CASTELLÓ. El debate sobre el futuro de la dirección del Partido Popular en Castellón se dirime en Génova desde hace varias semanas. Al contrario de lo que pudiera parecer por los últimos actos públicos, cerrando los populares filas en torno a Miguel Barrachina, la figura del actual presidente provincial sigue sin convencer en Madrid.
Círculos próximos al líder nacional, Pablo Casado, ven a Begoña Carrasco, presidenta local del PP, como la mejor posicionada para liderar la regeneración en la provincia. En realidad, el proceso ya se ha iniciado en algunos grupos municipales de una manera directa o indirecta (accidentalmente) con nuevas portavocías. Esos aires de cambio, poco visibles a ojos de la opinión pública pero patentes en el funcionamiento interno, vaticinan movimientos tras las elecciones del 10N.
La también portavoz popular en el Ayuntamiento de la capital de la Plana cuenta con el beneplácito de Génova. En los mentideros de la junta directiva su nombre está encima de la mesa para promover una renovación en Castellón, algo en lo que siempre ha insistido Casado desde el momento en que los afiliados le encumbraron hasta la presidencia del partido en sustitución de Mariano Rajoy.
Tampoco se escapa que Carrasco fue una de las grandes valedoras del palentino en la provincia, siendo además de las pocas que se postuló abiertamente como casadita frente a la ambigüedad pública de otros barones, como el propio Barrachina, sorayista pero que nunca lo expresó de puertas hacia afuera en el proceso de primarias.
A pesar de las simpatías que despierta la presidenta castellonense en Génova, la dirección nacional entiende que los resultados electorales del 10N en la provincia jugarán un papel esencial a la hora de tomar decisiones. Es más, se trata del único clavo ardiendo al que se aferra Barrachina, en vista de las últimas encuestas, que pronostican un aumento de votos. Dependiendo de ese posible incremento, la balanza se inclinará de un lado u de otro.
Y es que no hay que olvidar que en los comicios del 28A, el PP sufrió una sonada derrota en Castellón. Más allá de perder uno de sus dos diputados en favor del PSOE, resultó especialmente significativo el hundimiento plebiscitario en relación al 26J de 2016. En menos de tres años de diferencia, los populares pasaron de vanagloriarse de sus 106.746 votos a resignarse con los exiguos 63.672. La debacle, con una pérdida de 43.000 sufragios, tuvo continuidad en las municipales del 26M, perdiendo el último bastión que quedaba en pie: la Diputación de Castellón.
A Barrachina, aquel desplome, le marcó, surgiendo desde entonces voces críticas acerca de su gestión. Por ello, cualquier signo de recuperación el 10N puede comportar su mejor argumento para retener la presidencia provincial del PP. Al menos, a medio plazo.