VALÈNCIA. No existe una definición exacta de “cuerpo de revista” aunque cuando se leen estas palabras se suele pensar en una persona esbelta, alta, con el pelo bonito y la piel casi perfecta. Los últimos detalles pueden cambiar pero en definitiva se suele pensar en una persona “delgada” o con un cuerpo normativo, jamás en alguien con “lorzas”. El fotógrafo Guille Navarro lucha contra esta definición autoimpuesta en Lorzas, un grito fotográfico contra la gordofobia en el que se apropia del formato de la revista para dar cabida a todo tipo de cuerpos que se salen de la normatividad. Lo hace de la mano de más de una veintena de modelos no profesionales que deciden dejar que Navarro les retrate porque creen en el proyecto y desean formar parte. A excepción de la drag queen Estrella Xtravaganzza en Lorzas posan personas “de a pie” que se prestan a un experimento al que no están acostumbradas.
“Busco que el modelo esté bien y se sienta tranquilo porque es la clave de que la imagen salga bien. Crear un espacio seguro es crucial para que la imagen salga perfecta”, añade Navarro sobre su manera de retratar a perfiles que no suelen verse en un estudio y que de normal tienen más inseguridades que experiencia ante la lente. “Cuando llega un modelo empatizo con el tipo de persona que es y por qué está en este lugar, yo me he sentido también así en algún momento puedo percibir esa sensibilidad”, añade. Con un llamado en redes sociales a “personas gordas” Navarro se presta a fotografiar todas las curvas y marcas de unos cuerpos que nunca han sido considerados tan bonitos como los normativo y lo logra generando un espacio en el que gana la “naturalidad y lo puro”.
El fotolibro extrae también las conversaciones entre los modelos no profesionales y el fotógrafo, varias reflexiones que se hacen en plató sobre la representación de sus cuerpos: “Creo que esta parte de experiencia es casi más importante que la e las fotos, la de generar un espacio seguro en el que conversar sobre nuestros cuerpos en las que se habla de la falta de presencia de estos cuerpos en un estudio”. En estas también se habla de modificaciones corporales como una reducción de pecho o de cuestiones tan básicas como las poses pensadas para los cuerpos que no son normativos. Del mismo modo Navarro explica que el proyecto lo que defiende es apropiarse de ese tipo de espacios y de las “curvas” que de normal se han visto como una debilidad.
Estas toman ahora la revista “tradicional” y se la adueñan, dando el salto de la cámara al papel y bajando a tierra un proyecto que arrancó en el año 2022 con la intención de denunciar la opresión que viven las “personas gordas” que ahora se retratan y leen como referentes: “Busco generar un espejo en el que alguien pueda mirarse si le llaman gordo o gorda y que no le suponga un insulto”, añade Navarro, “creo que se trata de explotar una idea que puede hacer sentir débil a alguien y dotarla de fuerza, también una manera de encontrar una terapia en esta idea de vernos”. Para tomar el ejercicio con sinceridad el fotógrafo se atreve también a someterse a un ejercicio de autorretrato en que demuestra que ponerse frente a la lente es su manera de autoafirmar que “si estas personas vienen aquí a hacerse fotos y a sentirse bien yo también puedo”.
Defendiendo el espacio de las personas gordas dentro del estudio, un lugar en el que pueden sentirse bien porque “se lo merecen” Navarro reivindica la definición del cuerpo de revista y se lo toma por su propia mano. Un golpe reivindicativo que funciona a golpe de flash con el que consigue retratar a quienes le rodean y resignificar la gordura, las curvas y ante todo las -ya no tan odiadas- “lorzas”.