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Sopa de letras  

Santiago Posteguillo: "Julio César es el eje en torno al cual pivota toda la civilización occidental"

Con Roma soy yo (Ediciones B, 2022), el escritor de novela histórica Santiago Posteguillo arranca su saga más ambiciosa hasta el momento: una serie de libros dedicada a la figura de Julio César

19/05/2022 - 

VALÈNCIA. Recién llegado de París y a punto de partir hacia Galicia. Así pillamos al escritor y profesor de la UJI, Santiago Posteguillo (València, 1967) al otro lado del teléfono. La promoción de su nueva novela Roma soy yo (Ediciones B, 2022) ocupa gran parte de su agenda, aunque si acaba de regresar del país galo es porque allí se ha presentado Yo, Julia (con la que ganó el Premio Planeta en 2018) en francés. Y queda camino por delante, porque este autor que ha cautivado a más de 4 millones de lectores tiene mucho que escribir sobre la antigua Roma y, concretamente, sobre Julio César. Nos lo cuenta él mismo.

-Con Roma soy yo arranca una serie de novelas dedicadas a la vida de Julio César, ¿por qué inspirarse en esta figura? 
-Sigo pensando que Julio César es el eje en torno al cual pivota toda la civilización occidental; o, mejor dicho, toda la civilización romana y, a partir de ahí, por extensión, la occidental. Es una figura cuya importancia histórica está de acuerdo con su leyenda y mito: están al mismo nivel ambas cosas. Seguir aprendiendo de este personaje nos cuenta cosas sobre quiénes somos.

-¿Hasta qué punto nos cuenta cosas sobre quiénes somos, sobre nuestro presente?
- Roma soy yo va de un juicio contra un senador acusado de corrupción generalizada; un juicio donde se observa que, bajo unas leyes promulgadas por el dictador Sila, los jueces no son independientes, porque han de ser senadores también. Creo que son temas que, 2.000 años después, seguimos sin tener resueltos. Y otros muchos. Si seguimos con el derecho, encontramos momentos en los que se puede recusar a jueces por estar implicados personalmente con el acusado, momentos donde hay que decidir quién puede personarse como acusador en un juicio… Estamos hablando del siglo I a.C., pero podríamos estar hablando del siglo XXI.

-Nos comentaste en su día que a Julia (protagonista de tu novela Yo, Julia) la habías construido desde la admiración; supongo que a Julio César también…
-Sí, está hecho desde ese prisma, sin que eso quiera decir que el personaje no tenga sus errores o sus defectos que se irán mostrando a lo largo de la serie. En esta primera novela, por ejemplo, vemos a un César muy idealista. Creo que es tendencia natural en la raza humana ser tremendamente idealista de joven (y luego no quiero decir yo que uno tenga que perder sus ideales o principios), pero en el proceso de madurez todos vamos experimentando en gran medida que la vida es más compleja. Que a veces no es todo blanco o negro, sino que hay gamas de grises. Que a veces incluso uno tiene que pactar con personajes con los que pensaría que nunca llegaría a hacerlo, como iremos viendo a lo largo de la serie de novelas. Pero sí, es verdad que en el conjunto de decisiones que toma Julio César a mí me pesa más lo admirable. 

-Es uno de tus proyectos literarios más ambiciosos, ¿cuántos libros va a abarcar y cómo lo estás planteando?
-Sí, sin duda es mi proyecto literario más ambicioso. Trabajo con una idea de hacer 6 novelas, de las cuales Roma soy yo sería la primera. Cada una debe ser autoconclusiva y contar una parte de la vida de César y una historia en sí misma; pero también esa historia estará engarzada en 6 libros para ir narrando cada una de las grandes etapas y decisiones de su vida.

César es un personaje de tal magnitud, rodeado de un elenco de personajes históricos tan importantes, como Cicerón, Pompeyo, Cayo Mario, Sila, Cleopatra, Marco Antonio, Augusto… que todo eso en 6 novelas a mí no me cabe [ríe]. Pero bueno, es por mi forma, entre épica y moral, de contar, de hacer como frescos de la época que me lleva a este tipo de extensión. Siempre digo que lo importante de una novela no es que sea larga o corta, sino que sea entretenida.  

