El Sexenio Democrático fue la época transcurrida entre la Revolución de 1868, La Gloriosa, y la Restauración Borbónica tras el fracaso de la I República. Fue una época de gran efervescencia ideológica que vio nacer una publicación como Mundo Cómico. La declaración de intenciones la podemos ver en el primer chiste de su primer número. Una viñeta de Urrabieta en la que aparecían dos hombres pidiendo en la calle y uno le decía al otro:
"¡Bonita situación! Mientras unos pasean en coche después de robarnos nuestras economías, depositadas en el Banco de ídem, nosotros pedimos limosna a los ladrones".
Un par de números más adelante, Cubas bromeaba sobre el matrimonio con este diálogo entre marido y mujer:
-A que no sabes en qué se parece a mí la cuarta plana de ese periódico?
-No adivino
-En que siempre es la misma y por eso nunca la miras
Esas dos eran las líneas que llevaba una de las primeras revistas de humor españolas, Mundo Cómico. Humor negro sobre la pobreza y escenas de matrimonios en las que se atacaba de forma corrosiva a la moral y las costumbres y era mediados del siglo XIX. El 21 de diciembre de 1872 se presentó así en los medios: ""¿No dicen Vds que hace falta una revista cómica? ¿No echan de menos un semanario alegre, revoltoso, cómico, juguetón y burlesco? ¿Qué publicación hay dedicada a la gente de buen humor? Ninguna, por eso nos echamos al mundo nosotros, que somos El Mundo mismo; por eso acometemos la publicación de una revista semanal que distraiga al hombre grave".
Si bien la revolución sí que apareció reflejada en sus páginas de alguna manera, la llegada de la I República no aparece mencionada. De hecho, los números inmediatamente posteriores a su proclamación, a lo que están dedicados es al Carnaval, la fiesta mayor por esas fechas. Sin embargo, sobre los insurrectos que se echaron al monte en la Tercera Guerra Carlista sí que hay menciones.
Lo de la revista humorística no era tan nuevo, ya existía por ejemplo El Cascabel (1863 y 1892), o La Carcajada (de 1872, no confundir con la revista carlista catalana posterior) con ilustraciones antimonárquicas espectaculares de Tomás Padró, y mucho antes ejemplos como El Zurriago en el Trienio Liberal, que defendía posturas liberales exaltadas de forma salvaje y procaz, pero Mundo Cómico contaba mayoritariamente con viñetas y dibujantes. Por esas fechas, El Cascabel solo dedicaba una página a humor gráfico.
Entre estos dibujantes destacaba José Luis Pellicer. Según el historiador del cómic Manuel Barrero, una historieta suya, Por un coracero, publicada en Mundo Cómico el 30 de marzo de 1873, ha sido considerada durante mucho tiempo el primer tebeo en España, aunque nuevas investigaciones de Barrero situaron el inicio en el diario sevillano El Tío Clarín, firmada por Luis Mariani, y en la prensa valenciana, historietas de Salustiano Asenjo en la publicación El Museo Literario. Esos serían los primeros tebeos españoles.
Un coracero trata de un hombre que va a comprar tabaco al "Estanco nacional". Le venden un puro de tan mala calidad que está a punto de matarlo. Cuando volvió a recurrir a la viñeta o a la narración secuencial, dedicó el nuevo formato a contar chistes sobre Madrid. En una explicaba la ciudad a través de qué clase de individuo o personaje te podías encontrar a qué hora. Cada viñeta, era un momento del día. Incluso hubo historietas del mismo tema, pero ya firmadas por otros autores, Luque, por ejemplo, y las que se mofaban de los tópicos de la Navidad, la mayoría de ellos relacionados con el alcohol, o sea, básicamente igual que ahora.
La figura de Pellicer es digna de estudio. Barcelonés, "alto, desgarbado, de enormes cejas, bigotes y barba abundantes, y rictus cansado", según Salvador Bori en Tres Maestros del Lápiz de la Barcelona Ochocentista, hizo el papel periodístico de su vida como reportero gráfico de guerra. Marchó a la Tercera guerra carlista y a la guerra cantonal a dibujarlas. Entonces, una de las profesiones más reconocidas en toda Europa por la creciente demanda de imágenes que había en los periódicos. Sus grabados se difundieron por la prensa europea. En 1877, el diario para el que trabajaba, La Ilustración Española y Americana, le envió a la guerra ruso-turca empotrado en las fuerzas rusas del general Gurko a dibujar la contienda.
Fue un artista celoso de su trabajo. Se negó a que los dibujos que enviaba desde el frente, pese a no estar completamente acabados porque sufría las mismas penalidades que los soldados, se acabasen en la redacción como habitualmente ocurría con otros corresponsales. María Dolores Bastida, estudiosa de su obra, entiende que ese compromiso con sus dibujos nace de su anterior vocación, la de pintor, en la que no logró abrirse paso.
A Luque hay que considerarlo un discípulo de Pellicer. Natural de Almería, se trasladó a Madrid con 16 años y empezó a dibujar en Mundo Cómico. En 1875 se marchó al barrio latino de París, donde emigró con pocos recursos. No duró mucho en la bohemia, enfermó y volvió a Madrid ya para consagrarse como caricaturista y ocupar el puesto e su maestro, Pellicer, como director artístico de Mundo Cómico. Volvió de nuevo a París y esta vez se consagró en Le Monde Parisien. Así lo contó la prensa española: "un artista español, inspirado, joven, de muchas esperanzas, obtiene en estos momentos un éxito grande y legítimo en la prensa ilustrada de París; ya adivináis el nombre de este simpático artista; es Luque. ¿Quién no recuerda en España aquellos dibujos finos, espirituales y graciosos que Luque nos ofrecía en cuatro rasgos de su lápiz? Luque ha ganado en intención y en soltura; hoy es el dibujante attitré del Mundo Parisiense. Periódicos como Le Temps, L’Evénement y Le Siécle han tributado merecidos elogios a nuestro compatriota”.
En cuanto a su humor, Luque fue más surrealista. Cultivó la hipérbole. Por ejemplo, unas tiras de marzo del 1874 riéndose de los efectos de un crecepelo de aceite de bellotas con savia de coco, algún timo recurrente de la época, tenía ciertas trazas que pudieran asemejarse a la escuela Bruguera de nada menos que cien años después.
Otro mérito pionero de Mundo cómico fue la impresión de tarjetas postales. En mayo de 1871 un decreto autorizó su circulación. Las primeras las hicieron periodistas e ilustradores. Esta revista regaló las suyas, que vendía directamente en su sede la plaza de San Nicolás, en Madrid, muy cerca del Palacio Real. No obstante, a lo largo de la década de los 70, la aparición de más semanarios satíricos le fue restando público hasta que desapareció en marzo del 76. Según Humoristán, la mayoría de sus colaboradores se pasaron a Madrid Cómico, que apareció hasta 1923, donde las ilustraciones tenían menos espacio entre los textos de ilustres como los "paliques" de Leopoldo Alas "Clarín".