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reflexionando en frío / OPINIÓN

Compromís discrimina el valenciano

5/09/2023 - 

Crean problemas, erosionan abismos entre la ciudadanía, inoculan el veneno de la intolerancia. Después, estos mismos que han sido los creadores de nuestros males se erigen como los únicos capaces de solucionarlos. Me recuerda a aquella perversa teoría de la conspiración que acusaba a las empresas farmacéuticas de formular enfermedades en los laboratorios para posteriormente lucrarse con su tratamiento. Lo imaginan de una forma tan inteligente que no nos damos cuenta de que hay crisis que jamás se hubiesen consumado de no haber pisado los políticos determinados jardines. Sangran unas heridas que jamás cicatrizan, gangrenando la paz de tiempos pasados. Tranquilidad que desaparece abriendo debates absurdos y que hacen que perdamos el tiempo sin focalizar los esfuerzos en lo que de verdad importa.

Con el valenciano se ha creado un problema que no existía. Enfrentamiento del que todos tienen la culpa. Por un lado, tenemos a los que se han empeñado en hacer de él un requisito fundamental para ser funcionario público, nos lo han metido con calzador hasta tal punto que muchos han llegado a aborrecer a una lengua que es igual de suya como el castellano. Han querido potenciar un idioma marginando al otro; algunos se han obsesionado tanto en ignorar el español que en ocasiones da la sensación de que no saben hablarlo. Recuerdo en una ocasión que entrevisté a un candidato municipal de Compromís y pese a que yo le formulaba las preguntas en castellano él respondía en valenciano. No recuerdo cuando Aitana Mas habló por última vez en la lengua de Cervantes; se recrea mí imaginación pensando en cómo será mantener una conversación con ella en español. 

En el otro lado del tablero están aquellos que se rasgan las vestiduras cuando ven carteles escritos en valenciano, esos que veían en Baldoví a una reencarnación de Junqueras. Sectores empeñados en olvidar que en nuestra tierra no sólo el castellano es una lengua oficial. Algo tan sencillo como recordar la Constitución y el Estatuto de Autonomía es obviado por los primeros que dicen defender la legalidad. Representantes de esa España uniforme, estanca y aburrida que nos asimila al centralismo francés que castra cualquier instinto de distinguirse de París. Se parecen a los otros en ese acoso al que no compra sus tesis; ambos beben de la condena al que defiende unos intereses contrarios a los propios. Representan la explosión de lo que nos divide en lugar de abrazar lo que nos une.

Me hacía mucha gracia cuando hace semanas el tema de que se hablaran las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados copaba los medios de comunicación. Pensaba en si de verdad no había otras cosas más importantes por las que luchar. Las hay, lo que pasa es que a muchos les interesa más hablar de estas ocurrencias trasnochadas en lugar de lo trascendental. Se discutía sobre si habría que acometer un desembolso de miles y miles de euros en contratar traductores, que si iban a usar esa coyuntura para enchufar a los amigotes de los secesionistas, etc etc… Les preocupa que se invierta dinero en fichar intérpretes pero les da igual que se gasten millones en organizar unas nuevas elecciones generales o en sustentar un sistema político lleno de duplicidades. La vida es sencilla, pero somos nosotros quienes nos la complicamos. No sé si es porque es septiembre, el mes de los buenos propósitos, pero cada día tengo más claro eso que decía Antonio Gala de que el secreto de la felicidad está en que nada es lo suficientemente importante.

La notoriedad con la que unos y otros dotan al asunto de las lenguas cooficiales está abriendo disputas innecesarias. Cuando se empeñan en demonizar el valenciano están dando la razón a aquellos que acusan a los otros de perseguir su cultura. Sin embargo, siempre me ha llamado la atención la necesidad de establecer como requisito un idioma que se supone que está normalizado en un determinado territorio. No me imagino a los españoles teniendo que acreditar que sabemos hablar castellano a través de títulos dispensados previo examen oficial cuando se entiende que ya lo hemos aprendido a través de la costumbre y en la escuela. Da la sensación de que todos estos inquisidores defensores del valenciano son los primeros que lo discriminan indirectamente al no normalizarse como una lengua propia. Efecto espejo en el proyectan sus frustraciones convirtiéndose en el mayor enemigo de lo que dicen defender.

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