VALÈNCIA. Cuando vi por primera vez Los Sin Nombre (1999) me quedé en shock, esas primeras escenas que parecían sacadas de la mente de Fincher, esa niña asesinada que un día llama por teléfono a su casa, ese policía atormentado… La primera cita de Jaume Balagueró era el regreso del mejor cine de terror español. Frío, sobrio, azulado y quirúrgico al meter el dedo en la llaga de nuestros miedos más íntimos. El director llegó a lo más alto con REC (2007) junto al valenciano, Paco Plaza. Nunca un filme de terror español había alcanzado un estatus de culto tan elevado más allá del círculo de aficionados al género. Balagueró se había transformado, y lo sigue siendo, en el gran maestro del cine de terror español.
Darkness (2002), Frágiles (2005), Musa (2017) y su último trabajo Venus (2022) siempre se convierten en un acontecimiento y una buena dosis de terror perfectamente facturado. El 14 de noviembre estuvo en el Golem Fest para impartir una masterclass en la Nau. Su presencia arremolinó a un nutrido número de cinéfilos. Antes de la charla, y con una sonrisa en la boca, nos sentamos en uno de los bancos de piedra del claustro para repasar una filmografía trufada de éxitos y horrores.
Antes de llegar al largometraje, el director catalán rodó dos cortometrajes, hoy de culto, extraños y bizarros. Alicia (1994) bebía de un expresionismo alemán alucinado y Días sin Luz (1996) en tonos salmón, era una rareza, ambos compartían una estética cuasi experimental. Un día en una librería, Balagueró encontró una historia que le fascinó, que era perfecta para dar el salto al largo. Un filme de terror con trazas de thriller. Algo que llevábamos años sin verse por España, con algunas salvedad como Memorias del Ángel Caído (David Alonso y Fernando Cámara, 1998) o 99.9 La Frecuencia del Terror (Aguntí Villaronga, 1997). Para su primera cinta adaptó una novela del escritor, Ramsey Campbell. “Yo había hecho estos dos cortos, los había hecho con la participación de un productor, un productor que no es quien financiaba los cortos, los cortos me los financié yo, pero era quien ponía la productora y me ayudaba a conseguir una subvención del ICAA”, comenta.
“Y un día hablábamos de la posibilidad de intentar levantar un largometraje, habíamos hecho dos cortos, habían funcionado bien en festivales. Y ahí se quedó. Recuerdo que una tarde en una librería de literatura fantástica muy conocida que hay en Barcelona, estaba yo mirando cosas y de repente me encontré con el libro. Me encontré con el libro que se llamaba Las Sectas sin Nombre, le di la vuelta, leí la solapa y en cuanto leí la solapa pensé, esto, esto es la hostia, esto es la hostia, esto quiero hacerlo”, apunta.
Es en ese momento en que se cruzan las vidas del escritor británico y Balagueró. “Y entonces me llevé el libro, lo leí y automáticamente en mi casa empecé a escribir el guión. Nunca había escrito un guión”, dice. El director siguió adelante escribiendo, aunque no poseía los derechos y no sabía si aquello llegaría a algún lugar. “Y entonces escribí el guión y una vez tenía el guion terminado, yo sin tener derechos de nada, solamente era una fantasía mía de adolescente casi, le dije al productor: tengo un guión basado en una novela, consigamos los derechos de la novela y vamos a intentar hacer esta película. Y entonces él empezó las gestiones para poder conseguir los derechos y los consiguió”. Su actitud quijotesca fue el principio de una carrera espectacular.
Estando en un marco como el Golem Fest, dedicado a la literatura de fantasía, terror y ciencia ficción, me voy un poco atrás en el tiempo para preguntarle por el fanzine Zine Shock, uno de esos fanzines de culto que te hablaban de un cine casi imposible de ver. “Era la época de las grapas (risas), de las fotocopias y de las grapas. Lo hacíamos totalmente artesanal”, admite. “Empecé yo, enseguida se añadió un amigo mío que iba conmigo al instituto y sacamos un primer número”. El fanzine era el medio para saber algo de lo que bullía en el cine de género de la época. En València seguimos contando con 2000 Maníacos, un fanzine seminal. “Entonces íbamos a las librerías de cómics y lo vendíamos nosotros. Y luego se apuntaron dos personas más, un amigo mío y otra persona que conocimos porque había encontrado el fanzine y se había puesto en contacto con nosotros. Entre los cuatro fuimos haciendo ya más números”
Balagueró no estudió cine, sino periodismo, en su época la carrera de Ciencias de la Información tenía dos vertientes: publicidad y periodismo, no existía la rama de audiovisual. Así que decidió estudiar periodismo. Una vez terminada la carrera trabajó en la radio. “Periodismo lo estudié antes. Yo primero estudié periodismo y al acabar periodismo lo que hice fue trabajar en radio”, apunta. El programa se llamaba, La Espuma de los Días. “Era un programa de seis horas de madrugada. Desde las 12 hasta las 6 con llamadas, con música. Hacíamos lo que queríamos y lo pasamos muy bien. Y además tenía mucho éxito. Era una emisora municipal de Barcelona, que era Radio L´Hospitalet, pero era una emisora municipal que tenía mucha audiencia. Hay todo un universo de las audiencias nocturnas. De repente estar en una emisora que de madrugada efervescía y entonces se llenaba de unas audiencias muy variopintas”, recuerda.
