VALÈNCIA. Tanto en el rock como en el heavy metal, por muy bienintencionados que sean sus seguidores en la actualidad, es un hecho fácilmente comprobable que, entre los artistas, las mujeres estuvieron en franca minoría o eran excepciones. En general, no fue hasta la Nueva Ola que las mujeres tuvieron en mayor medida un papel protagonista en los grupos de obediencia rockera; un papel realmente activo, no como florero.
Con el heavy metal no hay más que entrar en cualquier base de datos de grupos para comprobar su ínfima presencia. Cuando sale a colación este tema, todos los veteranos suelen citar de forma sistemática a Doro. Los que tienen pedigrí local, a Santa y Azucena. Personalmente, adoro a Vixen y he buceado lo suficiente para disfrutar del disco heavy de las Pandoras o de grupos como Precious Metal o Cycle Sluts from hell, pero incluso en un género tan dado a la androginia como fue el sleaze rock, seguían constituyendo una minoría. En documentales como The Decline of Western Civilization parte 2 se aprecia claramente cuál era el papel que tenía que jugar el sexo femenino en toda esa escena.
Llegados a este punto, es de agradecer cualquier documental que se haga sobre la historia del heavy metal. Es un género que fue denostado en su día por la crítica y sigue siéndolo hoy por los snobs que buscan fuera de los márgenes de la calcinada música independiente algo que reivindicar. La losa que pesa sobre el metal es demasiado pesada por muchos motivos sociales. No obstante, es de agradecer aún más un documental que se centra en aspectos del infinito universo metálico como las mujeres pioneras del género en España. No solo eso, no puede ser mejor noticia que ese documental dure más de dos horas y se encuentre íntegro en YouTube
Rodado por Leo Cebrián y Paco Manjón, las primeras palabras, pronunciadas por Merche Martínez, cantante de Saday, suenan a gloria bendita. Cuenta que salía de su colegio de monjas con una amiga, se cruzó con un grupo de chicos que iba con el radiocassete al hombro con Ted Nugent sonando. No pudieron evitar ir detrás de ellos para seguir escuchando la música. Luego pusieron Queensrÿche y fue un flechazo con esa música. Se hicieron heavys, como esa pandilla, que pasaron a ser sus amigos, y viajó por toda España viendo conciertos durante años. Luego, las fotografías que adornan el documental. Son sencillamente espectaculares.
La historia del legado femenino del heavy metal comienza con Tarántula y Ana María González Pazos, de València, grupo que consiguió actuar en Aplauso. Su voz rasgada no era lo que se esperaba del timbre de una solista femenina. La canción, dedicada a una mujer de procedencia desconocida que deambulaba por las calles de València vestida de blanco y se acostaba con quien quería, eligiendo ella. Algo, esa independencia, que era fuera de lo normal en la España setentera. De eso iba la letra.
El tipo de voz, Ana lo puso por consejo de Mariscal Romero, que producía al grupo. En la entrevista en este documental explica que fue un obstáculo para salir adelante tanto la presencia femenina como ser de València. Ahora cree que si hubiesen estado en Madrid, habría sido diferente. Los únicos grupos con mujer al frente que tuvieron salida en València fueron los "más melosos", explica.
El siguiente grupo que aparece marcó mi vida. Los Evo, de Pedro Bruque, su vídeo en Tocata de Buitres del mal con el cantante Stimula es algo que tengo presente desde que lo vi y me iré a la tumba canturreándolo. Antes de la imponente presencia de este frontman, el grupo del barcelonés barrio del Clot tenía a Carmen García como solista, la hermana de Manolo, líder de El Último de la fila. Llegaron a actuar en Musical Express, pero su andadura juntos fue breve.
Las reacciones que se encontraban estas artistas era de sorpresa. El Pirata, a Marilu, de Santurce, cuando le llevó su maqueta a Madrid le dijo "pero si eres una tía". Eso no impidió que le hiciera un reportaje, pero en principio no daban crédito a que una mujer pretendiese cantar heavy metal, aunque por esas fechas se estuviera montando Santa en la capital. Marilu luego, por cierto, puso coros en Barrio conflictivo de Barricada.
Para mí, personalmente, Santa es el gran icono del heavy femenino en España. Azucena, tal vez por su fallecimiento y por su imagen, siempre ha tenido un tratamiento especial cuando se recuerda a su grupo. Del mismo modo, en el foro siempre han circulado leyendas de toda clase sobre ella, lo que ha dado un relieve especial a su figura.
En este documental, habla su madre, Conchita Loren, que era vedette de El Molino en Barcelona, en cuyo escenario también actuó la cantante. Con su familia recorrió decenas de teatros bailando y cantando todos los estilos imaginables en la época de auge de la revista. Según cuenta su madre, no le gustaba el mundo del espectáculo, el trabajo de sus padres, hasta que un día se puso enferma su madre y la sustituyó. Empezó con el flamenco pero llegó a tocar todos los géneros hasta meterse en el metal.
Para describir la época, se aporta el incidente que tuvo Azucena en las fiestas de San Isidro de 1985. Algunos entre el público le pedían que enseñase las tetas. Podríamos pensar que se trataba de gentes embrutecidas de la España negra, pero en el documental sobre Woodstock'99 ya vimos que en Estados Unidos decenas de miles de personas eran capaces de gritar eso al unísono cada vez que subía una artista femenina al escenario. En aquel Madrid ochentero, Azucena les dijo: "no me seáis catetos, troncos. Las tetas en el Calderón, que se hace revista, y si aquí se ve una teta, es porque a todos nos enrolla que se vea, pero vosotros no sois ovejas, entonces no tenéis que caer tan bajo como para pedir eso". Sin titubeos, como era el personaje, que siempre vivió como pensó, y no acabó pensando como vivía. De alguna forma, de eso iba el rock and roll, aunque su saldo haya sido desigual.