Jeff Rougvie ha trabajado durante años en la industria discográfica. Fue el encargado en 1989 de ayudar a buscar a David Bowie sus grabaciones escondidas de los 70 porque el artista ya no se acordaba de lo que había hecho. También llevó a Big Star, a Replacements o a Devo y ahora toda las experiencias que vivió y escuchó sobre el negocio las ha plasmado en un cómic, Gunning for hits
25/03/2019 -
Años 80, un hombre ya con una edad para ir de rockero, pero no tan viejo como para no enterarse de lo que sale, es el A&R de una discográfica. Ha dado con the next big thing, un grupo de chavales que promete ser "la voz de una generación". Mientras negocia el contrato, la novia del cantante, que es también su manager, le pide una muestra de compromiso con el grupo más allá de los papeles y el dinero. Le exige que le haga una felación al cantante, a su pareja. Eso les unirá más allá de las formalidades.
Es un gran comienzo para un cómic sobre las miserias de la vieja industria discográfica. Ahora que se rinde culto al siglo XX y que tanto se está escribiendo sobre él no tardarán en aparecer traducciones de libros sobre el maravilloso mundo de los sellos, de los laboratorios donde se escogió, trabajó y pulieron las estrellas que han marcado la historia de la música popular. Gunning for hits de Jeff Rougvie y los artistas Moriat y Casaey Silver explora ese mundo, pero introduce el género thriller.
En todos los ámbitos, los A&R tuvieron un valor capital. En Los Angeles, una sola mujer, Vicky Hamilton, se había fijado en grupos que estaban empezando. Uno fue Mötley Crüe, que se forraron. Otro fue Poison, que se forró también. Y uno más Guns N´Roses, que, en la actualidad, es el grupo de rock más escuchado del mundo en Spotify, más aún que los Rolling Stones o que AC/DC.
Pero si hubo un gran éxito fue el de la discográfica Geffen, que apadrinó el viaje millonario de Whitesnake al horterismo, la aparición de los citados G´N´R, el regreso de Aerosmith u otros como Tesla, éxitos en parte de otro A&R, John Kalodner. Les fue tan bien con este tipo de grupos crearon un subsello, DGC, para lanzar lo opuesto. Ahí apostaron por grupos que entonces eran alternativos, ficharon a unos tales Nirvana, por ejemplo, y en pocos años lo alternativo pasó a ser mainstream.
En ese momento exacto se sitúa esta historia. Ya hubo una auténtica joya en su día que describió aquellas ínfulas de los grupos alternativos, el número 3 de Odio de Peter Bagge titulado Los ídolos del grunge. Lógicamente, este cómic de Image no le llega ni a la suela.
Aquí, el A&R es Martin Mills y el alter ego de Nirvana y Cobain, los Stunted Growth y su líder Billy. Otro alter ego es el de Bowie, mostrado aquí por su personaje de ficción oficial, Brian Slade, que fue el nombre que recibió en la película de Todd HaynesVelvet Goldmine. En los primeros tres números, la trama que planea durante el fichaje del grupo es un posible retorno de Brian Slade (Bowie) a los escenarios. Era así como se encontraba a finales de los 80. En el 87, lanzó el que posiblemente es su disco peor valorado: Never let me down. Una orgía de efectos ochenteros que son con lo que se propusieron acabar los grupos que surgieron de Seattle. Las diferencias con la realidad estriban en que el alter ego de Bowie es un individuo malvado, cosa que no era el artista.
El valor añadido que tiene Gunning for hits es que su autor, Rougvie, ha trabajado durante años en el negocio de la industria discográfica. A finales de los 80, cuando estaba en Rykodisc produjo un par de recopilaciones setenteras de singles y demos de David Bowie. Como ha declarado en entrevistas, se encontró con que Bowie no se acordaba de nada de su pasado. Prácticamente, él, como fan antes que como trabajador de un sello, tuvo que guiarlo por todo su catálogo hasta dar con las gemas escondidas que había grabado. Entre sus honores personales, se cuenta el haberle pasado a Bowie en 1989 las primeras demos de Pixies. En la actualidad, Rykodisc está adquirido por Warner. También trabajó con Big Star, Devo, Replacements o Elvis Costello.
Todo lo que aparece en esta historia está relatado con conocimiento de causa. Además, tiene un aspecto novedoso. Hay una lista en Spotify creada ex profeso para amenizar la lectura. Y el protagonista, Martin Hills, tiene su propia cuenta de Twitter donde añade más información sobre el personaje y se pueden completar los espacios que va dejando sugerentemente la narración. Aunque por ahora solo lleve tres tuits y el lanzamiento se produjo el 9 de enero.
Las referencias que el autor cita del mundo de la viñeta no están relacionadas directamente con la música. Son Think Tank, de Matt Hawkins y Rahsan Ekedal, también de Image, e IRS de Desberg y Vrancken, que en España lo sacó Norma. Ambos trataban de agentes secretos y conspiraciones políticas y criminales. Ese es el toque, una subtrama de sicarios, que le añade Rougvie a la atmósfera musical de su cómic.
No obstante, Rougvie se queja de que solo la nueva televisión haya abordado el funcionamiento interno de las grandes industrias estadounidenses. Como la publicidad en Mad Men, la televisión en Newsroom, la mafia en Los Soprano o el tráfico de drogas en The Wire. Algo que, a su juicio, no ha ocurrido aún en el mundo de la viñeta.
Para suplir ese vacío, en este cómic hay espacios de meta-narración, diferenciadas con otro tipo de dibujo, como ya ocurriera en el genial La mentira y cómo la contamos, donde se explican los mecanismos de funcionamientos de la vieja industria discográfica. Esa parte documental es lo mejor de esta serie. Aparte del contraste que presenta entre el arte y el marketing, dos mundos que se necesitan, pero que no tienen nada que ver entre sí y que pueden hacerse pupa el uno al otro. La parte de los asesinos a sueldo, no obstante, yo hubiera prescindido de ella.
Peter Bagge ha decidido continuar la saga Odio, uno de los cómics icónicos de los años 90 y que, desgraciadamente, dejó de publicar. Buddy Bradley, el personaje que nos enseñó que el brillo del grunge y la juventud de esa década era más bien una luz desvaída, inserta ahora a su personaje en los EEUU de Trump y “el género fluido”, con cargas de profundidad la constatación de cómo ha bajado el poder adquisitivo de cada generación. La obra, ‘Odio desatado’, sigue igual, o sea, sublime