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¿Y TÚ QUÉ MIRAS? 

'Respira', pero bien hondo, lo vas a necesitar

20/09/2024 - 

VALÈNCIA. ¿Qué no has visto Respira, la serie española de médicos? Pues te cuento, que tiene mucha miga. Esto es un hospital en València, público, no privado. No, no uno de verdad, uno inventado para la ocasión. Cerca del mar. Porque, chica, según la serie, en València el mar está en todas partes: al lado del hospital, cuando sales de los juzgados, donde sea. A ver, que esto es lo de menos, que todas las ciudades de las series y las pelis son imaginarias y bien que nos tragamos los seattles y chicagos que vemos, que a saber cómo ordenan las localizaciones y ponen una cosa al lado de la otra. Ah, y València parece modernísima, oye, un poco como en aquella del tipo que se muere y resulta que tiene una amante en La Albufera. 

¿Cómo se llamaba? El embarcadero, esa, que València ciudad parecía Tokio. ¿Intérpretes valencianos, dices? Nooo, ya sabes cómo va esto, que cosas tienes, solo algunos personajes secundarios. Sí, aquí también de vez en cuando dicen “xiqueta” o “escolta”, para disimular, ya tú sabes. Pero vamos al salseo. Resulta que, claro, como es un hospital público, pues los pobres no tienen de nada y les falta de todo: el personal, entregadíííísimo, no da abasto y todo es precariedad. Real como la vida misma. También te digo que es lo único real, porque lo demás, ni de coña. Total, que un día, no te lo pierdas, llega allí por un accidente sin importancia la presidenta de la Generalitat Valenciana en forma de Nawja Nimri, que le sale como a nadie lo de parecer borde, y en las pruebas le encuentran un cáncer. 

Y mira por dónde, en ese hospital está el mejor oncólogo de ¡Ejjpaña!, que te lo repiten como seis o siete veces en varios capítulos para que entiendas por qué la presidenta, muy de derechas, promotora de los recortes en los servicios públicos y ferviente partidaria de la sanidad privada, decide quedarse ahí para su tratamiento. Y, sí, porque es guapo, faltaría más, y aunque están en las antípodas ideológicas, pues oye, que tienen su chispa y su mojo y se buscan y se miran y desde el minuto uno sabes que los van a acabar liando en algún momento de esta temporada o de la siguiente. Tensión sexual no resuelta de esa. La presidenta es un mix entre Esperanza Aguirre, Díaz Ayuso y Rita Barberá pero en sexi. Un amigo tiene la teoría, que creo que es cierta, de que la han ambientado en València porque si el hospital fuera madrileño el personaje se parecería demasiado a su presi, que es más mala que un dolor, y casi tan inverosímil como la de la serie. 

Por supuesto que toda la historia de estos dos no hay quien se la crea, porque, agárrate que vienen curvas, el mejor oncólogo de España, que es muy de izquierdas y muy militante, monta una huelga total, sin servicios mínimos, porque ya no pueden más. Una huelga que, fíjate tú que casualidad, empieza justo en medio de la operación a vida o muerte que le está haciendo el médico guapo a la presidenta. Y él la deja desangrándose en la mesa de operaciones, sí señor, con un par, porque a íntegro no le gana nadie y hay que empezar la huelga. Este giro no se les había ocurrido ni a los de Anatomía de Grey. Menos mal que ahí estaba otra médica que no seguía la huelga y decide continuar con la operación y la salva. La médica es Aitana Sánchez Gijón que, hija, estás deseando decirle, Aitana, amiga, sal de ese hospital y vete a una serie que respete tu talento, pero ya sabemos que la vida está muy achuchá y del teatro no se vive en este país. 

Y que este personaje también tiene lo suyo, que resulta que le ingresan al hijo de dieciocho años puesto hasta las cejas de todo a punto de palmarla, tras una noche salvaje de sexo, drogas y desfase ¿y quién me dirás que ha compartido con él esa noche y lo ha llevado al hospital? Pues un enfermero de urgencias que trabaja con la madre. Sí, todo le pasa al personal de ese hospital. Porque no te he contado lo de la chica violada, ¿no?, esa cuya ginecóloga, súper feminista y activista contra la violencia de género, decide mentir en el informe para que quede bien claro que ha sido una violación y ella pueda denunciar sin problemas. ¿Adivinas quién resultará ser el violador unos capítulos después? El hijo de la ginecóloga, eso es, que también lo es del gerente del hospital, están divorciados este par. 

Que tú estás ahí delante de la pantalla diciendo nononono, no lo hagáis, va, guionistas, no es posible. Y zas, se abre el plano y ahí está el hijo. Y el gerente en cuestión es el novio de otra doctora que, a su vez, se ha liado con un interno más joven que, oye, no te lo vas a creer, es súper amigo de la presidenta de la Generalitat, lo cual justifica que un interno jovencísimo que está en periodo de formación opine en todos los debates médicos y las decisiones sobre el tratamiento de su cáncer. Ya te digo que en la València de la serie, solo existen el personal del hospital y sus allegados. Eso sí, son todos guapísimos, ellos y ellas. Es que no hay uno feo. Y claro, lían a dos de los seres humanos más bellos de España, Blanca Suárez (la novia del gerente) y Manu Ríos (el interno), y cómo nos vas a disfrutar de eso, da gloria verlos. La historia no se sostiene ni por el forro, pero que nos alegra la vista nadie lo puede negar. 

Sí, efectivamente, esto es Élite, pero en un hospital. Y buenoooo, ¡el lío cronológico! A ver, que el tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein, pero de ahí a que sea imposible saber cuánto tiempo ha pasado entre una cosa y otra, que nada coincida y no haya la menor coherencia temporal hay un trecho. Y los golpes de guion, que no saben hacer avanzar el relato más que a base de giros locos y coincidencias y casualidades imposibles. Por favor, a estas alturas de la historia de las series. No sé, que en Anatomía de Grey, que mira que ahí hay salseo, o en New Amsterdam, que forzaba ciertos límites narrativos en su maravillosa defensa lo público, los dilemas morales típicos de las series de hospitales no se dan porque afecten a un miembro de la familia, un amante o un amigo, sino por el propio ejercicio de la profesión y los muchos desafíos que supone tener la salud, la vida y la muerte de la gente en tus manos. 

Jo, y que ya es mala pata que para una vez que en España se explicita la dimensión política de una serie, como no paran de decir sus creadores e intérpretes, todo eso no sea más que una excusa para hacer el mismo culebrón de siempre. Podría seguir, pero ya está bien de tanta cháchara, la serie no lo merece y yo estoy sin aliento. Bueno, sí, una cosa más. Si quieres una serie de hospitales buena de verdad y una denuncia política de la sanidad pública en condiciones, acaba de llegar a Filmin Breathtaking, tres capítulos que no olvidarás.  

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