Opinión

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Pequeñas treguas

Los nuevos tutores de la Franja de Gaza seguirán extendiendo la ocupación sin detenerse en la creación de un Estado palestino libre, sin contemplar el futuro de un pueblo masacrado y acosado desde 1948

Publicado: 13/10/2025 ·06:00
Actualizado: 13/10/2025 · 06:00
  • Viñeta de la agencia informativa Arabi21News
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CASTELLÓ. Una pequeña tregua ha permitido que llegáramos al Parque Ribalta, a pesar de que a mi perro no le gusta el pavimento mojado. La continua lluvia ha dejado el parque sembrado de hojas, los árboles ya están semidesnudos, transitando en este otoño extraño, aunque el agua intensifica y embellece los paisajes verdes y esta zona de la ciudad brilla los días de lluvia. Con la artrosis a cuestas, Pancho ha disfrutado del paseo bajo el cielo gris permanente castellonense. Mientras caminamos voy pensando en una noticia que me ha impresionado, el cadáver que han encontrado en una vivienda de València, ese hombre mayor que ha permanecido unos quince años muerto. Cuánta soledad habrá vivido esta persona. Cuánto desamparo y abandono. Que nadie sienta tu ausencia, que nadie te añore, debe ser especialmente doloroso. Tampoco las vecinas y vecinos echaron de menos su presencia. Alguna rutina tendría el hombre con su soledad, para marcar su presencia. 

Según datos recientes un 20% de la población vive sola. Sobre todo, las personas mayores que han puesto de manifiesto un problema social ante el que ya se está comenzando a dar respuestas a través de la teleasistencia, servicios telefónicos para conversar, o asistencia a domicilio de voluntariado. La soledad no deseada tiene un grave impacto en la salud mental y el sistema sanitario. Estremece pensar en esta soledad ante la que con unas palabras, una charla, puede cambiar un mal día en un día positivo. Hablar, escuchar, compartir sentimientos para combatir la soledad, para no sentirse solo. Quince años muerto en tu vivienda es una circunstancia alarmante para esta sociedad que cada vez camina más solitaria

Regresamos a casa con la lluvia acelerando nuestros pasos. Pancho no se aclara bajo el agua y he tenido que cargarlo. Alguien apretó el mando y el agua se convirtió en un buen chaparrón. Durante el breve recorrido en silencio por el Parque Ribalta también he ido pensando en el “flamante” plan de paz  para Gaza de Trump. Han cesado los bombardeos. Raquel Martí, presidenta española de la UNRWA, anuncia que empieza a entrar, lentamente, la ayuda humanitaria. La población celebra la no muerte. Pero regresan a una ciudad arrasada, no regresan a casa, no regresan a la vida que abandonaron. El paisaje urbano son montañas de escombros en las que habrá que buscar a los muertos sepultados, dicen que serán centenares de cadáveres. Es un regreso maldito. 

Hoy se firma en Egipto este Plan de Paz, al tiempo que comienzan a entregarse los 48 rehenes israelíes, unos veinte son cuerpos sin vida, al tiempo que Israel entrega a unos dos mil presos políticos palestinos que también son rehenes. El nivel de confianza ante este plan de paz del narcisista Trump no es elevado, porque no contempla una paz duradera y, lo más importante, no cuenta con el pueblo palestino. La periodista, corresponsal internacional de RTVE y experta en Oriente Próximo, Yolanda Álvarez, escribía hace unos días en las redes sociales que el plan de Trump, elaborado desde un lado del conflicto, sin tener en consideración al otro, “parece más un intento de marcarse un tanto narcisista que de alcanzar una paz duradera que ponga a salvo a israelíes y palestinos, con garantías, derechos y un Estado libre y autogobernado. Me atrevería a decir que busca más bien enterrar esa solución justo cuando el mundo, con una mayoría aplastante, clama por ella, con una opinión pública que ya no compra la narrativa de que "Israel sólo se defiende”. Porque, como ha demostrado la relatora especial de la ONU para Palestina, la ocupación siempre ha sido un negocio y el genocidio también lo es.

Los nuevos tutores de la Franja de Gaza seguirán extendiendo la ocupación sin detenerse en la creación de un Estado palestino libre, sin contemplar el futuro de un pueblo masacrado y acosado desde 1948, desde el primer gran éxodo, la Nakba palestina. ¿Qué va a pasar con el apartheid, con Cisjordania, cada vez más ocupada y teledirigida desde el gobierno de Netanyahu?. El plan de paz es una nueva forma de colonialismo, de ocupación del territorio para buscar su rentabilidad. La esperanza es hoy seguir vivos, pero mañana nadie sabe si sobrevivirá. 

Mi vecina Carmen se queja de mis lamentos, dice que soy poco optimista, que relato las cosas clamando al cielo, cargando con demasiada melancolía. Tenemos continuos debates y discusiones sobre las tonalidades de grises que nos habitan. Pero ella, que vive sola, como yo, siempre está contenta y agradecida. Ayer pasó la mañana cocinando canelones, una ensalada de lechuga con granada, chipirones encebollados, y melocotón de Calanda para el postre. Brindamos y conversamos sobre el Día de la No Hispanidad, brindamos porque Trump no ha sido Nobel de la Paz, pero tampoco nos gusta que una representante de la extrema derecha, apoyada por EEUU, haya merecido este galardón que, la verdad, está muy devaluado. 

Buena semana. Buena suerte. No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania.

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