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TÚ DALE A UN MONO UN TECLADO / OPINIÓN

Todas mis amigas son bisexuales

Foto: INTI TUPAC LIBERMAN ARES/PEXELS
4/08/2022 - 

Los términos heterosexual y homosexual fueron acuñados por la psiquiatría alemana en 1870 para describir identidades modernas que nada tienen que ver con las de los siglos anteriores. Y estoy convencido de que en la tercera década del siglo XXI el paradigma identitario está cambiando hacia una forma nueva de ver el género y la sexualidad.

Porque todo cambia. Incluso conceptos que nos parecen inamovibles evolucionan a lo largo del tiempo.

Durante muchos siglos la forma de entender los roles sexuales tuvo que ver con lo que se conoce como el “código del penetrador”. Había una persona penetradora y una penetrada. Si esta última era hombre o mujer no era un dato demasiado relevante. Lo que importaba era que la persona activa tenía un estatus superior a la pasiva y esta penetración era una de las formas de demostrarlo.

Atendiendo al código del penetrador podemos entender que en la antigua Grecia el sexo era a menudo entre dos hombres sin que ellos sintiesen menoscabada su hombría. Más bien al contrario. Las mujeres servían solo para reproducirse, pues como Aristóteles escribió eran inferiores por naturaleza al hombre: sus esclavas naturales cuya mayor virtud era el silencio. Si los griegos querían tener una experiencia sexual plena y satisfactoria, con comprensión y plenitud de afectos –lo más parecido a la concepción moderna del amor, que mezcla lo físico con lo espiritual– pues se buscaban otro hombre. En sociedades guerreras como por ejemplo las de Esparta y Tebas, los valores asociados a la fuerza física, el sacrificio o la valentía eran los más atractivos. No es de extrañar que el batallón sagrado de Tebas estuviese formado por 150 parejas de amantes musculados que se ayudaban, defendían y dormían juntos.

Actualmente la belleza se asocia a las formas femeninas. Aunque hay una tendencia de cambio (lo que se ha llamado metrosexualidad) todavía hoy son principalmente los cuerpos de mujeres bellas los que llenan los anuncios publicitarios y las revistas de moda por lo que no es de extrañar que en este paradigma estético del deseo, la bisexualidad femenina sea actualmente mucho más habitual que la masculina.

Foto: INTI TUPAC LIBERMAN ARES/PEXELS

Estoy bastante seguro de que si preguntamos a varios hombres y mujeres qué cuerpo consideran más bonito, responderán mayoritariamente (si no todos) que el femenino.

Pero en Grecia era al revés: consideraban que el cuerpo femenino era deformado e impuro ante la perfección masculina. Una de las prácticas más habituales fue la citada efebía, relación especial entre profesor-alumno en la que se incluía el sexo. Y como ocurría en las parejas de guerreros, era el mayor quien penetraba al pupilo a su cargo, por lo que nadie se escandalizaba pues seguía la lógica jerárquica apropiada. Que los varoniles guerreros tuviesen relaciones sexuales entre ellos para subir la moral y fomentar el compañerismo en la tropa, o incluso por deseo, era muy de machos en esta época mientras el penetrado fuese el joven pupilo. De hecho, hay algunas parejas masculinas griegas muy conocidas: Alejandro Magno y Hefestión, Aquiles y Patroclo… que tenían aparte sus mujeres y sus hijos, claro está. La familia era importante.

Tampoco en el imperio romano estaban mal vistas las relaciones entre hombres. Como hemos dicho, muchos nobles mostraban su autoridad sobre sirvientes o esclavos mediante el sexo anal, que tenía más de gesto político-social que de otra cosa. Pero ellos siempre debían ser activos, eso sí. De lo contrario podían ser tachados de maricones o afeminados. E incluso castigados por practicar sexo antinatura, lo que en la Edad Media se llamó sodomía (malinterpretando la historia bíblica de Sodoma) y que no solo incluía el sexo con otros hombres, sino también con mujeres si la posición del hombre no era la dominante, hecho por el que Dios echó a Lilith del Paraíso según una historia bíblica apócrifa: por tener sexo con Adán colocándose ella sobre él.

