperación. También el periodismo debe sobrevivir así, y por eso estamos todavía intentando asimilar los cambios que llevan aparejados la concepción digital del mundo. Una concepción basada en el movimiento de la información. Se ha vendido la idea de que la digitalización eliminaba jerarquías y fomentaba la igualdad, pero esto no es así. En el periodismo, como en la vida, hay una parte muy importante que olvidamos: la evaluación. Hay que ver si estamos remando hacia un mundo más igualitario y justo, enmarcándonos en la cuestión de los derechos humanos. Todo lo que sea apartarnos de ahí, no va a ser bueno.
-Vicent: No creo que haya una crisis del periodismo. Hay muchos y muchas periodistas que están haciendo un trabajo enorme ahora mismo en el extranjero. En Oriente Medio casi todas las corresponsales que hay ahora son mujeres, por ejemplo. Lo que hay es un problema de monetización del trabajo periodístico. Hay una crisis de empresas, que no han descubierto cómo hacer rentable este trabajo tan excelente que están haciendo periodistas de nuevas generaciones, que cogen la mochila y se van a Beirut o a Jerusalén y hacen un trabajo igual de bueno o mejor que antes. El problema es que los periodistas están peor pagados, trabajan en condiciones más precarias, y eso redunda en la calidad del periodismo.
-Lola: Hay un detalle importante: nos hemos rendido a la cultura de la gratuidad. Nos ha invadido por todas partes, sobre todo a los medios. El acceso libre al contenido de los periódicos, aunque aparentemente es algo atractivo y pone la información ante un amplio espectro de gente, realmente condena la supervivencia de los medios y crea un fenómeno muy negativo: lo que no se paga, no se valora. Y lo que tú no pagas, no lo eliges. La gratuidad es también el fin de la libertad, porque abre el camino para que los periodistas trabajen gratis. Y luego, también ocurre que muchos freelances (y aquí culpo a los medios) puntualmente están sin seguro y en unas condiciones nefastas que solo sirven para cubrir el estallido del conflicto. Pero luego no hay seguimiento. Ya no le llaman para ir a cubrir el postconflicto. Es otra de las carencias actuales del periodismo internacional. Se cuenta el conflicto, pero no se cuenta ni el pre ni el post. Antes al menos se contaba el post. Hay muchos periodistas que se mueven en base a la capacidad que tenga el lugar de poder venderse, pero que no están especializados. Ves a gente que ha ido a los países árabes y confunde zonas chiitas con sunitas, o en Latinoamérica confunden México con Guatemala.
La corresponsal de guerra Maruja Torres contaba que, cuando cubría un conflicto, no se le daba la misma consideración que a un hombre. Pero decía algo clave: según ella, en su condición de periodista, tampoco se le trataba como a las mujeres en la cultura árabe. Ejercía una especie de autoridad periodística que no se identificaba con la que podía haber hacia un hombre corresponsal o hacia una mujer en sí. Por otro lado, no es necesario viajar a la otra punta del mundo para que esta discriminación se haga patente. Lola explica que el sesgo de género continúa estando presente en nuestros medios.
-Lola: En el mundo del periodismo somos mayoritariamente mujeres, pero en los altos cargos seguimos siendo bastante menos. Hay una intención igualitaria, hemos dado pasos importantes, pero sigue estando esa mirada. En la concepción de la agenda sigue habiendo un sesgo de género. Te pongo un ejemplo personal: hace 3 o 4 años hubo un atentado yihadista en Francia y me llamaron de una tele nacional. Mi tesis doctoral está especializada precisamente sobre ese tema en cuestión, y solo hay una en España, la mía. Al rato, el periodista que me llamó volvió a ponerse en contacto conmigo, y me dijo que le daba mucha vergüenza, pero que su jefe le había dicho que para que hable alguien como experto, es mejor que sea un hombre.
-Vicent: ¿En serio? Que fuerte.
