La redacción de la Constitución duró prácticamente un año en el que hubo crisis de todo tipo entre los ponentes reflejadas por los humoristas gráficos. Fraga denunció el "consenso" como un pacto "ucedista-marxista", ya que le dejaba fuera de los grandes acuerdos. Al mismo tiempo, desde la izquierda, se lanzó la premonición en el Papus de que en la Constitución había palabras bonitas y palabras feas y que, a buen seguro, unas se olvidarían y otras se cumplirían a rajatabla
MURCIA. No pude evitar esbozar una sonrisa cuando leí hace un par de semanas, con motivo del aniversario de la Constitución, un artículo de Daniel Bernabé que recogía la versión histórica de lo que sucedió entre 1975 y 1978 en España. La llamo histórica porque es la que se basa en los hechos contrastados. Esto es, el pueblo español, en la calle y mediante huelgas, desbarató los intentos de establecer una forma de franquismo sin Franco por parte del poder político, que en el inicio de este periodo estaba en manos de Juan Carlos, Arias Navarro y Fraga.
Pocos días antes, en una entrevista sobre su último libro, Xavier Doménech desarrollaba esta misma tesis. Era un soplo de aire fresco. Entre los revolucionarios del 15-M, con académicos como Monedero a la cabeza, y los entornos nacionalistas incluidos especialmente los subordinados a ETA, durante muchos años solo se ha tocado el tema desde la propaganda gruesa. No obstante, entre la generación que creció en democracia, han logrado tener más calado las teorías que no proceden de un análisis racional de la historia. Todo con gran colaboración de periodistas poco dados a la lectura de nada, pero sí a la emoción del momento, y no pocos negligentes académicos, amén de los políticos que se sirven del desconocimiento general para sus fines.
No he estudiado la evolución de estas teorías. Mi impresión superficial es que desde que sectores de la derecha quisieron apropiarse de la Transición como concepto, con sordina se difundió el bulo de que el franquismo, como fruta madura, tras arreglar económicamente España, había engendrado una democracia, que además supo implantarla pacíficamente, los tiempos en los que hubo que hacer una guerra para impedir la revolución comunista habían quedado por fin superados. Ante estos mensajes, la izquierda alternativa en lugar de contradecirlos porque eran mentiras de reír por no llorar, lo que hizo fue creérselos y actuar como si la Constitución fuese el proyecto del franquismo, como venían a sugerir sus herederos. También hay gente a la que le gusta recibir latigazos colgados boca abajo, no me meto en lo que cada uno quiera hacer con algo todavía más íntimo como es su cerebro.
No obstante, si volvemos al pulso de aquellos días reflejado en la prensa el ambiente es bien distinto, como prueba este chiste de Peridis del 7 de diciembre de 1978, un día después del referéndum, sobre una conversación entre Franco y el papa Pablo VI. "Desatado y bien desatado".
En una entrevista en una tesis de Natalia Meléndez sobre el humor gráfico en El País, el humorista le explicó cómo era la atmósfera entonces al hilo de cómo era la redacción de su periódico: "gente joven, buscando la noticia y abriendo cada día un poco más el camino de la libertad. Es decir, la libertad no estaba dada, había que conquistarla y no se sabía qué límites había". Respecto al papel de los humoristas, ponía en contexto que fue muy importante para darle la estocada a la retórica recargada y vacía que emanaba del régimen en sus estertores: "en la Transición los grandes humoristas españoles hicieron una labor enorme, primero de demoler el lenguaje caduco del régimen franquista".
A principios de diciembre del 78, decía José Luis Erviti en el editorial de El Jueves: "al Código Penal del año del catapún se le sube la sangre a la cara y secuestra El Jueves una semana sí y otra también, casi. Así que estáis leyendo algo escandaloso y vosotros sin enteraros ¡pobrecillos! Pues bien, esperamos. Después del 6-D quisiéramos poder ser ciudadanos decentes para la Ley (...) nos hemos casado con la Constitución y somos muy celosos (...) a los terroristas que matan o hacen todo lo posible por que nos partamos la crisma entre españoles, la Constitución debe repudiarlos (...) En fin, que después de hoy, 6-D, nos gustaría que la política fuera para los políticos y el fútbol, la tele y las chicas guapas para quien se las merece. O sea, a cada cual lo suyo, según el dicho rojo, talmente como es la Constitución para los ultras civiles, eclesiásticos y otros".
En sus páginas, Martínez el Facha, que había pedido el voto para el "No", estaba desolado. No se levantaba de su sofá en el siguiente número, su mujer decía "lleva así desde que se aprobó la Constitución". En otro chiste, un ultra intentaba impedir la aprobación de la Carta Magna amenazando con su suicidio, con tirarse desde un balcón, y todo el mundo le pedía que se animase, que por favor lo hiciera. En el resto de viñetas las mofas eran con la Iglesia, que nunca se mostró partidaria de la Constitución.
Antes, ese mismo año, durante la elaboración del texto hubo duros desencuentros. Alianza Popular y UCD tenían mayoría, podían imponer lo que quisieran, pero UCD, decidió que todo se hiciera por consenso de todos y, si alguien debía quedarse fuera, que fuese AP. Desde ese momento, el famoso consenso, para Fraga fue "ucedista-marxista". Lo reflejó Peridis.
Por el contrario, en todos los medios hubo visiones críticas y también cínicas del proceso. Los humoristas de extrema izquierda plantearon que la trampa del referéndum de la Constitución era que votar no o abstenerse suponía apoyar a los fascistas, pero que votar sí era decantarse por las multinacionales. Decían en el Papus "mierda o mierda". En ABC también les parecía objeto de mofa, a Mingote, que el hecho de que un detenido reclamase la presencia de un abogado -después de lo que había pasado durante cuarenta años- era propio de las series estadounidenses.
Finalmente, tras la aprobación, en El País los humoristas coincidían en plantear un futuro esperanzador y prometedor. El optimismo invadía cada viñeta. Sin embargo, sería engañoso plantear este estado de ánimo como unánime. En el Papus el desapego al proceso era notable, aunque quedaba claro que contra la Constitución estaban "los fachas". No obstante, en unas columnas, aparecían verdades que, hoy, son hirientes por su acierto.
Decía Orgasmo de Rotterdam: "¿Por qué tengo que olvidar? Si nadie olvida. Los nazis en Europa fueron perseguidos, juzgados, condenados. Aquí se les nombra consejeros de bancos oficiales, de empresas estatales, se les da el carnet de UCD. ¿No cree, padre compañero espiritual, que olvidar estas cosas es la forma más sencilla de permitir que se repitan?".
Y la premonición más precisa fue la de Wilkes Booth: "Ahora nos han dado una Constitución, o nos darán. Llena de frases bonitas, otras que no lo son tanto y otras que no lo son nada, pero muchas cosas no se cumplirán y otras se cumplirán a rajatabla".
Si bien todo eso ocurrió después.