Aquí vienen emplatadas de a cuatro, como cuatro pequeños soles. O cuatro corazones, que podemos diseccionar empezando por arriba. Ralladura de trufa negra del Alto Palancia, huevo frito de codorniz, la alcachofa abierta pasada por las brasas y al final —o al principio, según se mire— esa misma alcachofa, un poco más que su corazón, que ha sido confitada en una cocción bien cuidada de aceite de oliva virgen extra.
Se deshace en la boca. Con toques crujientes. Deliciosa.
Uno visita los pueblos de interior también para estas cosas.