O sea, que suponiendo que hubiera existido la palabra homosexual, habría incluido el sexo con mujeres que se colocaban a horcajadas en la cópula.

Foto: EVA MÁÑEZ

Pero a lo que iba: la bisexualidad femenina es fácilmente explicable en el contexto actual. En primer lugar, porque la tendencia estética es a considerar que el cuerpo de la mujer es más bello. Y en segundo lugar, porque la revolución feminista ha dejado en evidencia muchas prácticas machistas inherentes al mundo masculino y las machiruladas que antes se consideraban atractivas ahora son vistas con vergüenza y cierto desprecio. La imagen del hombre -sobre todo la del hombre dominante, duro y seguro de sí mismo que el cine puso de moda hace décadas- está devaluada. No es culpa del feminismo, no nos equivoquemos. El feminismo solo nos ha puesto unas gafas (que ya tardaban) para que nos demos cuenta del asco que produce, por poner un ejemplo, un grupo de whatsapp de machitos: homofobia, degradación de las mujeres, competitividad enfermiza, agresividad...

Por lo que a la belleza del cuerpo femenino, visto como más puro y perfecto, se una a cierta idea de que el hombre es un ser un tanto inferior, animalizado, egoísta y agresivo. Curiosamente, los griegos pensaban lo mismo de las mujeres: que se parecían a los animales en su incontinencia. Que solo con otro hombre podían tener sexo elevado. ¿No es en estos momentos el pene un símbolo denostado? Un símbolo del patriarcado: de la dominación, del privilegio, del abusador…

Sea más o menos injusto este clima anti-masculinidad, pues toda generalización es injusta, tenemos que ser muy ciegos para no darnos cuenta de que es la reacción a un abuso y a un privilegio perpetuado durante siglos que no va contra los hombres, sino contra el patriarcado como sistema social y de roles.

Por lo tanto, atendiendo al zeitgeist actual, creo que es fácil de explicar esa tendencia de las mujeres más jóvenes a la bisexualidad: las que no compraron su pack identitario viendo pelis del primer James Bond o de un joven Clint Eastwood. O de alguna ideología religiosa machista.

Foto: EVA MÁÑEZ

Concluyendo: no todas mis amigas son bisexuales, pero más de la mitad sí lo son o, al menos, tienen relaciones sexuales esporádicas con otras mujeres. Es una tendencia de los últimos años que aumenta cuando disminuye la edad. Sí, he dicho “tendencia porque las identidades cambian, evolucionan y siguen tendencias como todo en esta vida. Cada época tiene unos packs identitarios con los que nos vestimos para expresar nuestra subjetividad y sentirnos reconocidos dentro de un grupo. Unos packs que incluyen la forma de vestir, los gustos e incluso unas ideas determinadas sobre ciertos temas. Aunque haya excepciones, todos podemos imaginar cómo viste una persona que va a los toros y otra persona que tiene un mandala sobre su cama. E incluso a qué partido votan o qué opinan sobre el cambio climático. Así de originales somos, comprando nuestra subjetividad en el supermercado de las identidades.

Y, como he dicho, cada época tiene las suyas. Sus propios packs identitarios. Por eso juzgar una época con las nociones y la mirada de otra es absurdo. Por extraño que suene, incluso conceptos como el amor, el género o la orientación sexual cambian a lo largo de los siglos. Y ahora mismo estamos en un momento de transición hacia un paradigma diferente, mucho más fluido:  adaptado a estos tiempos líquidos.

P.D: Hace unas semanas un conocido mío bastante conservador y no demasiado feminista, de esos que todavía dicen maricón para hacer bromas, me decía que sentirte atraído por transexuales era de “machos”. A los hombre nos atraen las formas femeninas y las transexuales son muy femeninas, así que es normal que el macho se sienta atraído por sus curvas y sus tetas…

Me emocionó su explicación: Incluso el mundo conservador va encontrando sus justificaciones para el cambio que está llegando y que, les guste o no, es imparable.

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