-Lola: Tú miras determinados temas y, ¿quiénes son los expertos que están en las mesas de debate de temas de alta política? Los hombres. Hay residualmente alguna mujer y alguna pequeña voluntad, pero no están las verdaderas expertas. Esto es importante porque no es que forzosamente debamos estar las mujeres, pero el hecho de que no haya un cierto equilibrio en esta cuestión cierra muchísimo el espectro de los especialistas. Con la crisis del Covid, normalmente los testimonios de mujeres son pertenecientes a la experiencia, a la parte de la víctima. Pero cuando tienen que hablar los expertos, te encuentras a los hombres. El mundo sanitario, te aseguro que está plagado de mujeres muy competentes. ¿Es culpa mecánicamente de los hombres? No. Es culpa de que existe una dinámica en la confección de la agenda, y a no ser que haya una intencionalidad de guardar un equilibrio, el problema prevalece.
-Vicent: El sesgo de género en la información también es relevante. En determinadas áreas, especialmente. Por ejemplo, en el mundo árabe: en los conflictos de Oriente Medio, la inmensa mayoría de personas entrevistadas son hombres. Está muy poco visibilizado el dolor de las mujeres y su papel dentro de los conflictos. Hay un estereotipo muy habitual: presentar a la mujer árabe que llora en los entierros. Es la única imagen que recordamos, y eso que la mujer árabe tiene un papel vital, por ejemplo, en el mantenimiento de la resistencia palestina, en las revueltas sociales en Irak de hace una semana, en las protestas callejeras de Beirut... Además de luchar contra la discriminación de la mujer en los medios, hay que luchar por acabar con ese sesgo también en las fuentes que escogemos. Hay que visibilizar el papel de la mujer en cada uno de los conflictos.
La periodista Mónica García Prieto planteaba en una entrevista para 5W el concepto de 'cavernícolas con smartphones'. Decía que, con cada conflicto involucionamos más y más antropológicamente hablando, pese a la evolución en otros aspectos. Y que, además de ser frustrante, es un fenómeno que se retroalimenta, lo cual pone una responsabilidad ya no solo en las manos de los medios, sino también en las del público. Lola y Vicent tienen una visión más optimista. Ninguno de los dos piensa que el ser humano, en general, esté yendo marcha atrás.
-Lola: Yo no hablaría de involución. En el pasado no éramos mecánicamente mejores. A veces pensamos eso porque el proceso de mitificación del pasado es una forma de supervivencia. Creo que el ser humano, en general, evoluciona positivamente. A nivel individual hay caminos diferentes, pero como sociedades globales, hay una denostación de la brutalidad que hace cien años no existía. Creo que muchas veces no somos del todo conscientes de todo lo que nos rodea, de la forma en que vivimos, de la incidencia de nuestra forma de vida. Pero no es involución. Estamos desconcertados.
-Vicent: Por muy horribles que nos parezcan las guerras de hoy en día, no lo son ni la infinitésima parte de lo que eran antes. El mundo es menos violento que a principios del siglo pasado. Me gustaría pensar que en eso ha tenido algo que ver el periodismo. El hecho de que comenzara a haber guerras tan horrorosas hizo que los señores de la guerra se tomaran la molestia de no matar de una forma tan salvaje, porque después no quedaban bien en los medios. No creo que haya una involución generalizada, como dice Lola. Aunque haya involuciones muy notorias en determinados personajes (ríe).
-Lola: Tenemos todos en la cabeza al mismo (ríe).
-Vicent: los nacionalpopulismos conservadores no son una novedad. Ya existían en el siglo pasado, y eran más violentos. Ahora lo que tenemos es una serie de partidos políticos que han descubierto la forma de ganar votos utilizando determinadas teclas: la tecla del miedo (en una sociedad atemorizada tras una gran recesión que ha desmontado la calidad de vida de millones de personas). He estado trabajando este tema, y es interesante ver que los países donde más crece la extrema derecha no son los países donde hay más migración. Todo lo contrario. Si ves el mapa mundial de fuerzas de extrema derecha, están Hungría y Polonia, por ejemplo. Dos países donde no hay apenas inmigración. En cambio, en otros lugares como España, la extrema derecha no ha sido tan fuerte como allí. Hay una hipótesis que a mí me gustaría creer: Cuanto más conoces al diferente, menos razones tienes para tenerle miedo. Para que exista una fuerza de extrema derecha antiinmigración, no vale con la presión migratoria, ni con que el país sea más pobre o más rico, o tenga más desigualdad; estos datos no funcionan. Lo único que funciona es que haya una generación de líderes que utilicen estos temas para ganar votos, y un sistema de medios de comunicación que reproduzca esos temas sin contexto y sin advertir a las personas de su falsedad.
