VALÈNCIA. A las diez de la mañana, cuando el sol de diciembre apenas calienta las baldosas de la Avinguda dels Tramvies, la cola frente a Lotería Manises ya dobla la esquina. El murmullo es constante en esta administración. El roce de los abrigos, el tintineo de las llaves en los bolsillos y las conversaciones entre desconocidos que se preguntan qué número quedará todavía colgado en el panel.
Rafa Sanchis, dueño de la Lotería, se acerca y levanta su móvil para enseñar una fotografía tomada una hora antes, a las nueve en punto. La imagen muestra a decenas de personas apretadas junto a la persiana todavía bajada, abrigadas hasta las orejas y decididas a conseguir, no un número concreto, sino "un pedazo de la magia de Manises".
"Esta es la peor hora", comenta Sanchis, con una media sonrisa. "Conforme se acerque el mediodía, la cola se triplica". La administración está situada frente al Museo de Fotografía del municipio. El local, más amplio que el anterior, vibra con el ritmo de siete ventanillas abiertas, cada una atendida por empleados que despachan décimos sin descanso.

- - Foto: MARGA FERRER
En los últimos años, cuenta Sanchis, el equipo ha pasado de siete a más de 20 personas. "El volumen ha crecido muchísimo", admite, aunque evita hablar de cifras concretas. Pero basta con mirar el trasiego del local para intuirlo: un goteo incesante de compradores de toda Valencia y también del resto del país.
"Nos viene gente de todas partes", explica Sanchis. "La gran mayoría son de la provincia, pero cada vez hay más compradores de toda España que ya nos conocen". Muchos llegan sabiendo que los números pueden comprarse por internet -un canal que, dice, les ha abierto un público gigantesco-, pero aun así se empeñan en plantarse aquí. Lo llaman "venir a por suerte de Manises".

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El pueblo más afortunado de España
En un sorteo donde todos los décimos tienen la misma probabilidad -una entre 100.000-, lo díficil no es que toque El Gordo, sino que vuelva a caer en el mismo sitio. Y, sin embargo, Manises lo ha conseguido siete veces desde 1971. Primero cayó el número 23.228 en ese año; luego llegó el 03.772 en 1986; después el 76.508 en 2012 y, apenas un año más tarde, el 62.246 de 2013.
La racha continuó con el 03.347 en 2018, el 05.490 en 2022 y el 88.008 en 2023. Siete golpes de fortuna que, puestos en línea, parecen desafiar el cálculo de probabilidades. La estadística, fría y matemática, diría que es fruto del volumen de ventas. Sanchis no lo niega del todo. "Está claro que contra más ventas tenemos, más oportunidades de dar premios", concede.
Pero, de inmediato, matiza: "Hay administraciones que venden muchísimo más que nosotros y no han repartido tantas veces El Gordo. Yo creo en la magia de Manises". Durante la entrevista, Sanchis repite varias veces esa idea: la magia. No como una certeza irracional, sino como una forma de explicar lo que la probabilidad no termina de abarcar.

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"En Manises, somos solo 30.000 habitantes y ya hemos dado El Gordo en dos años consecutivos... No es normal. Algo hay", añade. Esa magia -llámese azar o superstición- ha forjado una reputación que trasciende cualquier frontera. Al municipio de l'Horta Sud, llegan cada diciembre personas que no quieren un número concreto: quieren un número de Manises.
La administración vive uno de los fenómenos más peculiares de la lotería española. Un 'peregrinaje lotero' que recuerda a Doña Manolita, en Madrid, pero con un aire menos turístico y más devocional. En la capital, la gente hace cola por costumbre. En Manises, porque "aquí siempre toca".

