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el interior de las cosas / OPINIÓN

Los mismos almendros que florecieron en 1981

21/02/2022 - 

 Las semanas previas al 23F del año 1981 fueron angustiosas. En aquel barrio militar, junto al río Manzanares, sabíamos que había revuelo en los cuarteles porque varios vecinos estaban acuartelados semanas antes de esa fecha. Eran tiempos difíciles y convulsos en aquel barrio y en todo el país. La joven democracia representaba un peligro para aquellos herederos del franquismo que veían cómo se iba acorralando un poder que les pertenecía, por esa ley natural que ha ido medrando por los años de los años en la derecha, y al que no iban a renunciar jamás. Y siguen sin renunciar a ese poder que les pertenece. En Madrid, en València y en Castelló…

Los almendros florecen durante todo el mes de febrero. Aquellos golpistas de 1981 vincularon la floración con la llegada de la primavera, pero no esperaron al mes de marzo, como no esperan los propios árboles de la almendra. El colectivo ultra Los Almendros, venía escribiendo en el periódico fascista El Alcázar desde diciembre de 1980, cuando comenzó a trazarse el plan golpista. Adolfo Suárez, padre de un curioso hijo híbrido diputado del PP, dimitió, entre otras cuantas historias, porque conocía lo que se estaba gestando. Ofreció su cabeza pero no detuvo el alzamiento de los militares y de muchos civiles franquistas con poder en este país.

El rotativo portavoz del franquismo y de la ultraderecha, El Alcázar, fue emitiendo artículos del colectivo Los Almendros hasta la última consigna de Los Almendros florecen en primavera, pero con un pie de foto a mediados del mes de febrero en el que se guardaba la consigna del inminente asalto al Congreso. Fue en 1981, pero hoy es preciso recordarlo porque el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, vivido en Washington, en enero del pasado año, es una especie de réplica de lo sucedido aquí con las imágenes de aquel Tejero y aquella maldita frase Todos al suelo.

Florecen los almendros y vuelve a reír la primavera componen frases del himno de los falangistas. En aquellos últimos meses de 1980 y primeros de 1981, el movimiento golpista y fascista usaba este tipo de mensajes para “salvar la patria de una situación política que continuaba deteriorándose”. Los artículos del colectivo Los Almendros en El Alcázar eran tan indignantes como aterradores.

Hoy, con el espectáculo del PP, y con el peligrosamente sospechoso silencio de Vox, parecen sentirse, de nuevo, aquellos momentos escalofriantes, en los que quisieron tambalear la democracia, porque aquellos dueños del poder y la gloria nunca desaparecieron y hace ya unos años residen en la calle Génova, en la sede nacional de Vox, así como en los medios de comunicación que vienen alimentando este golpismo en pleno siglo XXI. Como sucediera en 1981. Los bulos informativos, la manipulación y las mentiras que hoy difunde la derecha son las mismas armas que usaron aquellos franquistas. Curiosamente, es el mismo armamento que han utilizado Casado y Ayuso entre ellos. Todo es muy preocupante. Para todos los partidos políticos y, sobre todo, para el prestigio que merecen las instituciones públicas.

Las imágenes de miles de personas, este pasado domingo, en las calles próximas a la sede del PP en Madrid reproducen esta sinrazón, este delirio en el que reside el partido de Pablo Casado e Isabel Ayuso. Pero, para ir a una guerra interna, el líder de la oposición no ha tenido ni luces, ni estrategia ni ejército frente a una presidenta autonómica que tiene detrás a Miguel Ángel Rodríguez, el gran ideólogo y experto en El arte de la guerra de la derecha española, el mismo que imprimió aquella frase de Váyase señor González.

La torpeza de Casado, patética y extremadamente débil, se ha dado de bruces con quienes siguen guardando celosamente el poder, el gran poder. La corrupción, según lo sucedido estos últimos días, no tiene consecuencias para esta derecha ostentosa y perniciosa. Recuerda aquellos años de Argentina y aquellos populismos cuando se gritara lo de queremos a Perón aunque sea un ladrón. Y ya sabemos cómo fue evolucionando el país argentino. En esta vergonzosa movida hay alguien que está frotándose las manos, alguien que hasta pudiera regresar. José María Aznar debe estar salivando estos días, al igual que la dirección de Vox que tiene en Ayuso un  proyecto de liderazgo que proteger. (Ojalá sea un error de intuición y análisis).

Autor: Jason M Peterson.

Estamos reviviendo, con toda su gracia y esplendor, La escopeta nacional de Luis García Berlanga. O aquel magnífico Patrimonio Nacional. ¿Recuerdan?. Aquel país de enredos, corruptelas y privilegios de la sociedad franquista en los años ochenta del pasado siglo. Es lo mismo. Lo mismo que se ha vivido en esta autonomía desde hace décadas, porque aquí seguimos sembrados de dudosos líderes y dudosas lideresas de la derecha y la ultraderecha, que no han dejado de mercadear con la política y las necesidades ciudadanas. En Castelló conocemos muy bien estos perfiles. Si un familiar de Ayuso ha hecho negocio con la venta de mascarillas, -en pleno sufrimiento de la sociedad-, aquí un conseller del PP, Rafael Blasco, hizo negocio con las subvenciones destinadas a la ayuda de las víctimas del terremoto de Haití, -desviando a su favor los fondos de la construcción de un hospital-, entre otras malversaciones y crueldades.

Hoy, por cierto, se siguen organizando cacerías para rascar y cazar influencias, encuentros de élite en los que la consignas son salvar al país de los gobiernos comunistas que están destrozando esta piel de toro que veneran la ultraderecha y la derecha de siempre. Vivimos momentos de una grave inquietud. Este país  y su democracia no merecen semejante ignominia.

El Partido Popular, -todo el país ha sido testigo-, ha estallado explosionando sus entrañas, sus vísceras, salpicando a todas sus direcciones autonómicas y locales. Desde Madrid hasta el país de los valencianos. Son todas y todos iguales. Es difícil escribir que son los mismos que se han presentado ante la Unión Europea denunciando al gobierno estatal y su “mala gestión de los fondos llegados a nuestro país”. Y, paralelamente, nos han ido mostrando cómo su partido se ha abierto en canal, con la anticorrupción como un obsceno relato, y con la supremacía como bandera. Un espectáculo con guión inducido, preparado, previsible. Algo está pasando. Y no es nada bueno para estos tiempos convulsos.

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