CASTELLÓ. El sector cerámico sigue dando muestras de que no pasa por su mejor momento. Desde hace año y medio, la industria azulejera atraviesa una crisis de envergadura, primero a causa de la subida de los precios de la energía a causa de la invasión rusa de Ucrania, y más tarde, con el contexto inflacionario, llegó la crisis de demanda, que se deja notar mes tras mes en los datos de ventas de baldosas cerámicas. El último, el del cierre del primer semestre del año, y que es muy contundente: las exportaciones cayeron más de un 24% hasta junio respecto al mismo período del año anterior.
Así lo reflejan los últimos registros ofrecidos por la Asociación Española De Fabricantes De Azulejos y Pavimentos Cerámicos (Ascer), según los cuales las exportaciones durante el primer semestre de este año fueron de 1.938,2 millones de euros, lo que supone una caída del 15,1% respecto al mismo período de 2022. Pero el hundimiento es todavía mayor si se atiende al volumen de material cerámico exportado, en cuyo caso el descenso ha sido del 24,6%.
Las cifras revelan precisamente que el valor de las exportaciones, pese a su caída, se contuvo más que el volumen de material vendido, debido precisamente al incremento de los precios en el producto que la industria azulejera ha tenido que aplicar para repercutir el alza de los costes en las materias primas y en la energía. Una tendencia que, sumada a la caída de la demanda, ha tenido notable impacto en las cifras de negocio de las compañías.
De los principales mercados de la industria azulejera española, donde más se ha notado este efecto han sido en el estadounidense, Reino Unido, Alemania, Israel y Marruecos. Por ejemplo, la exportación de material cerámico del primer semestre a Estados Unidos ha caído nada más y nada menos que un 20% de un año a otro, y su valor un 13,7% hasta los 231,1 millones de euros, y sigue siendo el segundo destino de las empresas españolas por detrás de Francia, cuyas importaciones cayeron casi un 7%, aunque su valor total aumentó un 1,7% hasta los 263,3 millones.
Otro caso notable es el de Reino Unido, tercer mercado español con 112,9 millones de euros, un 19,8% menos que el primer semestre de 2022, y casi un tercio (31,3%) menos de material vendido a firmas británicas. A Alemania, el quinto mercado, han caido un 20,4% el valor de las exportaciones (76,3 millones) y otro 19,8% el volumen exportado. Y por su parte, a Marruecos, las caídas acumuladas son de un 17,5% (62,6 millones) y un 21% respectivamente.
A los datos preocupantes de las exportaciones, según los cuales el sector azulejero sigue sin levantar cabeza, se suman otros relativos a la otra cara de la moneda: el material fabricado. Otro registro que sigue acumulando caídas muy importantes. Sin ir más lejos, el último dato del Índice de Producción Industrial (IPI), referente al mes de junio, expone una caída de la producción del 23,9% respecto al año anterior.
El problema es notable si se atiende a que la producción azulejera lleva más de un año en caída libre: desde abril de 2022 se ha anotado contracciones de hasta el 32% con la excepción de abril de este año, cuando una discreta subida del 2,8% hizo pensar que el sector había encontrado algo de estabilidad en su mala coyuntura. Pero los datos desde entonces han demostrado que fue tan solo un espejismo. La caída acumulada es del 15,7%, un panorama poco halagüeño que tampoco apunta a una mejoría.
A la espera de unas ayudas del Gobierno central que se tramitan con mucha lentitud y a las que muchas empresas no podrán optar -según denuncia el sector-, la vista a sectores esenciales de los que depende el azulejo, como la construcción, no es muy halagüeña. Así la construcción, sobre todo del mercado residencial, proyecta un estancamiento el año que viene. Una previsión que podría afectar negativamente a la revitalización de la demanda que necesita la industria cerámica para sortear el bache.
Esta situación está forzando a muchas compañías a parar la producción durante más tiempo en verano ante la merma de los pedidos. Lo normal es que las compañías azulejeras aprovechen el mes de agosto y las vacaciones de la plantilla para detener el funcionamiento de hornos en las fábricas y realizar las tareas de mantenimiento. Pero este verano, el panorama ha hecho que se vean obligadas a ampliar el período de los paros por segundo verano consecutivo.