Chico conoce a chica. O, mejor dicho: chico se fija en chica y se propone pasar una noche con ella. Parecía una comedia romántica, pero la película dirigida por Rodrigo Sorogoyen, con el valenciano Borja Soler como realizador, dejaba a la vista las trampas sexistas de un ligoteo –aparentemente– inofensivo. Cinco años después de su estreno, y en plena resaca del movimiento #MeToo, es un buen momento para revisar (con las gafas violeta) los mensajes de esta célebre cinta de nuestro cine más reciente
VALÈNCIA. Si algo quedó claro en la charla Los retos del cine en la era post-MeToo organizada por el colectivo Ladies, Wine & Design València el pasado 21 de noviembre en Convent Carmen es que el cine que estamos por descubrir será muy diferente al que conocemos. Sus ponentes, Adriana Cabeza, coautora de Las Entendidas, y Paula Collado, cofundadora de Corinne Films, planteaban que la industria vive un cambio holístico, propiciado por el movimiento universal #MeToo y su consiguiente paso a la acción a través de la organización Time’s Up. Pero esa idea de redescubrir el séptimo arte también se aplica de otro modo: visionando, de nuevo, historias del pasado y dándoles renovadas lecturas, unas que forman parte de las nuevas conversaciones de esta tercera ola del feminismo. No hace falta irse muy lejos. Ni a otras épocas ni a otros mercados. Precisamente, también en noviembre se cumplían cinco años del estreno en cines de Stockholm, una película española que en su propia concepción ya era atípica: sacada adelante a través de crowdfunding y con el equipo de Rodrigo Sorogoyen, su director, renunciando a sus propios sueldos. Pero este título destacaba –de hecho, así lo hizo en los Goya 2014– en forma y fondo. Su trama, agridulce, pasaba de reunir los clichés de una comedia romántica a volverse un thriller psicológico con un elemento a juicio: los roles de género en las relaciones heterosexuales. Javier Pereira interpretaba a Él, identificado como tal, pues se desconoce su nombre en la cinta, al igual que el de Ella, encarnada por Aura Garrido. Un lustro después de su llegada a las pantallas, y tras haber pasado por Netflix y finalmente recalado en Filmin, se puede decir que este largometraje no solo ha envejecido bien, sino que, de algún modo, anticipaba debates que hoy están a la orden del día.
No obstante, y a propósito de este quinto aniversario, tanto el propio Sorogoyen como el valenciano Borja Soler, correalizador de Stockholm, comentan a Cultur Plaza: “Nosotros entendemos una película como un diálogo con el espectador. Nuestro discurso consciente o inconsciente es, en este caso, los 90 minutos que dura el metraje. Pero es un lenguaje muchas veces poco racional, no pretendemos explicarle nada a nadie. Hemos querido contar una historia, reflejar una situación que por diferentes razones nos interesa y creemos que al espectador le puede interesar y emocionar”. Al mismo tiempo, aseguran estar “muy sensibilizados con el tema”. Y sucede que uno de esos posibles diálogos que se establecen con quienes asisten a la película años después conecta de lleno con un presente que invita a cuestionarse todo. En este sentido, Sara Mansanet, directora del Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina, que tuvo a Soler como parte del jurado de la sección oficial de su última edición, valora: “Stockholm nos pone delante un espejo en el que vemos reflejado lo absurdas que son muchas actitudes que todos hemos visto o hemos protagonizado en algún que otro momento cuando nos hemos enfrentado a una noche de ligue. Siendo conscientes o no, estamos tremendamente marcados por unos roles de género en las relaciones hombre-mujer que convierten en seres raros a aquellos que no los siguen: el hombre debe tomar la iniciativa y conquistar; la mujer debe ser dócil y dejarse seducir. Colocar tan claramente estas actitudes en escena hace que se puedan identificar y criticar de la mejor manera posible”.
