VALÈNCIA. Los que fueron críos y adolescentes en los setenta y ochenta son el segmento de población más amplio en España. En Estados Unidos, el equilibrio es mucho mayor. ¿Qué significa esto? Pues que en España todos los remakes, secuelas y parafernalia que aluda a iconos de esa época, como los superhéroes, tiene las de ganar en el mercado. No es de extrañar que, tras el rechazo visceral que se produjo en los 90 a todo lo que tuviera que ver con los 80, desde 1997 se vive un revival que ha llegado ser más largo que la propia década.
Todavía sigue dando guerra y el motivo es obvio, los nostálgicos de esos años, los que lo vivieron, son consumidores con poder adquisitivo. Más, al menos, que las nuevas generaciones. Por estos motivos, fundamentalmente, la matraca que se da con nuestras chorradas es infernal. Ahora viene una mini-serie sobre las Spice Girls. Suerte con ello, pero seguro que su impacto no va a tener nada que hacer al lado de, por ejemplo, el estreno de Indiana Jones 5, el final de la saga tal y como fue originalmente concebida, en cinco entregas en lugar de tres. Prepárese para que todos los pesaos de la EGB discutan si las últimas son mejores o peores que las de su época, cuando todo esto era campo.
Para abrir boca, el estreno se espera para 2023, este año ha salido un libro cargado de munición para esa serie de debates y discusiones. Esas generaciones más preocupadas por el tamaño de la Batcueva que por los metros cuadrados de su propia casa pueden polemizar sobre aspectos de la cultura popular hasta llegar a las manos. En este caso, el libro se titula Tras los pasos de Indiana Jones, y es obra de Salva Rubio, autor de guiones de cómics, como el aclamado El fotógrafo de Mauthausen
o la enciclopedia del metal extremo.
La obra es un enfoque desde todos los puntos de vista a la figura del arqueólogo aventurero y la mitología y simbolismo que rodeaba cada detalle de las películas. Personalmente, la parte más interesante me ha resultado la relativa a los rodajes. Ahora resulta inverosímil que George Lucas se fuera a Hawai para huir del estreno de Star Wars porque pensaba que iba a ser un fracaso que hundiría del todo su carrera. Allí, en la playa, junto a su amigo Steven Spielberg, que venía de rodar Encuentros en la tercera fase, comentaron la posibilidad de llevar al cine un héroe inspirado en lo seriales de los años 30, precursores de las series, que llevaban al público a ver cada semana la siguiente entrega de mediometrajes que concluían en alto con una escena de suspense. Querían, además, una película sin efectos especiales, solo con stunts, para volver al viejo espíritu.
Inicialmente, iba a llamarse Indiana Smith. Así se llamaba el perro de Lucas y así se apellidaban el común de los estadounidenses. Cuando Spielberg se puso con ello, también estaba de bajón. Su comedia 1941 no había funcionado. Ni siquiera lo querían en la productora, pero Lucas insistió a cambio de firmar cuantiosas indemnizaciones si no cumplían con los plazos. Es interesante que para los storyboards, entre otros, estuviera Jim Steranko, famoso por Nick Furia, que fue quien le dio al personaje su célebre estética.
Para darle las réplicas a Indi, en el casting a Karen Allen le preguntaron si sabía escupir. El papel protagonista estaba pensado para el gran Tom Selleck, uno de los bigotes más icónicos de la historia, pero ya tenía todo firmado para rodar la serie Magnum PI que le llevó a lo más alto igualmente. Jeff Bridges también estuvo en la terna, pero rechazó el papel. Pensar ahora en El Nota en busca del Arca Perdida es un descojono máximo. Al final se recurrió a Harrison Ford, aunque Lucas lo hizo a regañadientes, porque no quería que se convirtiera en su actor fetiche, como era De Niro de Scorssesse, explica Rubio.
Los rodajes que se hicieron en La Rochelle fueron con el submarino original de la película Das Boot, que lo alquilaron. En las escenas con serpientes tuvieron problemas con la hija de Stanley Kubrick, que les denunció por maltrato animal. Como no les bastaba con seis mil serpientes, añadieron trozos de manguera por el suelo. Como guió para curiosos, en un relieve, mientras Indy se introduce en unas galerías, aparecen nada menos que R2-D2 y C-3PO, pero la mejor anécdota de todas es la del espadachín. Se supone que iba a ser una pelea entre ambos, pero el actor no se aprendió la coreografía y Spielberg se limitó a decir "Let's shot the fucker" y así salió esa escena inmortal que a veces ha servido para ilustrar el juego de la selección española. En total, la primera entrega de Indy, En busca del Arca Perdida, recaudó 367 millones de dólares y se llevó cuatro Óscar.
Al Templo maldito, la siguiente, graciosamente se llegó de nuevo de bajón. Lucas se había divorciado y le había costado una fortuna. Estaba desprendiéndose de sus empresas y necesitaba liquidez. Spielberg venía mejor esta vez, tras haber triunfado con E.T.. Según explica el autor, que un director de un pelotazo se dignase a dirigir la secuela era muy extraño. Lo normal era considerarlas subproductos, como había pasado en Tiburón, pero por lo que fuera aquí se bajó al barro.
Esta entrega mucho más oscura, con niños esclavizados y una secta que comía sesos de mono. Tanto fue así que, sobre el papel, el guionista del Arca Perdida, Larry Kasdan, se negó a trabajar con material de tan poco gusto. Lucas y Spielberg eligieron a Willard Huyck y Gloria Katz, que ya estaban en el punto de mira del autor de E.T. para rodar el biopic del inventor del váter. Proyecto del que poco sabemos pero que no hubiera estado exento de interés.
Durante el rodaje, Harrison se lesionó con los elefantes, que eran idea suya, y Spielberg tuvo que pedir ayuda telefónica para cambiar el guión sobre la marcha a su amigo John Millius. Al final recaudó 333 millones, pero quedó por debajo de Cazafantasmas y Superdetective en Hollywood. En la oleada moral de aquel entonces del muy moralista pueblo estadounidense, enfilaron la película porque junto a otras como Gremlins ofrecía escenas poco recomendables para los niños -según su mentalidad, a los críos nos encantaban.
De Indiana Jones y la última cruzada son divertidas las negativas constantes de Spielberg a tocar el tema de los fantasmas para no pisarse con la otra saga que producía, Poltergeist. Ahora era él quien afrontaba un caro divorcio y estaba necesitado. Lograron convencer a Sean Connery, no sin hacer de su personaje un tipo más simpático, y se fueron a rodar a Almería y Mallorca. Esta vez, con los bichos, se lo montaron mejor. Compraron mil ratas y las dejaron criar hasta tener cinco mil. La recaudación, sin embargo, no fue tan potente. Hizo 195 millones, pero solo tuvo por delante al Batman de Tim Burton. A continuación, el libro se centra en la serie El joven Indiana Jones, que aquí también vimos por televisión, y el simbolismo de cada objeto que aparece en la saga. Un compendio para fans que ya están en edad de llevar a sus hijos al cine a ver este tipo de películas.