La Espuma de los Días duró dos años los fines de semana, aunque Jaume siempre tenía en la mente rodar un cortometraje. “Viernes, sábado y domingo. Y de lunes a jueves, en ese mismo horario, había otro programa que era mítico. Llevaba muchísimos años y se llamaba Sábanas con Chinchetas. Que tenía una audiencia brutal, era de culto”. Mientras estaba en la radio dirigió Alicia, “yo creo que Alicia lo estaba haciendo cuando todavía estaba trabajando en el radio”. Un primer trabajo que ya obtuvo un reconocimiento apabullante y que fue la semilla de lo que más tarde llegaría. “Ganó en Festival de Sitges, Mejor Corto. Nos dio un subidón y nos animó para hacer un segundo corto”, señala. Y entonces llegó Días sin Luz.
El segundo filme del director supuso un paso de gigante en su carrera, era una película íntegramente rodada en inglés y con actores internacionales de la talla de Anna Paquin, Ian Glen y Giancarlo Giannini. Darkness (2002) se metía de lleno en el terror más despiadado e inquietante. Lo sobrenatural, la casa encantada y los miedos a la oscuridad eran los ingredientes del filme. Rodada en España y con el equipo también español, fue un reto. “Hizo dinero y funcionó muy bien en Estados Unidos. No sé cuánto hizo, pero hizo dinero y estuvo entre las cinco primeras”, luego llegó Frágiles (2005), un filme de fantasmas que iba más allá, que hablaba de las emociones, de la pérdida y el dolor. Quedarse en la superficie como solamente película de terror, sería un error, así lo comentamos el directo y yo.
No es una de las películas más recordadas, injustamente, de Balagueró. “Yo creo que Frágiles es un homenaje y un canto de amor a la literatura y a las historias de fantasmas. Las historias de fantasmas no son historias de muertos. Las historias de fantasmas son historias de vivos”, sentencia. “Las historias de fantasmas son historias del dolor. Y son historias casi siempre muy románticas también, a menos que nos vayamos directamente al terror. Pero el concepto del fantasma es un concepto romántico, es un concepto que tiene que ver con el dolor y con el amor, Y es ahí donde íbamos. Es una historia de amor, es una bonita historia de amor y al final se decanta completamente hacia allí. Es verdad que está diseñada como una película de terror, pero como todas las historias de fantasma esconde lo que realmente es una historia de amor”
Tras Frágiles y una película para televisión, Para entrar a Vivir (2006), llegó el éxito internacional con REC. Una cinta de zombies/poseídos en primera persona, que usaba el recurso del Found Footage pero en directo a través de un programa de televisión. El filme contribuyó al género español con un monstruo antológico como la Niña de Medeiros. Luego de ese éxito llegó la segunda entrega con más muertos, persecuciones y sangre. Es aquí donde nos detenemos mientras suenan las campanas. Quizás mientras rodaban REC hubo un chispazo de ideas para una segunda parte.
“No, jamás”, sentencia. “Es decir, nosotros hicimos la película como una película. Y de hecho, una vez la estrenamos y se nos preguntaba si habría una segunda parte. Y decíamos que no, que era imposible. No nos cabía en nuestra cabeza la posibilidad. Lo que pasa es que cuando empezamos a ver el éxito que tenía empezamos a fantasear con la idea de poder hacer una secuela. Y empezamos a darle vueltas y a pensar”, señala.
REC 2 (2009) tenía que ser más grande, más ampulosa en todos los sentidos. La película había sido un éxito internacional inaudito, arrollador en cualquier parte del globo, desde Japón hasta Estados Unidos. Incluso tuvo un remake americano, Quarantine (John Erick Dowdle, 2009). Para ellos Balagueró y Plaza tejieron una trama más enrevesada y dinámica, con algún giro que la hacía más atractiva. “Recuerdo que nos reunimos los tres guionistas que la hicimos, que eran Paco Plaza, yo y un amigo que es Manu Díez, que también es guionista. Y los tres nos fuimos a una casa y nos pasamos ahí varios días dándole vueltas, pensando, pensando, pensando. Y sacando ideas. Y al la final sacamos”.
