LA ENCRUCIJADA / OPINIÓN

Sentirse útil: longevidad activa y calidad de vida

7/12/2021 - 

VALÈNCIA. La longevidad es una prórroga que nos ha concedido el conocimiento. Un conocimiento que nos enseña a adoptar hábitos saludables. Un conocimiento en continua expansión que nutre los campos científicos y conduce a que se extiendan la cantidad y calidad de vida. Pero, conocida la delimitación de la primera, ¿qué podemos entender por esta última? Algunos dirán, con razón, que la calidad se condensa en un estado de salud, físico y mental, que posibilita sostener la autonomía personal. De ésta forma parte la capacidad de decidir con raciocinio, el control de la movilidad aunque sea asistida por vehículos adaptados, la facultad de aprendizaje, la agilidad de la memoria y la ausencia de enfermedades incapacitantes.

Sin embargo, no concluye en los anteriores ítems lo que puede constituir una aspiración de longevidad activa. La diferencia entre la edad de jubilación y la calculada para la esperanza de vida ofrece una amplitud creciente, existiendo colectivos de personas mayores que, disfrutando de calidad de vida, con el contenido antes expuesto, aspiran a una vida más plena. Una plenitud que no se encuentra únicamente en los recursos actuales abiertos al transcurso de la ancianidad, como el turismo ajustado a las rentas de la tercera edad, la existencia de lugares para la reunión y ocio de las personas mayores, los cursos de formación enfocados a satisfacer su curiosidad intelectual y otros servicios que aportan un plus de ludismo.

El anterior repertorio de respuestas, aun siendo positivo y bienvenido, se encuentra generalmente ideado desde la experiencia de lo que representaba ser mayor en el pasado, quedándose corto cuando se integra a los nuevos incorporados y a quienes les sucederán a continuación. Tengamos presente que la jubilación ya abarca a personas que han vivido el tránsito desde una formación restringida a lo básico a otra con amplia presencia de los niveles secundario y universitario. Ello conlleva que se esté retirando un capital humano presente en los orígenes y desarrollo de la modernización económica y en la extensión y gestión de los grandes servicios públicos. Un capital humano que, sin la existencia de alternativas que permitan su oxigenación, se encuentra condenado a un progresivo desgaste: todo un derroche para sociedades que, como la valenciana, precisan cuidar su acervo de conocimiento.

Una tentación atractiva

Puede argüirse, con razón, que la situación descrita no será generalizada. Al fin y al cabo, abandonarse al dolce far niente constituye una tentación atractiva para un sector de jubilados. Además, parte de los mayores encuentran en las necesidades de sus hijos y nietos un terreno abonado por numerosas demandas. El reconocimiento de lo anterior no obstaculiza, sin embargo, la tesis principal: entre el número creciente de personas mayores surgen inquietudes que desborden las diseñadas en el pasado, al tiempo que se eleva el coste, para el conjunto de la sociedad, del desaprovechamiento de este colectivo.

Ello conduce a la apertura de otras actividades de interés social o económico que encaje con las aspiraciones de la nueva tercera edad. La transición del trabajo a la jubilación puede repensarse, con la introducción de una etapa intermedia y voluntaria de reemplazo que contemple supuestos más amplios para la jubilación parcial. La introducción de la formación profesional dual sirve a los propósitos de trasladar el conocimiento adquirido por la experiencia y el saber acumulado del trabajador mayor si se le permite intervenir como tutor de los estudiantes. 

Voluntarios de la Fundación La Caixa (Foto: Fundación La Caixa)
En las administraciones públicas, la transición puede dar lugar a la presencia de los funcionarios mayores en cursos de reciclaje, selección de nuevo personal y su acompañamiento en los primeros meses de incorporación al trabajo, asesoramiento sobre la carrera profesional y la participación en consejos asesores. Por su parte, los habilitados para el ejercicio liberal de una profesión pueden servir de apoyo inicial a sus nuevos colegas y crear equipos dirigidos a apoyar a nuevos emprendedores, guiándoles para evitar el zarpazo del fracaso o sugerirles los recursos disponibles para afianzar sus proyectos.

A las anteriores opciones se suma el inmenso cúmulo de servicios de voluntariado en los que encaja la persona de mayor edad. Junto a las ONG, algunos países son testigos de que son jubilados voluntarios los que prestan información a los visitantes de los museos, cuidan a otras personas mayores o se prestan a ser sus chóferes los fines de semana, trasladando a encuentros familiares a quienes el resto de la semana habitan en residencias. De igual modo, los voluntarios de la nueva tercera edad pueden prestar apoyo en la adquisición de idiomas, formar en conocimientos necesarios para la iniciación digital y prestar apoyo a los servicios socio-sanitarios o a la organización de eventos públicos.

Edad de retiro

Vista desde otro ángulo, la longevidad activa encuentra cierta contradicción en los límites establecidos para la edad de jubilación forzosa de algunas profesiones. Apartar a los 70 años a profesores de universidad, investigadores, jueces o médicos conlleva la amortización forzosa de un saber y experiencia profesionales de gran valor. Son casos, probablemente no los únicos, en los que la edad de retiro debería estar abierta al estado de salud y voluntad personal de los afectados.

Se podría pensar pensar que toda alternativa que comporte la implicación de la tercera edad en actividades como las descritas podría reducir las oportunidades de los jóvenes, afectados por tasas de paros muy elevadas. Quizás merecería contemplarse al revés, con la actividad de las personas longevas derrumbando los obstáculos de saber y expertise que achatan las oportunidades laborales de los jóvenes. En todo caso, como queda señalado, existen vías de concreción y ajuste para pasar de un ambiguo discurso sobre la longevidad activa a un nuevo tiempo para su concreción, de modo que sentirse útil, apoyando a los demás, se sume a los factores que caracterizan la calidad de vida.

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