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'El caso Asunta, Operación Nenúfar’: un caso para no entender absolutamente nada

Mientras Netflix y Bambú preparan un drama del crimen de Asunta para estrenarlo en 2024, echar mano de la mini-serie documental que lanzó la misma plataforma de pago sigue dejando anonadado. Es muy difícil entender cómo pudo suceder lo que ocurrió, quizá porque no somos conscientes de que el ser humano es capaz de todo y, si ha sido torturado en exigentes ambientes elitistas, todavía más. Ya lo dijo Haneke en La cinta blanca

16/12/2023 - 

VALÈNCIA. Hacerse viejo hoy es ver cómo los crímenes con los que te han martilleado los magazines de las reinas de la mañana y otro tipo de programas sensacionalistas se convierten en miniseries documentales de calidad que se emiten en plataformas de pago. Me acaba de pasar con El caso Asunta: Operación Nenúfar, lo que la verdad esconde, de Netflix, aunque la plataforma, no contenta con ello, también contará el año que viene con un drama sobre el suceso protagonizado por Candela Peña y Tristán Ulloa, también obra de Bambú Producciones.

El documental, en cuatro episodios, lo que pone de manifiesto es que el público de los programas matutinos, ya sea siguiendo sucesos o corazón, se está tragando contenidos de primera, digan lo que digan los moralistas. La prueba es que empaquetados en dosis comedidas, de cuatro o cinco horas, se convierten en obras maestras. Ya puede ser la vida de una tonadillera, la de una vedette o un crimen. Solo cambia cómo se administra la dosis, si es a diario, con multitud de subtramas e hipótesis, o en un producto destilado. 

Mucha gente detesta este tipo de contenidos, pero con ello solo admiten indirectamente su ignorancia. En el corazón, un pequeño detalle de un comentario sutil en un canutazo de una celebrity puede parecer una banalidad, pero si llevas viendo la tele y las revistas desde 1986, tienes una cantidad de conocimiento encima de modo que colocar esa pequeña pieza del puzle pueda tener un resultado más gracioso que la última serie guionizada por indies de Nueva York que no se soportan a sí mismos. Lo mismo con los crímenes ¿es relevante la aparición de no sé qué objeto no sé dónde? Pues si llevas ya 890 horas de ese crimen repartidas en tres años, puede ser sobrecogedor. En fin, que un respeto al público diario de la televisión.

De hecho, es normal que les cueste despegar los ojos de la pantalla. El caso que nos ocupa hoy, Asunta, ¿quién logró entender algo? Queda perfectamente claro que un cúmulo de indicios basta para condenar a alguien. En caso contrario, como se explica en el documental, sería muy fácil que los crímenes quedaran impunes. 

Cualquier conocedor del ser humano es consciente de que las personas son capaces de todo. Los protagonistas de este caso son gentes acomodadas de Santiago, pero las elites siguen siendo seres humanos aunque se eleven por encima de los mortales y son iguales de capaces de todo. Por eso no es de extrañar que las hipótesis que se proponen sobre el asesinato de la niña adoptada, que se había convertido en una carga después del divorcio de la pareja, sean perfectamente pertinentes. 

La frialdad de ambos en los interrogatorios da que pensar cosas peores, incluso. Sin embargo, la presunción de inocencia es un derecho y en el juicio no fue nada fácil probar la autoría del crimen. Había algunas pruebas contradictorias, se establece la hora de la muerte en un momento que imposibilitaría que  unas cámaras hubiesen captado a la niña como lo hicieron caminando por su propio pie por la calle. 

La impresión que deja el documental es que es muy probable que los dos condenados tuviesen un plan para eliminar a la niña, pero muy posiblemente les saliese regular, de ahí que, ahora, en la reconstrucción, a la vista de los hechos no parezca que nada tenga sentido. La propia forma como aparece el cadáver, que lo podía ver todo el mundo, podrían haberlo dejado así de cualquier manera después de ver que venía un coche o tras un ataque de pánico. Quién sabe si el día de la muerte fue el elegido o se les fue la mano, ya llevaban tiempo drogándola. En resumen, conocemos solo lo que dicen y lo que aporta la investigación, pero detrás puede haber un verdadero esperpento.

Aun así, lo que tienen estas cosas de la crónica negra es la inmersión en la vida de otros. Constituyen un verdadero acto voyeur. Como digo al principio, a mí me sigue fascinando el comportamiento de las elites. Los papás profesores de universidad que machacan y hacen infeliz a su hija obligándola a destacar, a ejercer una carrera que no le interesaba lo más mínimo, exigiéndola hasta reventarle el coco. 

Y en ese contexto, no dejan de ser menos interesantes las celopatías, como las llaman técnicamente, que esa hija de papás universitarios podría desarrollar hacia todo lo que destaque más que ella a la vista de la expectativa que sus padres han establecido para ella. Me hace gracia porque he conocido alguna vez familias bien de estas características y siempre he advertido esos rasgos de personalidad en los vástagos. Quizá no tan marcados como los de la madre de Asunta, que tenía problemas psiquiátricos, pero sí lo suficiente para crear infelices que, aunque son inteligentes y hedonistas, al final todos los pasos que dan en su vida son para obedecer a papá, en sentido estricto o figurado, aunque tengan que pasar por encima de lo que haga falta. Ahí es donde veo que está el interés novelesco del caso, que es especialmente cruel y repugnante.

En el último episodio, un grupo de estudiantes reproducen las deliberaciones de lo que fue el jurado. No deja de ser terrorífico, se percibe cómo se dejan llevar por sus prejuicios e ideas preconcebidas de manera, incluso, agresiva, por mucho que solo se trate de un debate. Ciertamente, puede que el contexto a todo el conjunto, en lo que respecta a la madre, ya lo diera Haneke en La cinta blanca

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