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El origen de una leyenda
La historia comenzó en 1971, cuando un vendedor ambulante e invidente, conocido como Furraca, repartió en Manises el primer Gordo. Vendió papeletas del 23.238 en el mercado municipal al grito de "¡Para hoy!". Llevaba el mayor premio de la Lotería de Navidad colgado del cuello sin saberlo. Aquello marcó un antes y un después.
"Él abrió la puerta a la suerte", recuerda Sanchis. "Nosotros hemos dado cinco de los siete Gordos, pero el primero lo trajo Furraca y ese fue el inicio de la historia". La propia lotería que hoy dirige también tiene un recorrido singular. Procedían de un punto de venta mixto y comenzaron como administración en el 2000.
En 2005, se trasladaron a un local más amplio y, según Sanchis, ese fue el año que marcó un cambio de mentalidad. "Empezamos a funcionar más como empresa que como comercio. Nos metimos mucho con el tema de internet y, a partir de ahí, empezaron a venir los premios", explica.

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Pero, el punto de inflexión llegó un poco más tarde, en 2011, cuando cayó en esta administración el segundo premio íntegro. Sanchis todavía lo recuerda con claridad: la llegada de los reporteros del programa de Ana Rosa, el primer quinto premio a las 9:10 horas y el segundo tan solo media hora después.
"Era una locura. Habíamos dado dos premios antes del mediodía, así que todos los medios vinieron corriendo. Yo estaba convencido de que íbamos a dar el segundo premio también. Lo repetí tantas veces que alguien lo dijo en directo: 'Rafa dice que aún tiene que salir'. Y salió", comenta. Ese día, la administración repartió 212 de los 224 millones que cayeron en toda la Comunitat Valenciana.
Un peregrinaje que no deja de crecer
Desde entonces, las colas se multiplicaron. Los medios se han hecho eco de cada premio y la fama se ha retroalimentado. "Cada vez, viene más gente a buscarnos", explica Sanchis. A partir de octubre, cuando comienza la campaña publicitaria de Loterías, el ritmo se acelera. En diciembre, la administración se convierte en un hervidero de actividad.
"Esto es una locura total", admite. La administración ha visto de todo: clientes que buscan terminaciones concretas, otros que piden sumar dígitos como si de una fórmula secreta se tratara o compradores que llegan sin idea del número y solo quieren "algo de Manises".
Cuando se le pregunta a Sanchis quiénes son más supersticiosos, si los vecinos o los visitantes, responde con una carcajada: "Cada uno se monta sus películas para el Sorteo. Hay de todo". El efecto económico también es palpable. "La hostelería lo nota muchísimo", asegura.

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La afluencia de visitantes se traduce en cafés, almuerzos, compras o visitas al centro del municipio. Manises, conocida por su tradición ceramista y por albergar el aeropuerto de Valencia, ha incorporado la suerte como otra seña de identidad. "Atraemos muchísima gente cada día. Es una oportunidad para el pueblo", resume Sanchis.
Y, ¿qué pasa el 22 de diciembre, el día del Sorteo? "Es una fecha súper especial. Estamos aquí todo el equipo, vienen vecinos, viene prensa... Ponemos el Sorteo en directo y vamos cantando los premios, mirando si los tenemos. Si es así, lo celebramos todos juntos", cuenta.
A veces, los agraciados no aparecen hasta el día siguiente o, incluso, el 24. "El día 22 no suelen venir. Pero luego nos llaman, pasan por aquí para gestionar el premio y ahí es cuando te cuentan sus historias. Es el mejor momento".

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La magia de Manises
Preguntado por qué respondería si alguien quisiera saber el secreto de tanto premio en Manises, Sanchis no duda: "La suerte del pueblo. Vendemos muchísimo, claro, eso aumenta las posibilidades. Pero seguimos sin repartir todos los números. Que haya tocado en dos años consecutivos ... Yo lo vinculo a la magia de Manises".
Si tocara otra vez este 2025, ¿llamaría a un estadístico? Sanchis sonríe y encoge los hombros. "Será un cómputo de todo. La suerte, la magia... A ver si logramos el octavo Gordo". Fuera, la cola sigue avanzando. Los compradores se guardan el décimo en el bolsillo interior del abrigo, como quien protege un amuleto.

- - Foto: MARGA FERRER
Algunos se despiden con un "a ver si toca". Quizá solo sea probabilidad. O quizá sea algo más. Manises, desde luego, sigue creyendo en la magia. Y, a juzgar por la gente que visita esta administración de Lotería cada invierno, no es la única.