Filmin emite la serie con espíritu punk que relata la subida al poder de la primera ministra de Noruega en los años setenta
VALÈNCIA. Toda película y serie biográfica está basada en la verdad, la mentira y la mala memoria, pero solo una lo reconoce desde su secuencia de apertura. Power Play es una propuesta de seis episodios que detalla con humor, colmillo, mezcla de formatos y grafismo de novela gráfica la subida al poder de la política Gro Harlem Brundtland, quien ejerció de primera ministra de Noruega en tres legislaturas. La comedia, disponible en Filmin, sigue su ascenso a lo largo de una década desde el ejercicio de la medicina y el activismo hasta el más alto rango de autoridad institucional en el país nórdico. Su irreverencia fue reconocida en la última edición del festival Canneseries, donde se coronó como la mejor serie y también recibió el galardón a su banda sonora.
“Todo lo que ve la audiencia es real. Hemos realizado una profunda investigación, nos hemos entrevistado con mucha gente y nos hemos servido de imágenes de archivo, pero cada cual tiene un punto de vista propio sobre el pasado, lo recuerdan de manera diferente, y así lo advertimos en cada uno de los capítulos”, explicaba una de sus tres creadoras, Kristin Grue, en la primera edición del festival South Series de Cádiz.
La actriz de teatro debuta como guionista en esta miniserie junto a Silje Storstein, quien también codirige junto a Yngvild Sve Flikke. El showrunner es Johan Fasting, que hizo tándem con Flikke tanto en la serie Home Ground, sobre una mujer que se pone al frente de un equipo de fútbol masculino de la primera división, como en otra película de narrativa poco convencional, Ninjababy (2021), donde se aborda las dificultades de afrontar un embarazo no deseado con secuencias de animación intercaladas protagonizadas por el feto.
Power Play es un caramelo para los entusiastas de la serie Borgen, la añorada serie de ficción sobre una primera ministra danesa, pero sus creadores se cuidaron muy mucho de revelar la intimidad de la política protagonista. “Ambos planteamientos tienen similitudes, pero nosotros evitamos mostrar su hogar. Cuando estábamos desarrollando la trama, nos preguntamos por qué, por el hecho de ser una mujer, teníamos que entrar en su casa. ¿Lo haríamos si fuera un hombre?”, cuestiona Grue.
Al arrancar con la escritura, el equipo de guionistas sintió el peso de rodar algo serio sobre la historia de su país. Llegaron a tomar como referencia The Crown, el suntuoso acercamiento a la figura de la reina Isabel II de Inglaterra, pero cuando descubrieron en su proceso de documentación las intrigas en los ascensores, las filtraciones a la prensa a través de un comerciante de muebles y los gofres en reuniones del más alto nivel, se dejaron llevar por una energía que definen como ácrata.
“Durante los años setenta, en Noruega se abrieron paso la música punk y las publicaciones callejeras. En una ocasión, hubo un medio que buscó en las basuras del primer ministro Kare Willoch y de Gro Harlem Brundtland y publicaron luego sus desechos, diciendo que así eran los políticos en la vida real. Nos resultó fascinante. Así que hemos planteado esta trama como unos tipos que toman una cámara y filman los aledaños del poder. En la forma de abordarla también ha subyacido cierto pensamiento anarquista: a todo el equipo creativo le invitamos a saltarse las normas, tanto en los decorados como en el vestuario, la dirección de fotografía, la música... Cada cual ha hecho su aportación rupturista”, desarrolla Kristin.
La serie está rodada en 16 milímetros y entremezcla las convenciones de los géneros del docudrama y la sátira política con un aspecto retro en la puesta en escena, la inserción de rótulos irónicos y guiños contemporáneos al público, como las reuniones políticas en la sauna, más propias de Finlandia. “En nuestro país han proliferado estos establecimientos en los últimos tiempos, así que ha sido una manera de mostrarle al espectador que la serie se ha filmado en 2022. Forma parte de nuestro juego en la serie con el tiempo y el espacio”.
En este retrato iconoclasta jugó un papel fundamental el pasado teatral de la guionista, quien ha incorporado la ruptura de la cuarta pared típica en las tablas al vocabulario audiovisual: “Hemos estado jugando con ello, pero sin excedernos. Queríamos recordarle a la audiencia que es una ficción, no un documental, así que hemos tomado esa posibilidad de hablarle al público que te dan las artes escénicas”.
La retratada no ha hecho comentario alguno respecto al recuento seriado de su ascenso en política. Las guionistas estuvieron en contacto con su abogado, quien les transmitió la negativa de Brundtland a entrevistarse con ellas o a aportar información, pero les dio total libertad. “Ha sido lo mejor, porque creo que reunirnos con Gro durante el proceso creativo hubiera resultado problemático. Ella es una persona estricta. Si se hubiera opuesto a alguna de nuestras decisiones, nos hubiera resultado duro”.
Gro Harlem Brundtland fue una figura capital en la lucha por la igualdad de género y el derecho al aborto en su país. Cuando Power Play arranca, corre el año 1974 y la joven doctora tiene una columna en la prensa sobre la interrupción del embarazo. El Partido Laborista está buscando un perfil femenino para contrarrestar el pleno masculino del Gobierno y le ofrecen el Ministerio de Medio Ambiente. La activista acepta entrar y se da de bruces con una cohorte de compañeros ineptos, misóginos y mezquinos, que se resisten a hacer hueco a una mujer en el Ejecutivo.
“Había mucho que rascar. Tratamos de plasmar que fue increíble y muy loco que iniciara una carrera política rodeada de todos esos hombres. No puedo imaginarme cómo tuvo los arrestos para hacerlo, pero no queríamos glorificarla, porque también hizo cosas que no fueron tan buenas. Al final hemos encontrado un equilibrio: transmitimos que fue relevante, pero también hacemos reír”, explica Grue.
Tanto para ella como para el resto de los cocreadores, la hoy política octogenaria ha sido un referente. Después de sus tres mandatos, llegó a liderar la Organización Mundial de la Salud entre 1998 y 2003, y en 2007 ejerció de enviada especial de la ONU para el cambio climático: “Había una naturalidad en el hecho de que una mujer ocupara el cargo de primera ministra. De hecho, lo extraño era que fuese un hombre. Ese era nuestro estándar. Nunca he querido ser como ella, pero influyó en mi mentalidad. Siempre ha sido un símbolo de que podías llegar a ser una líder”.
La pregunta que se plantearon y plantean a espectadores y espectadoras es si se puede seguir siendo una persona idealista cuando se va ganando más y más poder. Si entrar en el juego político merma los principios.
La actriz que la interpreta, Kathrine Thorborg Johansen, va más allá de su personaje y destaca la lectura contemporánea y universal de esta serie: “El partido laborista está perdiendo votos en Noruega y lleva haciéndolo desde hace tiempo. Creo que Power Play puede hacernos reflexionar sobre las razones de que esté pasando algo así, abordar qué está sucediendo con la socialdemocracia tanto en nuestro país como en muchos otros, porque es un fenómeno generalizado. Los partidos de izquierda están perdiendo votos en todo el mundo. Nuestra propuesta no es una comedia, sino que tiene un punto de vista anarquista. No está solo hecha para reír, sino para reír, pensar y ser más conscientes”.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame