PUNK – ROCK AND ROLL  

De Le Jonathan Reilly a Caballo Trípode: Los grupos de culto que nos dejaron los primeros dosmiles

La reciente publicación de un recopilatorio de singles, demos y rarezas de Le Jonathan Reilly (2004-2008) nos sirve de excusa para analizar aquel periodo que vio nacer a bandas imprescindibles en la escena underground

2/12/2021 - 

VALÈNCIA. Probablemente, la primera década del siglo XXI no pasará a los anales como el periodo musical más fascinante de la historia. No es un periodo adherido a un gran relato, como lo tuvo el nacimiento de la psicodelia al calor de la revolución hippie, o el punk como reacción nihilista al conservadurismo político imperante. Con el cambio de siglo surgieron grandísimas bandas, pero no existía un sentimiento generacional claro, como aquella angustia existencial de origen impreciso que reunió en torno al grunge a un montón de bandas que en realidad musicalmente se parecían poco. Sin embargo, en todos los momentos de la historia se pueden encontrar cosas interesantes. A veces es cuestión de cerrar el foco y acercar la lente al subsuelo.

¿Qué estaba pasando musicalmente en la ciudad de València en la primera década del siglo XXI? A grandes rasgos -porque sobre esto pueden existir distintas teorías-, el mapa del underground valenciano se movía en torno a dos grandes vertientes, unidas a su vez por vasos comunicantes. Por un lado estaba la parte más “pesada” y dura, que en aquellos años estaba dominada sobre todo por el postrock y el posthardcore -es decir, la evolución del hardcore punk hacia el emo, el noise rock, el screamo, etc-. En este terreno surgieron bandas como Zanussi, Mentat, The Car Crash, Sleep, Down in Three, Derrota, Cigueña y un largo etcétera. Este es el “hilo” del que acabó surgiendo el colectivo Orxata Negra.

La segunda vertiente era más rockera, festiva y a veces experimental. Con mucha urgencia, secciones rítmicas más “raras”, guitarras más ligeras y en algunos casos con gusto por las melodías. No reivindicaban a los Ramones ni a los Cramps, sino a los Wipers, Swell Maps, Josef K, Pell Mell, Pere Ubu o Big Boys. Detrás de grupos valencianos y alicantinos como Le Jonathan Reilly, Estrategia Lo Capto!, Los Plátanos, y un poco después VenereansCaballo Trípode, Zener o Ansaldo Tropical había un grupo de veinteañeros cuyos nombres podrían contarse con los dedos de dos manos. Fueron la semilla de lo que vino después, ya metidos en la década 2010-2020: Futuro Terror, Cuello, Antiguo Régimen, etcétera.

Dos notas al margen sobre aquellos años: el hecho de que entonces todavía era habitual cantar en inglés, y el enorme desequilibrio que existía entre hombres y mujeres encima del escenario (¡cuánto hemos mejorado en estos quince años!). En cualquier caso, ahí estaban excepciones de grupos como Redentoras Humilladas y Las Rodilleras.

Uno de los primeros grupos de culto que surgieron en ese momento fue Le Jonathan Reilly, formado por Jonathan Bordes y los hermanos de Gandía José y Andrés Martínez. Hablamos de ellos con motivo de la reciente edición, por parte del sello Discos Peroquébien, de un casete recopilatorio con los singles, demos y rarezas publicados por el trío entre 2004 y 2009.

“Es un grupo que sobre todo tuvo muy buen recibimiento en la escena norteamericana de punk más marciano”, nos cuenta Jonathan, miembro a su vez de Estrategia Lo Capto!, Caballo Trípode y Venereans, además de ser uno de los creadores del influyente fanzine Chilena Comando. Efectivamente, tuvieron cierta resonancia internacional. Holy Cobra Society -que fue junto con Discos Humeantes el sello nacional que más apostó por los grupos valencianos de ese momento- publicó un split de Le Jonathan con Tyrades. Tic tac Totally (Chicago) y FDH records (Philadelphia) también publicaron al grupo valenciano.

Del mismo modo, el disco Horror Vacui (2009) de Caballo Trípode fue mezclado y masterizado por Bob Weston de Shellac, que se declaraba fan del grupo valenciano. La coedición corrió a cargo de Tic Tac Totally en Estados Unidos y por Holy Cobra Society en España.

Una escena errante no es una escena 

La música underground, especialmente en ciudades pequeñas o medianas como València, siempre ha creado burbujas endogámicas. Es decir, un rosario de bandas integrado por las mismas personas, pero organizadas en distintas combinaciones. En la primera década del siglo, no había una escena underground tan amplia e intergeneracional como la de ahora. Y la razón es que no existía un lugar icónico que lo hiciese posible.

Para que se prendan este tipo de fenómenos subculturales es muy importante que exista un espacio de libertad tanto físico como mental. Un espacio donde no se hagan concesiones comerciales, en el que exista una política de precios populares y un público militante y curioso, de los que no se saltan al grupo “telonero” y muestran avidez por ver en directo a grupos que quizás no hayan escuchado nunca.

El country rock de Los Angeles tuvo su Troubadour; el punk 77 y la new wave de Nueva York tuvieron su CBGB; el hardcore punk norteamericano se desarrolló alrededor de salas y centros sociales como el 9:30 Club en Washington D.C.; el Gilman Street Project en Berkeley (California) o el ABC No Rio en Nueva York. En València, el mapa estaba muy disgregado en una constelación de salas con sonido espantoso a las que había que ir a morir para poder montar un concierto. La excepción la ponían quizás Pepica La Pilona, Proyecto Mayhem o el CSO L’Horta, donde sí se organizaban conciertos de vez en cuando.