“teniendo en cuenta que el feminismo ocupa gran parte de la agenda mediática, sí que atendemos a reflexionar sobre comportamientos, como es el caso chico-persigue-chica hasta que la consigue y no al revés”, Adriana Cabeza
Antes de ver de nuevo la cinta, esta vez con las llamadas gafas violeta (o cuando se adquiere la perspectiva de género y se aplica a un producto o realidad social o cultural), Alexia Martínez Guillot y Adriana Cabeza, creadoras del podcast de cine Las Entendidas, recuerdan la impresión que les causó la primera vez que la vieron: “En general, la película te deja una sensación asfixiante. Algo que casi ni percibes en las escenas nocturnas pero que se convierte en una absoluta pesadilla cuando amanece. Ese blanco que lo impregna todo, los silencios incómodos. Casi todo el peso lo depositas en el personaje de Aura Garrido, ella es la que está mal, la que está loca, la que no debería estar por ahí sola, la que no debería ir a casa de un tío si no quiere nada con él”, dice la primera, apelando a la culpabilidad que, por defecto, socialmente se asigna al género femenino, a lo que su compañera aporta: “También creo que se puede hacer otra lectura y es si al final está adoptando la postura que se espera de ella por el hecho de ser mujer. A pesar de que el personaje de Javier Pereira es lo que entenderíamos por un plasta, igual ella también se siente atraída por él, pero no se decide a decir que sí a la primera por ser considerada una fresca. Esa idea de no irse con cualquiera que tanto se nos ha endosado a las mujeres y ha anquilosado nuestros deseos”. Y es ahí cuando salen a la palestra todos esos estereotipos asociados al género que tanto limitan y condicionan las conductas y, en el caso que nos ocupa, las relaciones, tanto las duraderas como las efímeras, como la que plantea esta historia. Sobre esto, Adriana continúa: “Probablemente ahora, teniendo en cuenta que el feminismo ocupa gran parte de la agenda mediática, sí que atendemos a reflexionar sobre esos comportamientos, como es el caso chico-persigue-chica hasta que la consigue y no al revés”.
Sin tratar de desentrañar la película –y evitando spoilers imperdonables–, entre la escena inicial en la fiesta y la escena final en la casa, que comprende la segunda parte, hay un paseo. Un recorrido que ella inicia sola y que, de repente, y en contra de su voluntad expresa, termina compartiendo con él, que no cesa en su propósito de conquista. “Te estás poniendo pesado”, exclama el personaje al que da vida Aura Garrido. Un límite revelador, tanto que se trata del sí o no consentimiento, especialmente relevante hoy, cuando ante la ruptura del silencio y el fin de la resignación de tantísimas mujeres en el mundo, parece que una parte de la sociedad reclame urgentemente un manual para ligar en los tiempos del #MeToo. En Stockholm estaba, aunque fuera mostrando un posible antimanual. Desde Las Entendidas, Alexia considera: “Es posible que debido a ese juego de empatía con el personaje femenino, pases por alto que él la está persiguiendo de madrugada por la calle, que ella le repita varias veces que quieres estar sola y que él insista en permanecer ahí. Todo eso lo pasas por alto porque como mujer lo tienes tan interiorizado que te parece normal”. De lo particular a lo general va Sara Mansanet, que dice: “Cualquier historia, vista a través de la pantalla, educa (mal o bien) y transmite diferentes tipos de comportamientos que pueden acabar siendo imitados por los espectadores. En este sentido, puede haber un cine más responsable, comprometido y consciente de esa influencia y que puede optar por adquirir este papel social, pero para que esto tenga éxito se hace necesario un espectador con mirada crítica y deseo de evolucionar como individuo y como sociedad. En el caso de esta trama, considero que los guionistas nos han dejado a los espectadores el camino abierto para tomar nuestras propias conclusiones; al fin y al cabo, esta historia va dirigida a cualquier tipo de público y de edades muy diferentes, pero todos se pueden sentir cercanos a ella de una u otra manera. Creo que esto es lo maravilloso de Stockholm”.
“El reflejo más claro del fenómeno #MeToo en el cine lo podemos encontrar cómo el espectador ha cambiado a la hora de criticar las historias que visiona”, Sara Mansanet
Sobre si esta película podría esbozar lo que en Hollywood se empieza a llamar cine post-MeToo, independientemente de que sus artífices se propongan o no tal misión, Adriana Cabeza, de Las Entendidas, pisa el freno: “Tendríamos que ser un poco más cuidadosos. Tenemos la manía de etiquetarlo todo con demasiada ligereza y con cuestiones que afectan a reclamos tan necesarios como los que se sostienen desde el feminismo hay que cuidar que no acaben por devorarse a sí mismos”. Por su parte, Sara concluye: “Personalmente, considero que ahora mismo el reflejo más claro del fenómeno #MeToo en el cine lo podemos encontrar en el modo en el que el espectador ha cambiado a la hora de criticar las historias que visiona, de manera que puede ser menos manipulable y estar más atento. Esto es lo que más me interesa”.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto