La Filmoteca recupera a las pioneras del celuloide que lideraron rodajes a principios del siglo XX y fueron olvidada por el canon
VALÈNCIA. Un fenómeno misterioso recorre desde hace siglos todo tipo de disciplinas artísticas: la aparición de escritoras, cineastas o pintoras que logran el reconocimiento de sus coetáneos y cuyas trayectorias, en poco tiempo, se desvanecen de los cánones y los libros de historia. Estas figuras femeninas caen en el más absoluto de los olvidos y, al no pasar a la posteridad, dejan de existir en los imaginarios colectivos. De vez en cuando, pervive el legado de alguna, las grandes excepciones, unicornios del talento, creadoras a las que se les exige ser prodigiosas y extraordinarias para poder añadir su nombre en un párrafo repleto de referentes masculinos. El cine mudo no escapa a esta tendencia. Porque sí, resulta que en 1913 había un buen puñado de señoras detrás de las cámaras rodando sus propias películas. Así lo demuestra el ciclo sobre las directoras pioneras de este campo que la Filmoteca de València ha puesto en marcha en marzo y que se extenderá hasta diciembre de 2022.
En este caso, la creadora unicornio, una de las pocas que ha logrado alcanzar el horizonte de los libros de texto, es la prolífica Alice Guy, pero resulta que no estaba sola. También aquí hubo mujeres, bastantes, de hecho, pero se volatilizaron en los océanos del silencio. Así, entre las directoras que la Filmoteca está decidida a sacar de cajones, alacenas y trasteros se encuentran Mabel Normand, Dorothy Davenport Reid, Cleo Madison, Marion E. Wong, Nell Shipman, Ruth Ann Baldwin, Lita Lawrence, Madeline Brandeis y Olga Preobrazhenskaia.
Sobre ellas hablamos con la técnica de Programación de La Filmoteca, Nuria Castellote, una de las responsables de este ciclo: “Había muchas más mujeres en los años 10 dirigiendo películas que en los 30, 40 o 50. El caso de Universal es muy significativo: entre 1910 y 1920 tuvo a 11 mujeres dirigiendo y 170 títulos de esos años fueron dirigidos por ellas, aproximadamente un 12% del total del estudio. Esas cifras nos pueden parecer poca cosa, pero es que en los años 90, en todo el cine de Hollywood, los largos dirigidos por mujeres representaban apenas un 9% de la producción”.
Toca preguntarse qué pasaba a principios del siglo XX y qué sucedió después para que todas esas creadoras se volatilizaran. La respuesta, para Castellote, es un viejo conocido: “el capitalismo”. Los años 10, relata, constituyen “una década apasionante en la que la industria cinematográfica tiene un carácter mucho menos sistematizado. No había una división del trabajo clara y la frontera entre unas funciones y otras era mucho más permeable. Una misma persona podía escribir el guion de una cinta, encargarse de las luces y salir de extra. Ese contexto informal dio la oportunidad a que muchas mujeres actrices o guionistas se pusieran a liderar rodajes o a crear pequeñas productoras. En cambio, desaparecen cuando el celuloide se convierte en un negocio ‘serio’ con una financiación potente y en el que es posible ganar mucho dinero. Es ahí cuando se impone un sistema de estudios mucho más vertical y con una mayor división del trabajo que implica también una división por géneros. Capitalismo y patriarcado van de la mano y, en la gran pantalla, eso supuso la expulsión de las mujeres de puestos de poder”.
La misma linde franquea Áurea Ortiz, también técnica de Programación de La Filmoteca y también responsable del proyecto: “muchas de estas directoras fueron primero actrices o empresarias teatrales que dieron el salto a la pantalla, también encontramos a algunas que provienen de la fotografía. Hay que tener en cuenta que se trataba de una industria nueva con una tecnología en pleno crecimiento, se están creando oficios nuevos y eso permitía que todo tipo de personas tuvieran una oportunidad de experimentar”. Además, Ortiz subraya el carácter experimental que que pespunteaba los pañales del séptimo arte y que marcó el desarrollo de estas pioneras: “se ponen a hacer cine en un momento en el que todo se está inventando y ese espíritu de probar cosas distintas y crear un lenguaje visual nuevo está muy presente en sus obras. Se nota que estaban plenamente integradas en su época, en la onda de sus homólogos masculinos. Hacen western, thrillers, melodramas, títulos de acción… de todo”, apunta. En este cruce, Castellote recuerda que todavía hay quien “comenta sorprendido que mujeres como Kathryn Bigelow dirijan cintas de acción, pero vemos que estas señoras hace más de 100 años ya llevaban a cabo películas de aventuras o de vaqueros con heroínas muy empoderadas”.
Las amnesias sociales no suelen ser fortuitas. Como explica Ortiz, el olvido que sufrieron estas realizadoras “forma parte de la historia de las mujeres en muchos ámbitos. En el caso del cine, el relato canónico está lleno de señores hechos a sí mismos y ahí ellas solo caben como acompañantes”. Cuando se habla de los inicios del cine, es obligado presentar a los Lumière como pioneros del documental y nombrar a Meliès como padre de las filmografías de ficción. De rebote, durante mucho tiempo se ha ignorado que, en realidad, la primera persona que realizó un corto de ficción fue Alice Guy en 1896 con El hada de las coles. No es algo aislado. “Por ejemplo, en el libro Historia del cine, de Román Gubern, uno de los más leídos a nivel académico en nuestro país, D. W. Griffith aparece mencionado 29 veces y Lois Weber ninguna. Y eso me parece muy significativo, porque en su época Weber se consideraba que estaba al mismo nivel que Grifftih o Cecil B. DeMille. De hecho, sus producciones con la Universal tenían bastante presupuesto y ella estaba muy bien pagada. No fue una autora a pie de página, pero la historia la ha olvidado”.