-Lola: Creo que es una situación que requiere un análisis muy complejo. No lo desvincularía de la extensión de las redes sociales. Las redes dan visibilidad a posturas que en los medios tradicionales no tendrían posibilidad de aparición por su agresividad. Cuando una persona de ese perfil tiene visibilidad, encuentra adeptos en cualquiera que esté insatisfecho por mil motivos, que ahora ve una identificación expresiva sencilla de entender. El hecho de que nos informemos solo en la digitalidad hace que leas solo en la corta distancia. El cerebro, si lo trabajas, crece, si no, se atrofia. Globalmente, cada vez el cerebro humano trabaja menos, y tenemos más problemas en escuchar al otro. Esto está haciendo que cada vez seamos más intolerantes. Y cuando el otro no nos escucha ni nos entiende, radicalizamos nuestra perspectiva. Hay un problema de comunicación muy importante. Hacen falta liderazgos más competentes a nivel de consistencia, pero más expansivos a nivel de crecimiento. ¿Quién se va a reconocer en los actuales líderes? Allí no llega nadie medianamente normal, y eso es porque las estructuras de los partidos son muy perversas. Solamente llegan quienes son violentos. Hay que razonar sobre eso. La violencia es progresiva, y cuando empieza, acabas en la agresión. La gente con argumentos razonables en redes no es retuiteada.
Hace unas semanas moría asesinado George Floyd a manos de un policía y la agenda mediática copaba todos sus espacios durante días. Sin embargo, este tipo de asuntos, que calan muy bien en la inmediatez, se olvidan tan rápido como llegaron. Tanto Lola como Vicent hacen hincapié en que, para luchar contra esto, hay que contextualizar la información y hacer análisis longitudinales.
-Lola: Se habla de Estados Unidos pero nadie habla de nuestra discriminación sistemática contra los gitanos. Eso es un asunto que habría que enmarcar, lo cual requiere una gran voluntad periodística. Los freelances no lo van a hacer porque no es un tema que venda, pero un medio, que desarrolla una línea editorial como proyecto de vida, debería moverse por ahí. Nuestras sociedades son profundamente desiguales, y hay que analizar las razones de ello, hay que darle visibilidad a eso. Los periodistas debemos canalizar el conocimiento de los expertos. Ni la política ni los medios estamos proyectando un modelo en el que se diseñe una convivencia común buena para todos, que ilusione a la mayor parte de la gente. Hay que tener valentía para hablar de eso. Tenemos que proyectar un sistema de vida bien explicado que huya del modelo de la agresividad. Es algo que tiene que canalizar en la política. Tenemos un problema de liderazgos. Si no navegamos en un proyecto común, nos espera un proyecto impuesto y unitario, que camina hacia el totalitarismo.
-Vicent: Sobre George Floyd, es imposible no hacerte eco sobre esas imágenes tan brutales. Es imposible no indignarse como ciudadano. Ahora bien, tenemos que intentar que nuestra agenda mediática no se centre en los países históricamente generadores de información: especialmente los Estados Unidos. Todo lo que ocurre allí, es como si ocurriera aquí. Y a lo mejor nos afecta más lo que ocurre en Argelia, en Marruecos, en Bruselas o en Italia. Y está muy bien que prestemos atención a lo que ocurre en Estados Unidos, pero no estaría mal que habláramos de lo que pasa en nuestras calles con las personas más vulnerables.
-Lola: Hay una forma positiva de ver esto. Ahora hay muchísimas campañas de empresas cuyo mensaje es la igualdad entre razas o entre sexos. Muy poco a poco, pero de manera firme, esto nos acerca hacia lo que debe ser. Ninguna persona medianamente normal duda de esto, ni tampoco ninguna empresa. Poco a poco, el avance se va afianzando.
-Vicent: El racismo no es rentable.
-Lola: Claro, ni el machismo tampoco. La visibilidad de la crudeza cambia las conciencias. Por eso creo que no hay que ser absolutamente negativo, porque el mundo también está haciendo cambios, como mínimo, muy interesantes.
