BENICÀSSIM. El Partido Popular y Ciudadanos se dan una tregua en el Ayuntamiento de Benicàssim y dejan para octubre, como pronto, la revisión de su pacto de gobernanza. Ante la importancia que supone el turismo para el municipio, ambos partidos priorizan el desarrollo de dicha campaña, que se suele extender más allá de septiembre, frente a su crisis interna por el caso Domingo Lorenzo.
Aunque las relaciones han mejorado en las últimas semanas, especialmente tras el gesto de la alcaldesa, la popular Susana Marqués, accediendo a que el edil naranja Javier Alonso se integre en la Junta de Gobierno Local, lo cierto es que el principal socio sigue sin definir su posición respecto al concejal tránsfuga de Cs.
La portavoz de Ciudadanos, Cristina Fernández, se reafirma acerca de su negativa a aceptar cualquier acuerdo del ejecutivo local que signifique contar con el apoyo de Lorenzo, quien el pasado 1 de junio abandonó la formación que lidera Inés Arrimadas, pero sin entregar su acta de regidor, pasando a la bancada de los no adscritos.
La indefinición mostrada hasta ahora por el Partido Popular en este asunto genera malestar en el grupo municipal naranja, que incluso ya ha explorado otras opciones para establecer una alianza de gobierno más estable. No obstante, el PP y Cs parecen condenados a entenderse. Primero, porque comparten muchas inquietudes sobre el modelo de crecimiento de la localidad. Segundo, porque un hipotético entente entre Ciudadanos y el PSPV resultaría insuficiente al encontrarse en evidente inferioridad.
Cabe recordar que la corporación en el Ayuntamiento de Benicàssim está compuesta por un equipo de gobierno en minoría (seis concejales populares y dos naranjas), con una oposición en mayoría, pero sin avenencia entre algunos de sus grupos. El PSPV cuenta con cuatro representantes; Compromís, con dos; los no adscritos suman otros tantos; y Ara Podem ostenta uno. En total, 17 munícipes.
El PP y Cs, hasta la salida de Lorenzo, exhibían su superioridad (9 ediles) frente al resto en virtud de un pacto negociado verbalmente tras las elecciones, y que debía haberse ratificado por escrito semanas después. Ese documento nunca llegó a firmarse pese al transcurrir de los meses, suponiendo una invitación a posibles desavenencias, como así se ha demostrado con el episodio de transfuguismo en las filas del partido naranja.
Ahora, el compromiso de ambas formaciones estriba en sentarse a detallar los máximos y los mínimos de su acuerdo una vez finalice la campaña turística. Al menos, en eso está trabajando internamente Ciudadanos, que pretende presentar a su socio una batería de propuestas para evitar en el futuro nuevas diferencias por cuestiones propias o ajenas a cada grupo o que atañen al ejecutivo en general.