Habría que levantar un monolito, en el centro de las grandes capitales, a esas miles y miles de madres jóvenes que, con todo en contra, plantan cara a la vida. La última película de Jaime Rosales habla de una de ellas.
El cinestudio d’Or de València debería estar protegido como Bien de Interés Cultural. Inaugurado en los años cincuenta del siglo pasado ha sido, durante décadas, refugio amable de los amantes del cine. Películas de reestreno, sesiones dobles y a un buen precio, ¿dónde se puede encontrar algo así en un país en el que cada día te roban la cartera?
En el inicio de estas fiestas navideñas fui a ver Girasoles silvestres, del director Jaime Rosales. Me la perdí cuando se estrenó en octubre. De Rosales, realizador con fama de hermético, había visto Hermosa juventud, retrato de una pareja de jóvenes sin futuro, víctimas de la crisis de 2008, que aceptan grabar porno casero para ganar algo de dinero.
Girasoles silvestres habla también de esa juventud sin horizonte, diez años después. Jóvenes sin trabajo o con empleos precarios y mal pagados, a merced de la ley de la oferta y la demanda, que viven de alquiler en cuchitriles y gastan el poco dinero que tienen en boleras y discotecas del extrarradio de Barcelona.
Esta película refleja el estado deprimente de un país en un momento histórico, que es el nuestro. Se centra en una juventud que dejó de ser un divino tesoro para transformarse en un callejón sin salida. Es una juventud robusta y engañada que se dio cuenta demasiado tarde de que los hijos de los de siempre le habían vendido la moto, y que palabras como “porvenir” carecían de sentido para ella.
Girasoles silvestres tiene la belleza de algunas tristezas. La felicidad suele pecar de obscena para quien no la disfruta. La tristeza, a veces, puede ser hermosa. Como hermoso es el personaje de Julia, una mujer de 22 años, madre de dos niños pequeños. A tientas y a ciegas, Julia intenta encontrar su camino y abrirse paso entre las trampas de la vida. Es de ese tipo de mujeres que se enamoran de hombres que no les convienen. A un fracaso se sucederá otro mayor, pero ella no puede evitarlo, como el protagonista de Las amistades peligrosas.
Julia, interpretada por una Anna Castillo en estado de gracia, conoce a tres hombres. El que deja más huella en el espectador es Óscar, un quinqui agresivo y enamorado de los tatuajes, mascachapas obsesionado con ponerse cachas, que acaba amargándole la vida a la chica. Óscar es interpretado por Oriol Pla, excelente actor al que conocimos encarnando a Justo Gil, el buscavidas de la serie El día de mañana. El segundo es Marcos (Quim Ávila), el padre de los niños, compañero de instituto de Julia y que es militar en Melilla. El tercero es Álex (Lluís Marqués), un viejo amigo de la protagonista.
A medida que transcurre la historia, escrita por Jaime Rosales y Bárbara Díez, el espectador queda cautivado por el heroísmo de una joven sin apenas estudios ni recursos, que bordea la pobreza. Julia, que tiene y ejerce el sagrado derecho a desesperarse, se sobrepone a sus fracasos sentimentales. Quizá por ser muy joven, sigue confiando en que la vida le brindará otra oportunidad para salir adelante, y pelea y lucha por sus hijos. La tristeza de la película se ve matizada por la esperanza.
“’Girasoles silvestres’ narra la épica de muchas mujeres anónimas que carecieron de la suerte de nacer en una buena cuna”
En el personaje de Julia, Girasoles silvestres está narrando la épica de muchas mujeres anónimas que carecieron de la suerte de nacer en una buena cuna. Es un canto agradecido a esas madres valientes, sin caer en los tópicos del feminismo oficial. Esta película ha sido de lo mejor de la cosecha del cine español en 2022. Se merece algún premio de los siempre controvertidos Goya.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto