Hoy es 15 de noviembre

segunda temporada de 'la peste'

Pablo Molinero: balidos contra el hampa de Sevilla

De actor amateur mientras estudiaba filología en la UJI a una de las grandes revelaciones de la televisión. Pero Pablo Molinero es, sobre todo, un actor de teatro

18/11/2019 - 

VALÈNCIA.- Pablo Molinero (Castellón, 1977) bromea estos días en Twitter con una célebre cita de El Quijote «nunca segundas partes fueron buenas», utilizada para referir lo contrario: que la secuela de la obra magna de Cervantes superó en calidad a la primera entrega.

Como en el relato de las andanzas del hidalgo de La Mancha, el elenco de la serie de Movistar+ La peste aspira a que su reválida sea incluso mejor. El 15 de noviembre se estrena la nueva temporada de esta intriga histórica oscura, ambientada en la Sevilla decadente de la segunda mitad del siglo XVI. 

Si en la propuesta audiovisual original la trama se centraba en la investigación de unos crímenes diabólicos con el telón de fondo de una plaga devastadora de la peste negra, en la inminente tanda de seis episodios, ambientada un lustro después, la ciudad está ya libre de la enfermedad, pero el descontento social crece y se cristaliza en el nacimiento de una sociedad secreta criminal, La Garduña.

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Molinero vuelve a encarnar al protagonista, Mateo Núñez, un militar retirado, culto y perspicaz, avanzado a su tiempo. «En el mundo de las series, al principio se hace un planteamiento más general y luego se va comprobando qué tiene más fuerza, por dónde tirar… Los creadores van afinando el ojo y también la mano con lo que hacen. En esta segunda temporada, todo el equipo teníamos miedo de bajar el listón y ha habido una autoexigencia que nos ha hecho ir a mejor: hemos corregido errores técnicos y mejorado todo lo mejorable. En el guión se ha dado un salto interesante, porque se ha incorporado un componente de acción que le da un ritmo trepidante», adelanta el actor, quien asegura guardar nexos en común con el personaje, como la melancolía por el paso del tiempo y cierto aire de tristeza.

No así su capacidad de observación y su sagacidad. «Ya me gustaría a mí... Yo no soy avispado, tengo algo delante y no lo encuentro. Soy más lento».

* Lea el artículo completo en el número de 61 de la revista Plaza

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