CASTELLÓ. El progresivo cierre de locales comerciales en la ciudad de Castelló y en otros municipios turísticos de la provincia está propiciando un cambio visible en el paisaje urbano: la reconversión de antiguos espacios destinados al comercio en viviendas, en muchos casos orientadas a su uso turístico. Se trata de una tendencia que, lejos de ser puntual, se consolida al calor de la crisis del comercio tradicional, la escasez de oferta residencial y el creciente atractivo del mercado del alquiler de corta estancia.
Así lo constatan desde el sector inmobiliario. El representante en Castellón de la Asociación de Inmobiliarias de la Comunitat Valenciana (Asicval), Chema Díaz, confirma que esta práctica se viene observando desde hace ya algún tiempo y responde a una combinación de factores estructurales. “La falta de viabilidad de muchos locales comerciales, unida a la escasez de vivienda disponible, ha favorecido que los propietarios opten por transformar estos inmuebles en viviendas”, explica.
Díaz subraya que el proceso no está exento de exigencias. Los ayuntamientos, recuerda, aplican una normativa para conceder la cédula de habitabilidad, con requisitos específicos en materia de iluminación, ventilación o condiciones mínimas de salubridad. “No es un trámite sencillo, pero aun así cada vez se ven más casos”, señala. Y añade un matiz relevante: la mayoría de estas nuevas viviendas no se destinan al alquiler residencial tradicional, sino al uso turístico, una modalidad que ofrece mayores expectativas de rentabilidad en determinados entornos urbanos y zonas con atractivo para el visitante.
Así, la provincia no es ajena al fenómeno de las viviendas de uso turístico (VUT). El número de viviendas destinadas a este tipo de arrendamiento temporal se ha duplicado en un año en la provincia, alcanzando ya las 13.095, según el registro de la Conselleria de Turismo. La mayoría se concentran en los municipios turísticos como Orpesa, Peñíscola y Alcalà, aunque de las algo más de 600 registradas en la capital, más de un centenar se han dado de alta en los últimos seis meses, lo que confirma la fuerza con la que está creciendo este segmento residencial.

Un crecimiento que obliga a las administraciones a no bajar la guardia para garantizar que este subsector turístico cumple la legalidad y asegurar un desarrollo turístico sostenible y de calidad, que no genere distorsiones de convivencia social ni competencia deseal con otros establecimientos reglados. Así, recientemente, la consellera de Turismo, Marián Cano, anunció que la Generalitat, a través de la Dirección General de Turismo de la Comunitat Valenciana, ha dado de baja a un total de 18.304 viviendas de uso turístico (VUT) inscritas en el Registro de Turismo de la Comunitat Valenciana durante este año 2025, al no cumplir con los requisitos de la nueva normativa como la falta de referencia catastral o NIF, entre otros. Además, está trabajando en dos fases adicionales de depuración del registro que afectan en su totalidad a cerca de 14.500 viviendas más.
El fenómeno de la reconversión de locales comerciales vacíos entronca con un cambio más amplio en las dinámicas de inversión inmobiliaria. El decano del Colegio de Economistas de Castellón, José Manuel Salvador, advertía recientemente de una pérdida de atractivo de los locales comerciales como activo inversor. Si durante años concentraron buena parte del interés del capital, hoy —afirma— su elevada disponibilidad y la dificultad para encontrar inquilinos han reducido notablemente su salida en el mercado. “Frente a esa situación, la vivienda se ha convertido en el uso que ofrece una mayor garantía de rentabilidad, impulsada por una demanda de alquiler muy intensa”, sostiene.
La escasez de obra nueva y el incremento de la demanda de alquiler -que se concentra en el sector de vivienda de segunda mano- también está generando otros efectos colaterales en el tejido económico. Desde el Colegio de Economistas apuntan al auge de pequeñas empresas especializadas en reformas y servicios vinculados a la rehabilitación de inmuebles para su incorporación al mercado del alquiler. Se trata, en su mayoría, de sociedades de reducido tamaño, con plantillas de entre cinco y diez trabajadores, creadas para atender una demanda creciente, especialmente en el ámbito de las obras de adecuación.