ANÁLISIS | LA CANTINA / OPINIÓN

Al deporte no le basta con el sexo binario

Twitter: @TsfNewadotcom
17/09/2021 - 

Francine Niyonsaba es una atleta de Burundi de 28 años que disputaba carreras de mediofondo y que hace cinco se colgó la medalla de plata en los 800 metros de los Juegos de Río. Pero esta joven tuvo que cambiar de prueba en 2019. La World Athletics, la organización que rige el atletismo en el mundo, decidió ese año, en vista del dominio abrumador de la sudafricana Caster Semenya en esa misma prueba, los 800 metros, que algunas mujeres que producían unos niveles de testosterona demasiado elevados competían con ventaja, motivo por el que las obligó a hacerse un tratamiento para reducir la testosterona o, si no, les prohibía disputar las pruebas que van desde los 400 metros hasta la milla (1.609 metros).

Semenya se rebeló y llevó la decisión a los tribunales. El TAS, el tribunal de arbitraje del deporte, le dio la razón a la Word Athletics, así que la doble campeona olímpica elevó su recurso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Niyonsaba, que no tiene el respaldo empresarial de la sudafricana, decidió adaptar su cuerpo a una distancia superior. Se probó en los 5.000 y los 10.000 metros y en los Juegos de Tokio finalizó quinta en los 10.000.

Pero esta semana, la atleta de Burundi se convirtió en la primera atleta de la historia con Diferencia de Desarrollo Sexual (DSD, de sus siglas en inglés) en batir un récord del mundo. Niyonsaba corrió los 2.000 metros -la distancia más próxima al límite, por arriba, de las pruebas que tienen prohibidas- en 5:21.25 y batió la plusmarca que estableció Genzebe Dibaba en 2017.

Esta proeza avivó algunas voces críticas en el atletismo español. Varios expertos dijeron que convenía marcar bien la raya que diferencia a las mujeres de las DSD para no corromper su deporte.

Es un tema delicado. Muy delicado.

Es un asunto tan complejo que a mí me cuesta posicionarme. Escucho a un bando y me convence: corren con mucha ventaja. Pero escucho al otro y me vuelve a convencer: si es algo natural, como la altura o el tamaño de tus extremidades, ¿qué culpa tienen las que producen más testosterona? Vamos, que esto es un lío.

Entiendo a los que salen en defensa de las atletas con cromosoma XX porque no pueden competir en igualdad de condiciones con unas rivales, las DSD, que producen mucha testosterona. Pero también me pongo en la piel de Niyonsaba o de Semenya y entiendo que no tienen más opciones, que lo que reclaman los defensores de la pureza del atletismo femenino las excluye del deporte. Así, de golpe. No podrían competir en unos Juegos Olímpicos ni en un mitin en Croacia.

Niyonsaba, que ha hecho un gran esfuerzo cambiando sus aptitudes de mediofondista para convertirse en una gran fondista -tanto que mañana disputará en Valencia la 15K Nocturna-, corre con ventaja, pero la gran pregunta, el quid de la cuestión, al menos para mí, es la siguiente: ¿es una ventaja asumible o ‘natural’ que una saltadora de altura mida dos metros o que Yulimar Rojas, la plusmarquista mundial de triple salto, tenga el cuerpo que tiene, pero no lo es que produzca más de diez nanomoles de testostreona por litro de sangre?

Solo hay algo que tengo muy claro: el atletismo, el deporte y la sociedad en general tienen mucho camino por recorrer en cuanto a la divulgación y la información de una sociedad que, en su mayoría, ha sido educada con el sexo binario, cuando hay todo un espectro de matices y asteriscos. Porque, según he leído hace un rato en un artículo sobre esta materia, hay hasta 25 genes capaces de producir cambios anatómicos durante el proceso de desarrollo sexual. Es decir, es todo mucho más complejo que el sexo binario, que XX (hembra) o XY (macho).

Y los dirigentes tienen la responsabilidad en los próximos años de decidir dónde ponen una puerta y dónde no. Qué entienden ellos por una ventaja asumible o ‘natural’ y cuál no. Yo, mientras, seguiré hecho un lío…


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