MADRID (EP). El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desvela en su libro Tierra Firme cómo tomó la decisión de adelantar las elecciones generales al 23 de julio, horas después de cosechar una derrota en las autonómicas y municipales del 28 de mayo.
En el libro, que se ha publicado este lunes, dice que reunió a sus principales colaboradores en La Moncloa esa misma noche y discutieron sobre ir a las urnas en septiembre, pero él era partidario de convocar a los electores el primer domingo que fuese posible porque todo el tiempo añadido daría a la derecha la oportunidad de atacarle. "Me resultaba tan evidente como la ley de la gravedad", señala en el libro recogido por Europa Press.
Sánchez explica que después de constatar la pérdida de poder que habían sufrido --la mayoría de los Gobiernos autonómicos y numerosas capitales de provincia-- convocó a sus principales colaboradores y deja patente que en ese momento, ya tenía claro que quería convocar los comicios cuanto antes.
Sánchez dice que la primera persona con la que habló fue su mujer Begoña. "Aún sonrío recordando la perplejidad con la que reaccionó", señala. Después convocó a la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, al secretario de Organización, Santos Cerdán, al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños y a su Director de Gabinete Óscar López.
La reunión comenzó pasada la una de la madrugada, según señala Sánchez, expuso su lectura que hacía de los resultados electorales y señaló que la mejor opción era el adelanto electoral. Según relata, todos estuvieron de acuerdo en ello, aunque debatieron sobre llamar a las urnas en septiembre, una vez pasado el verano.
Sin embargo, según indica, fue él quien insistió en convocar las elecciones el primer domingo que hubiera posibilidad legal, es decir el 23 de julio. "Todo el tiempo añadido daría mayores oportunidades a la derecha de empañar los logros de la legislatura y acabar desbaratando el buen trabajo realizado. Me resultaba tan evidente como la ley de la gravedad", señala.
"La ortodoxia desaconseja convocar elecciones a un partido en horas bajas; nosotros acabábamos de hacerlo. En aquel momento muy pocos creían en una victoria que le diera la vuelta a la situación. Teníamos por delante ocho semanas para lograrlo", indica.
Por otro lado, en varios momentos del libro, Sánchez carga contra los sondeos electorales al tacharlos de "encuestas imaginarias". Afirma que en la jornada electoral del 23J, a media tarde, empezaron a circular encuestas que insistían en pronosticar una mayoría absoluta del PP y Vox, "la misma mayoría holgada que habían reflejado durante meses y que la derecha daba por segura".
"Aquellos por fantasiosos que fuera, provocaban un impacto psicológico evidente. Toda la información que corrió de teléfono en teléfono estaba tan viciada como la difundida durante la campaña y sin embargo resultaba difícil escapar a su influjo. Las agencias de encuestas conocen ese efecto", señala.
Sánchez carga contra la "opacidad" de las casas encuestadoras que a su juicio las desacredita y además es perjudicial para la democracia. "Más allá de la movilización o el desánimo que puedan producir en el electorado, generan un efecto perverso.
El presidente del Gobierno también lanza un mensaje a los medios y sostiene que España tiene un problema de "pluralismo periodístico" porque "la España progresista no está representada en los medios de comunicación de acuerdo con su dimensión y su peso social" y por tanto hay "un abismo entre la opinión pública y la opinión publicada".
En la primera parte del libro, Sánchez hace un repaso por las elecciones del 28 de mayo, el adelanto electoral y la campaña de las generales, en la que recibió muchas críticas por su cambio de criterio sobre asuntos clave, como los indultos a los líderes independentistas del procès.
En este sentido, Sánchez defiende en el libro que todos los presidentes del Gobierno han modificado sus posiciones políticas al llegar al poder. Así señala que Rajoy ganó las elecciones generales de 2011 diciendo que bajaría los impuestos y luego los subió, José María Aznar "empezó a llamar a ETA, Movimiento Vasco de Liberación Nacional", según señala y Felipe González llegó al poder prometiendo un referéndum para salir de la OTAN, pero lo convocó defendiendo la posición contraria.
Así, señala que hay cuestiones que no se ven hasta que no se ocupa la Presidencia del Gobierno, hay veces en que cambia la coyuntura y en otras ocasiones "hay que hacerla cambiar" sostiene. Así señala que hay asuntos que un presidente debe abordar desde el máximo rigor cuando se presentan "aquilatando todas las razones, consecuencias y objetivos que se pretenden conseguir". Sánchez considera que es no es ser maquiavélico, como en alguna ocasión se le ha achacado, sino responsable.
También dedica espacio a referirse al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo y su desempeño durante la campaña electoral y el cara a cara que mantuvieron. Dice que le desconcertó por las "mentiras" y el "falseamiento descarado" de los datos.
Aunque Sánchez admite que no tuvo su mejor día en el debate contra Feijóo cree que marcó un punto de inflexión porque se empezó a poner en cuestión la credibilidad del candidato del PP.
Además, vuelve a mencionar su relación con el narcotraficante Marcial Dorado y cree que esa relación le hubiese impedido presentarse a las elecciones en cualquier país de Europa. "Habla mal del PP que le acogieran para dirigir el partido con tanto entusiasmo, sabiendo que carga con ese fardo".