Vicent afirma que no es partidario de utilizar el término terrorismo. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que no condene cualquier acto de violencia terrorista, pero explica que es un concepto que esta fuertemente cargado de ideología. Lola también opina que es un término que hace más mal que bien, pues deforma la realidad según la subjetividad de quien lo utiliza. Sobre las organizaciones, explican el paso de Al Qaeda a Daesh.
-Vicent: Está claro que si pones una bomba en un autobús de civiles es un acto terrorista. Pero si luego tú bombardeas la casa de ese terrorista con una bomba de media tonelada y matas a todos los vecinos, ahí hay más problemas para ponerle el nombre de terrorismo. Me refiero, por ejemplo, al conflicto de Palestina e Israel. El término se utiliza para dirigirse a determinados actores internacionales y a otros no. Es una bomba ideológica en sí misma. La elección de las palabras nunca es neutra. La BBC, por ejemplo, no lo utiliza. Y por lo que respecta a la diferencia entre Al Qaeda y Daesh, no creo que haya tanta. Quizás un mayor nivel de exhibicionismo en el terror actual. Ambas organizaciones son el resultado de unos hechos importantes: uno de ellos, la invasión de Irak. Uno es consecuencia del otro y el otro del anterior.
-Lola: Estas organizaciones están en el germen del descontento de una zona en la cual Occidente ha intervenido desarticulando las estructuras del Estado. Por eso existen Al Qaeda y Daesh. Estoy de acuerdo con Vicent, el término terrorismo deforma las realidades. Pienso que la violencia conduce a más violencia. Robert Fisk dijo que si tú narras una pedrada de un niño palestino sin profundizar, el niño queda como un terrorista; pero que si cuentas que la tira porque está en una situación de total vulnerabilidad, y por tanto no hay interlocución para la salvación, entonces no hay terrorismo. En muchísimas partes del mundo existe un gran desastre por culpa de una intervención consentida por parte de gobiernos occidentales.
-Vicent: Iniciadas o agravadas por ellos. Yo he estado cubriendo Irak durante los últimos años. La última vez fue después de la supuesta liberación de Mosul. Cuando ibas por allí, veías lo que habían hecho y decías: ¿esto es una ciudad liberada? Claro que no. Es una ciudad arrasada. No queda nada ni nadie. Hay que tener muchísimo cuidado con las palabras.
(...)
-Lola: La Unión Europea no tiene una política exterior sólida y definida. Tenemos una guerra en el Mediterráneo desde hace casi 10 años. De Libia no se habla. No hay una determinación para acabar con esto. Desde mi punto de vista, las entidades supranacionales han frenado muchos conflictos, pero no han evitado muchos otros con la contundencia que podrían haberlo hecho. Imaginamos al otro como un enemigo porque estamos en un momento de crisis, y en momentos de crisis, los discursos de la diferencia crecen. El capitalismo ha perdido el instinto de protección. Hasta que no razonemos en vías a una redistribución, no cambiará nada. La Unión Europea tendría que haber tenido un gran papel en Siria, en Irak en Palestina...
-Vicent: En estos meses de confinamiento he pensado mucho en esto. El mundo nos ha pillado odiando. Odiando al diferente. Esta crisis es una buena oportunidad para que la gente reflexione y piense si de verdad es bueno que sigamos levantando muros, o si ha llegado el momento de que nos planteemos la necesidad de instituciones supranacionales que de verdad funcionen. Esta crisis ha dejado muy claro la necesidad de instituciones de gobernanza global. Se necesita un poder con verdadera capacidad ejecutiva. Lo que ocurre en la otra parte del planeta nos afecta directamente, hemos llegado a ese punto.
-Lola: Necesitamos un concepto de la autoridad sano y humano. Respetuoso y con autoridad, que no autoritarismo. El ser humano es inteligente, porque tiene instinto de supervivencia y capta. El mundo digital fomenta la cultura de la desarticulación, así que es muy importante empezar a crear un sistema de aceptación de la diferencia constructiva. No pasa nada porque tengas una ideología distinta a la mía. Se necesita distancia, sosiego. No esta bulgaridad salvaje y destructiva. No me gusta la palabra control, pero habría que determinar qué tipo de gente queremos ver en televisión. Y eso no es censura, porque la censura es lo que hay ahora: una censura de la gente con cabeza, con ideas. El imperio de la voz alta censura a la gente preparada y constructiva.