He dejado atrás las eternas noches de Morella, bajo su enorme cielo lleno de estrellas, con temperaturas frescas, con ese inmenso silencio que solo sucede en los pueblos, arrastrando nuestra memoria a otros veraneos, a otras vacaciones. La ciudad sigue plomiza, muy calurosa, con ese exceso de humedad que nos arrastra sin remedio y, también, nos aletarga. Hemos vivido un verano tórrido, desde mediados del mes de junio cuando comenzaron a ser noticia las olas de calor y su permanencia. La vuelta a la rutina, a las ciudades, está siendo perezosa.
Septiembre ha iniciado una dura ruta en el calendario, ascendiendo con dificultades un nuevo tramo del ciclo socioeconómico. El momento es jodido. La incertidumbre sigue generando angustia. Cada día son más abrumadores los datos, análisis y previsiones de los gurús económicos internacionales, nacionales y locales. Estamos retrocediendo al siglo XX, a etapas decisivas para la paz mundial, para el progreso y la superación de la tan temida lucha de civilizaciones. Hoy, tras varios meses de la invasión de Ucrania, no sabemos hacia dónde se dirige este mundo.
El momento es jodido. La incertidumbre sigue generando angustia. Estamos retrocediendo al siglo XX, a etapas decisivas para la paz mundial, para el progreso y la superación de la tan temida lucha de civilizaciones
Mientras mi pequeño Quim ha comenzado su primer año de guardería, gateando por ese bello edificio infantil de la Alameda de Morella, mi otro pequeño, Biel, ha inaugurado su nuevo curso en una escoleta castellonense. Y mi pequeño Aimar, el mayor, arrancará el curso el día 12 de septiembre, en preescolar. Estos movimientos, tan felices aquí, no dejan de ser inquietantes. Las niñas y niños de Ucrania, de Palestina, de Afganistán, de los campamentos saharauis, y de tantos otros países, no van a tener su inicio de curso. No van a tener escuelas libres, comedores escolares libres.
Este planeta está girando contra corriente. El vertiginoso paso de una lluvia de estrellas, como las que he gozado en Morella, se asemeja a los tiempos que vivimos. Somos estrellas fugaces sin destino aparente, sin metas aparentes y en caída libre frente a un futuro del que no sabemos absolutamente nada.
El mundo ha despedido a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, el padre de la Perestroika. En una excelente entrevista y reportaje que emitiera La 2 de TVE hace unos días, nos descubrieron al ser humano visionario de un futuro que se iba adecuando a los avances del pasado siglo. No pudo ser. Esta entrevista, tan profunda como sencilla, mostraba a una persona de gran liderazgo, entregada a la profunda y difícil transformación de lo que era la URSS. Un gran político que supo anticiparse y entender los errores de la Guerra Fría, dar un paso adelante para que el mundo fuera un espacio más libre y justo. No pudo ser.
La despedida a Gorbachov en la Rusia de Putin ha sido demoledora, un mal presagio de lo que nos espera. La grave ruptura entre las grandes potencias internacionales va a ser una dolorosa experiencia. El maquiavélico tablero en el que están jugando puede llevarnos a la más grave crisis anímica, social y económica de la historia reciente.
Aquí, en este pequeño país mediterráneo, estamos cabalgando con un frenético galope. Aunque queden meses para las próximas elecciones autonómicas y locales, para las estatales, los partidos políticos se han puesto manos a la obra ante el acoso gravísimo de la derecha y su ultraderecha local y autonómica.
En estos tiempos de tanta incertidumbre, de tanto desasosiego, es inadmisible que la oposición de este país se dedique a jugar con la ciudadanía, maltratando, mintiendo
Hemos comenzado un mes de septiembre que carece de ilusiones. La violencia verbal y mediática de los principales responsables de los partidos de la derecha y su ultraderecha es tan soez como ensordecedora. Frente a las tremendas dificultades que atraviesa esta ciudad, esta autonomía y este país, la tribu derechista ha perdido los papeles y toda la responsabilidad que cabría esperar de representantes públicos. En estos tiempos de tanta incertidumbre, de tanto desasosiego, es inadmisible que la oposición de este país se dedique a jugar con la ciudadanía, maltratando, mintiendo.
Atravesamos instantes de mucha inseguridad, de neveras medio llenas, de sobresaltos casi diarios. No necesitamos despertarnos a base de gritos, reprendas y malos augurios. La ciudadanía sabe y conoce la realidad. De hecho, según recientes encuestas, las medidas de ahorro energético aprobadas por el Gobierno estatal, cuentan con un apoyo mayoritario de la sociedad.
La cruda realidad, muchas veces, se impone al tremendo e innecesario ruido de tantas y tantos voceros conservadores y fascistas. Ahora gobiernan equipos progresistas en el país, en autonomías y en muchos ayuntamientos. Se están adoptando medias cruciales para paliar las consecuencias de la gran crisis que amenaza a todo el planeta, no solo a este rincón mediterráneo.
Pero nada importa a estos populismos que, por poner un ejemplo, un día se quejan de la falta de seguridad viaria en Castelló, y a los pocos meses, cuando se quiere solucionar el problema mediante radares de control de la velocidad, denuncian que el Ayuntamiento quiere "freír a multas" a la ciudadanía. Así estamos viviendo este amargo periodo de crisis mundial. Hay otros centenares de ejemplos sobre la estrategia de la confusión y la desinformación de la derecha y su ultraderecha. No son conscientes del grado de irresponsabilidad que están desarrollando, ni del sufrimiento de la ciudadanía.
Arrancamos septiembre, el mes de los regresos, el mes de los reencuentros laborales, el mes de reconectarnos con la cotidianidad. Hoy, escapando del bullicio y de las miserias de quienes buscan ahogarnos, aún más, en esta prolongada crisis, quiero quedarme con el sueño de unas cuantas noches de verano, a la fresca, con la esperanza de que mis tres pequeños van a crecer en un futuro sin guerras, en una gran casa común sin batallas políticas ni socioeconómicas. Deseo que mis tres niños sean guerreros de la libertad, de la tolerancia, de sus sueños, de la estima, de la solidaridad, como deberían ser todas las niñas y todos los niños.