Foto: KIKE TABERNER.

-En el subtítulo del libro leemos «la verdadera historia de Julio César». ¿Esto quiere decir que hay historias sobre Julio César que no son verdad?
-Lo que quiere decir es que vamos a intentar contar no solo lo mítico del personaje, sino también la parte humana que había detrás del personaje. Muchas veces se habla de las guerras de las Galias, del paso del Rubicón… y otros episodios históricos, y parece que el ser humano queda detrás. En la novela hablo de su madre, de su relación de amor con su primera esposa (el amor de su vida), su relación con sus amigos, con su tío Mario… intento mostrar la parte humana. En ese sentido, la verdadera historia de cualquier personaje histórico no es solo sus grandes decisiones históricas (que también) sino también quién era esa persona. De ahí ese subtítulo.

-Una parte importantísima de la obra gira en torno al juicio que protagoniza Julio César, y donde hace disertaciones muy sesudas. A nivel oratorio, ¿qué retos te ha implicado escribir estos capítulos?
-Teníamos datos del juicio, como quién era el acusador (César), quiénes eran los abogados, quién era el acusado, de qué se le acusaba, cuál era la sentencia y cómo era el tribunal. Pero, aunque tengamos todos esos datos (el armazón), no tenemos el texto del juicio porque se perdió. Ahí he recurrido por un lado a la documentación, a textos paralelos, es decir, textos similares a los que se han perdido con casos similares de la misma época y bajo las mismas circunstancias (como uno de Cicerón contra el gobernador Verres por corrupción); y, por otro lado, al catedrático de Derecho Romano Alejandro Valiño, con el que me reuní en varias ocasiones, para ir desgranando las bases de un juicio bajo las leyes de Sila. Entre unas y otras cosas es cómo he podido reconstruir ese juicio.

-Se te considera el autor más vendido de novela histórica en lengua española con más de 4 millones de lectores. ¿Qué tiene la novela histórica para cautivar a tantos lectores?
-El género de la novela histórica da respuesta a esa pregunta que creo que todos nos hacemos alguna vez en la vida: de dónde venimos. Pese a que se reducen (ya sea por un gobierno de un color o de otro; en esto coinciden) las humanidades, la historia o la filosofía a nivel educativo, no parece que hayan aniquilado la curiosidad innata de mucha gente por saber de dónde viene, por conocer su pasado y la historia. Y ahí entra la novela histórica, que te puede contar eso (de dónde venimos) de una forma amena y entretenida. Por eso creo que el mundo de la novela histórica tiene mucha fuerza. Desde principios del siglo XIX, cuando Walter Scott escribió Ivanhoe, hasta ahora, el género histórico ha llegado para quedarse.

-Estudiaste literatura creativa en Estados Unidos, ¿se puede realmente aprender a escribir, dicho de otra forma, hasta qué punto pesa el talento innato?
-Sin duda alguna uno tiene que tener un talento artístico para poder luego destacar, pero los pintores van a la facultad de Bellas Artes; los arquitectos, a la de Arquitectura; los bailarines a centros coreográficos o escuelas de ballet y danza; los cantantes y músicos a escuelas de música y conservatorios… Todas estas artes se enseñan.

Tú no puedes enseñar a Dalí la genialidad: pintar unos relojes que se están derritiendo es una genialidad suya. Pero la técnica del carboncillo, de la perspectiva, del óleo, la acuarela… sí se enseña, aunque luego el artista decida qué va a pintar. Lo mismo pasa con la literatura; lo que pasa es que no ha habido en el mundo de la lengua española tanta tradición de enseñar literatura creativa, es decir, el arte de escribir. Ahora en España hay hasta un grado de Escritura Creativa en la universidad y varios másteres, pero en los años 80 (cuando yo quería hacer esto) el sitio para ello era Reino Unido o Estados Unidos; y de ahí mi decisión.

Te pueden enseñar las técnicas narrativas, que te pueden ayudar mucho, pero para destacar y conectar con la gente tienes que tener algún talento. A ese talento que pudiera tener, si no me hubieran explicado todas las técnicas narrativas, no podría sacarle el partido que creo que le puedo estar sacando.

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