El reto era enorme, las expectativa estaban muy altas, ¿qué le pasaría a Ángela Vidal? ¿volveríamos a ver a la Niña de Medeiros? “Teníamos muy claro que lo que queríamos era como deconstruir un poco todo. Ir más lejos todavía de lo que habíamos ido a nivel de metalenguaje. Si había una cámara en REC y todo se basaba en la idea de que hay una cámara, y tenemos película porque hay una cámara, aquí habría tres”, dice.
El naturalismo en REC 2 se puede observar cuando salta un disco de Concha Piquer con Suspiros de España. “Sí, eso es una idea que tuvimos, que luego la metimos. Pero la idea la tuvimos haciendo el tráiler, yo creo”. La siguiente cuestión está bastante manida, aunque es cierto que los fans de REC siempre lo preguntan al ver que el final de REC 4: Apocalipsis (2014) dejaba la puerta entreabierta. “Bueno, con Paco hemos fantaseado. Se nos ha preguntado mucho sobre REC 5. Y bueno, a veces nos hace gracia la idea, algún día igual”, comenta. Tal vez podría ser una serie, algo muy en boga. “Hace poco la productora Filmax nos comentó que había unos italianos que estaban interesados en hacer una serie de REC pero no sé más”
Balagueró dio un cambio de registro con Way Down (2021), una historia del robo del Banco de España en plena final del mundial de futbol que ganamos. “Este guion me viene de los dos productores que ya tienen el sí de Telecinco Cinema para entrar en la película”, cometa. “Y me vienen y me la proponen, y me cuentan un poco la historia y yo les digo, sí. Robar el banco de España durante la final del Mundial. Yo digo sí, por supuesto. Entonces nos embarcamos”.
Mientras la financiación del filme llegaba a Balagueró le dio tiempo a rodar dos filmes. “Lo que pasa es que entonces, claro, la película era muy grande. Se necesitaba una financiación que viniese de fuera. Meteríamos a algún actor, como luego sucedió con Freddie Highmore de allí. Pero se tardaba mucho y tardó mucho tiempo. Yo, de hecho, hice dos películas mientras esperábamos”, recuerda. Quizás el cambio de registro pudo despistar a alguien. “A mí me gusta contar historias de todo tipo”, señala. “Yo he contado muchas historias de terror, pero me gusta contar historias de todo tipo. Como espectador yo no estoy todo el día viendo películas de terror. Hago las películas que me apetece contar en cada momento. Y siempre con la idea de que guste a todo el mundo y que la gente disfrute”, responde.
Way Down fue es una película con un ritmo trepidante, la campaña de Telecinco, sumada a una historia atractiva y llena de suspense, más el éxito de La Casa de Papel, fue el caldo de cultivo perfecto para que hiciera una gran taquilla; por desgracia, el coronavirus se interpuso. “Sí, bueno, tuvimos el problema de la pandemia, justamente. Porque cuando la peli estaba ya casi lista para estrenarse, boom, está ahí la pandemia, entonces, todos a casa”, lamenta. La pandemia cercenó cientos de producciones que se pararon en pleno rodaje, o su estreno se retrasó sine die. “Llegó, nosotros estábamos acabando la pospo y boom, confinamiento. De hecho, no pudimos llegar a acabar la mezcla porque estábamos todos confinados. Entonces, cuando acabó el confinamiento, pudimos acabarla, pero claro, la fecha de estreno ya se perdió. Entonces, ya cuando estaba lista para estrenarse y ya los cines habían vuelto a abrir, pero no era lo mismo, claro”. Recientemente ha sido estrenada por Netflix y ha alcanzado el número uno, así me lo hace saber Balagueró, “número uno. Yo no entendía nada de por qué número uno, si es una película que hace mucho tiempo que… Y la han pasado por la tele. Telecinco la pasó hace un mes, hace tres años que ya tuvo su éxito en cine. Ahora se va a Netflix y se convierte en número uno. Yo creo que es una película súper entretenida”
El año pasado Balagueró regresó al terror de la mano de Venus, un filme lleno de acción protagonizado por Ester Expósito que mantiene un ritmo acelerado y un aura maligna. Inspirada en algunos relato, más bien en la ambientación que daba a sus relatos Lovecraft, algo que percibo en el resto de su filmografía, sobre todo en sus dos primeras cintas. “No es de cabecera, pero es muy influyente, sí, de alguna forma”, apunta. “Es, digamos, esa cosa como romántico-oscura que tiene Lovecraft. Indefinible a veces. En el caso de Venus partimos un poco de un concepto que era un cuento, que es Los sueños de la Casa de la Bruja, pero que realmente no tiene nada que ver. Lo que pasa es que se dijo en un momento y ahí quedó, pero no está ni en créditos ni nada, o sea, no tiene nada que ver. Tiene la esencia, yo creo, de Lovecraft”, remata.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto