VALÈNCIA. Mucho se habló y se escribió del pacto exprés alcanzado por el líder del PPCV, Carlos Mazón, y Vox para un acuerdo en la Comunitat Valenciana pocos días después de las elecciones autonómicas del 28 de mayo. Antes de que pudiera empezarse a especular con las distintas estrategias que podían adoptar ambas formaciones en la negociación, el ahora presidente de la Generalitat ya había llegado a un pacto para ceder la Presidencia de Les Corts, la vicepresidencia primera del Consell y tres áreas de gestión (Cultura, Agricultura y Justicia).
Sobre este pacto, hubo división de opiniones. Por un lado, lo cierto es que Mazón evitó largas conversaciones y rifirrafes que pudieran complicar la investidura, además de conseguir que Vox se deshiciera de su candidato, Carlos Flores, que apuntaba a ser incómodo como vicepresidente. En la otra orilla, el rápido pacto resultó incómodo para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, inmerso en la precampaña de las elecciones generales, especialmente por concesiones como la desaparición en el acuerdo de la violencia de género en sustitución de la violencia intrafamiliar.
Apenas han pasado dos meses desde que viera la luz ese acuerdo PP-Vox sin nombre -no fue bautizado-, sin apretón de manos público ni fotografía, por el que el abogado y extorero Vicente Barrera, a instancias directas de Santiago Abascal, se convertía en nuevo vicepresidente primero del Gobierno Valenciano.
En el PP, pocos dudaban ya ese mismo día que la hoja de ruta oculta a medio plazo debería ser la absorción de Vox para situar a los populares en posición de reverdecer las mayorías absolutas conseguidas con Eduardo Zaplana y Francisco Camps. Una ambición nada irracional teniendo en cuenta que Mazón sacó en mayo 40 diputados -a 10 de la mayoría absoluta- y Vox logró 13.
De hecho, muchos dirigentes populares recordaban la estrategia llevada a cabo por Zaplana -con quien Mazón mantuvo muy buena relación en el pasado- para absorber a Unió Valenciana, quienes fueron también compañeros de gobierno en su aterrizaje en la Generalitat en 1995.
Aunque esta operación, según señalaban fuentes del PP tras el pacto, apuntaba a llevarse con calma, la crisis abierta en Vox invita a que las maniobras de acercamiento puedan desplegarse a corto plazo.
En este sentido, cabe recordar que el partido de Santiago Abascal perdió 19 escaños en las pasadas elecciones generales, quedándose en 33 diputados. Una cifra importante pero muy alejada de los resultados anteriores y de las expectativas creadas por el partido ultraconservador, que además no tendrá posibilidades de entrar en el gobierno.
Pero más allá del flojo resultado numérico, el problema reside en la sensación de inestabilidad de la formación de Abascal. Ya hace un año Macarena Olona, una de sus referentes, dejó Vox dejando un reguero de dudas respecto al funcionamiento interno de esta fuerza política, algo en lo que ha ahondado posteriormente, además de hacer la competencia en las urnas bajo las siglas Caminando Juntos (CJ), que no ha conseguido buenas cifras electorales pero sí cierto escaparate mediático.
Meses después, se procedió al relevo de Javier Ortega Smith de la Secretaría General del partido tras ocho años como ejecutor. Ahora, esta misma semana, el ex secretario general de Vox Iván Espinosa de los Monteros, que ejerció de portavoz en el Congreso, anunció que dejaba su acta de diputado y sus cargos en la dirección del partido. Aunque aludió a motivos personales y familiares, distintos medios nacionales apuntaban a la crisis abierta en el partido que lidera Abascal, donde se habría hecho con el control el "ala dura" de la formación política.
¿Cómo afecta esto a las estructuras autonómicas? Por lo que se aprecia en la Comunitat Valenciana, Vox está teniendo problemas para encontrar tanto altos cargos para el segundo escalón del Gobierno valenciano como para disponer personal eventual (asesores). Por un lado, no es fácil hallar perfiles adecuados que quieran comprometerse en el proyecto de Vox y, por otro, existe un control o supervisión de Madrid de buena parte de los nombramientos, lo que también ha contribuido a ralentizar los mismos.
Con este escenario, en el PP coinciden en que el terreno se está allanando para una futura absorción sin necesidad de intervención directa por parte de Mazón y los suyos. Eso sí, el presidente de la Generalitat se está mostrando atento y solidario con los consellers de Vox: por ejemplo, el líder del PP defendió días atrás que desde Justicia, en manos de la independiente -pero elegida por Vox- Elisa Núñez, no se hubiera elegido a nuevos responsables de Emergencias y prosiguieran los altos cargos del Botànic durante el mes de agosto.
Todo apunta a que Vox no ha encontrado perfiles para esos puestos y, si bien, Mazón habría ofrecido su ayuda para las incorporaciones, también ha respetado los tiempos de la consellera en su gestión de los nuevos fichajes. En este sentido, se observa el deseo de mantener la cordialidad el mayor tiempo posible a la espera de que se puedan generar las fricciones lógicas de la gestión conjunta de gobierno. No obstante, en el PPCV creen que ahora Vox, por su situación nacional, no está demasiado fuerte para preocuparse de ir al choque en las autonomías, por lo que la estrategia de Mazón de estrechar lazos con los cargos del partido de Abascal de su gobierno puede ser útil para apuntalar una relación que, a medio plazo, le permita suavizar posibles enfrentamientos o incluso empezar a atraer a las filas del PP a estos cargos.