Castellote introduce aquí otro palazo que favoreció la desmemoria colectiva: “mucho del metraje de estas mujeres no se conservan. No es raro, teniendo en cuenta que un 70% del cine mudo se ha perdido. Por ejemplo, Lois Weber rodó 40 largos y más de 150 cortos, y se conservan muy pocos. Ruth Ann Baldwin dirigió unos 13 títulos y se han perdido todos menos 49'-17', que es una joyita”.
Frente a los silencios seculares, va cogiendo impulso la recuperación de genealogías femeninas extraviadas ignoradas. Como apunta Ortiz, desde hace años, distintas iniciativas “están añadiendo puntos de vista en la investigación y la divulgación, se está poniendo el foco en aspectos que habían sido obviados. Hace falta saber que, aunque las mujeres tenían una posición secundaria en la sociedad y estaban limitadas en muchos sentidos, hacían cosas, estaban allí de forma activa. Quizás les costó mucho llegar, quizás no lograron consolidarse en el tiempo, pero existieron y sacaron adelante sus proyectos. Es esencial recuperar a esos referentes, añadir nombres que se han perdido y mostrar que ese momento histórico era mucho más complejo y diverso de lo que pensamos”. “El feminismo ha ampliado en los últimos años su base social y eso, igual que hace que se llenen las calles en las manifestaciones, también está contribuyendo a la recuperación del legado de mujeres de otros tiempos, y, por ejemplo, a que una distribuidora considere interesante mover estas películas”, resalta Castellote como pieza clave de esta búsqueda de referentes pasados.
Sabemos que existieron, de acuerdo. Ahora queremos descubrir de qué tratan sus fotogramas. Hay espacio para el drama amoroso y la comicidad, por supuesto, pero también para la transgresión y la denuncia. “Encontramos a cineastas como Lois Weber que en El Borrón o Zapatos se interesa por los conflictos de clase desde el punto de vista de la cotidianeidad de las mujeres pobres y la vergüenza que sienten al estar en una incipiente sociedad de consumo de la que no pueden participar por falta de recursos económicos. O Alice Guy, que reflexiona sobre la masculinidad y la construcción de los estereotipos de género en cortos como Algie el minero, donde aparece el primer personaje queer del cine”, comenta Castellote. La pena de muerte, la inmigración o las adicciones también hacen acto de presencia en estas bobinas. Además, algunas de las obras que podrán verse en la Filmoteca abordan temas como la sexualidad femenina o el aborto, “se trata de asuntos que interesan a las mujeres de hoy en día y que también preocupaban a las de esa época, por lo que tiene todo el sentido que ellas quisieran plasmarlo desde su propia perspectiva. Llama la atención como hay cuestiones que resultaban controvertidas a principios del siglo XX y lo siguen siendo en la actualidad; hemos avanzado en muchas cosas, pero determinados debates siguen sin cerrarse”, sostiene Ortiz.
Y aquí, una duda: cómo interpelar al espectador del siglo XXI con estímulos de 1910. O lo que es lo mismo, hasta qué punto el lirismo de las filmografías mudas conecta con la dieta audiovisual contemporánea. “Cada película cuenta un relato, lo importante es que te atrape. Si entras en él, da igual que sea en color, con sonido, en blanco y negro, con efectos especiales… A mucha gente le tira para atrás el cine mudo y cuesta que se atrevan con él, pero tienen que concebirlo como un espectáculo con imagen y música (en el caso de este ciclo, en algunos pases tendremos al pianista Arcadi Valiente en directo). Visualmente, estas filmaciones son fascinantes, muy bellas y, además a menudo aportan soluciones que nos parecen muy modernas. Quien se acerca a ellas queda cautivado”, defiende Ortiz, quien lanza además un anzuelo al presente multipantalla que habitamos: “estamos en una época en la que se consumen productos audiovisuales de todo tipo, con gran libertad creativa. Por ejemplo, una serie tan comercial como WandaVision ha estado haciendo cosas muy experimentales desde la imagen; los videojuegos acostumbran al público a todo tipo de recursos estéticos y plásticos para favorecer la inmersión... Si esos enfoques distintos nos atraen, ¿por qué no iban a hacerlo las piezas mudas, que plantean una forma distinta de construir las imágenes?”.
Hemos pegado una cabriola al pasado y, ahora, de regreso al presente, nos encontramos un panorama en el que las figuras masculinas siguen ostentando la supremacía en lo que a liderazgo de rodajes se refiere. En 1912 o en 2022, ellas siguen siendo minoría. Así nos lo esboza Ortiz: “tanto en Hollywood como aquí, las cifras de mujeres directoras siguen bajas, en torno al 20% o el 25%. Y normalmente están al frente de proyectos más pequeños, más baratos, menos comerciales… De todos modos, yo soy optimista, en las últimas hornadas de premios estamos viendo una presencia llamativa de nombres femeninos. Esa tendencia va a quedarse y va a normalizarse, aunque todavía queda camino”. Queda por ver qué cifras nos agitará en la cara 2122 (en caso de que para entonces el planeta no haya colapsado, claro).
Si esto fuera una película muda, ahora en pantalla aparecería un The End con un dramático acompañamiento musical. Como se trata de un simple texto, tendremos que conformarnos con un punto final. Menos efectista, pero igual de definitivo.
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