Estaba Red Shoe, en la carretera de Barcelona. Una sala de fiestas donde se organizaron conciertos históricos, como el de Black Lips cuando la banda norteamericana todavía no se conocía en Europa. Eso sí, después del último acorde de guitarra, había que desalojar a toda mecha, porque venía la clientela habitual a bailar salsa. En la discoteca Mogambo, cuya acústica no estaba preparada para baterías, bajos ni guitarras, actuó la mítica banda holandesa The Ex para no más de treinta personas. Muchas veces era necesario desplazarse a Sedaví; allí había dos pubs, el Creepy y el Paberse Matao. También estaban El pequeño Diablo, el Dub Club y un poco después el Flow, en la plaza de Honduras; otro bar de suelos de gres esmaltado, pero que llegó a tener una programación más o menos estable durante uno o dos años. No podemos olvidarnos del So What!, en el barrio del Carmen, donde se organizaron bastantes conciertos -más bien de estranjis-, pero que se traspasó antes de 2005, funcionando ya únicamente como bar bajo el nombre de Turmix. El gran cambio de paradigma vino en 2008, con la apertura de Magazine Club, y un año después con la inauguración de La Residencia como centro social autogestionado.

“En esa época éramos muchos menos grupos, y teníamos que buscarnos las castañas para tocar y para montar conciertos -recuerda Jonathan Bordes-. Estábamos siempre buscando. Y nos conformábamos con lo que había, aunque estuviese lejos y el sitio fuese muy infra”.

Cuando tienes un sitio fijo, todo crece -opina Óscar Mezquita, músico y miembro de Orxata Negra-. Magazine Club (2008-2018) y La Residencia han sido decisivos para que València ahora esté como está: con muchísimos grupos en activo, que además se están valorando mucho fuera. Creo que son la razón por la que es uno de los lugares de España donde hay tanta gente joven haciendo música de guitarras. Y además en un momento en el que el punk está considerado una cosa de viejos y a los chavales (y me parece estupendo) lo que les va es el trap y la electrónica. Son lugares donde conoces a gente que tiene gustos parecidos y donde se crean muchos grupos nuevos. Hay mucha retroalimentación. Como nos juntamos muchos, y siempre los mismos, nos influenciamos mutuamente los mayores y los jóvenes. Y todo eso hace que se formen proyectos intergeneracionales como Finale, Tercer Sol o Mecánica Clásica, donde puede llegar a haber una diferencia de veinte años entre sus miembros”.

“Es increíble pensar cómo pudieron surgir tantos grupos en un momento en el que, no solo no había salas de conciertos con programación estable de música underground, sino que además las redes sociales todavía no funcionaban como ahora -explica el guitarrista Fer Junquera-. Por cierto, además de los grupos que surgían de València, en aquella época también había bandas super interesantes que eran colegas y venían a tocar aquí, como Ensaladilla Rusa, Omega 5, Fabuloso Combo Espectro o Ginferno”.

Miguel Ángel del Ser -más conocido como Michi-, tocaba el bajo en Venerans, grupo compartido con Jonathan e Isidro Rubio. Su perspectiva es especialmente interesante porque él era un madrileño emigrado a la capital del Turia. “Siempre he considerado que València es la meca del underground nacional. Muy predispuesta a montar proyectos DIY, a crear colectivos y con un público muy febril. Una ciudad donde además hay más laxitud por parte de las autoridades que en Barcelona y Madrid, y eso ayuda”.

“Le Jonathan Reilly era una banda que ofrecía una visión muy interesante y muy personal sobre el punk rock, porque tenían ideas muy originales, que sonaban tanto a Jonathan Richman como a los Wipers, lo que de por sí eran influencias muy novedosas en España en aquel momento -recuerda Michi-. Lo mismo se puede decir de Estrategia Lo Capto!, un grupo que hacía versiones de 22 Pistepirkko y que sonaban funk y trotones, pero también experimentales. Es imposible hablar de esa época sin hablar de ese grupo, que hoy en día sigue siendo como el acero inoxidable. Todo ese grupo -Marcos, Fer, Jose, Joni-, eran personas con una cultura musical excepcional, muy elegante y muy madura para las edades que tenían. Fue muy definitorio para la creación de una vertiente menos metalera dentro del underground de aquella época. En cuanto a Venereans, la idea era recuperar un hardcore punk que no estaba demasiado reivindicado en España en aquel momento, pasándolo por la batidora troner que incluía tropicalia, psicodelia y rock and roll. Era un grupo particular porque éramos tres freaks”, concluye.

“Yo recuerdo la época de Los Plátanos y de Ansaldo Tropical con mogollón de nostalgia -nos cuenta José Pazos, hablando desde la perspectiva alicantina-. Era una época diferente, en la que nadie pensaba en salir en la prensa ni en tener manager y esas cosas. Todo era muy DIY. Establecimos una red muy bonita de amistades y solidaridad con grupos de otras partes del país como Fantasmage, Las Nurses, Chiquita y Chatarra o Fabuloso Combo Espectro. En cuanto a Le Jonathan Reilly... esa extraña mezcla de punk, surf y melodías con tintes orientales en las guitarras fueron una influencia increíble para mí”.

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