El grito de las Reinas de 2020-2022, Carmen y Gal·la, pone el broche final a una semana marcada por el mal tiempo en una noche en la que la pólvora puso música a los recuerdos de tres cuartos de siglo de Magdalena y de las fiestas de 2020, celebradas por los castellonenses desde sus casas al inicio del confinamiento por la Covid-19
CASTELLÓ. Un Rotllo i Canya salteado por el retumbar cadencioso de la pirotecnia bajó anoche el telón de una Magdalena 2022 que será recordada por la adversidad de la climatología, empeñada en arruinar una edición llamada a ser histórica antes de iniciarse. La excepcionalidad de las primeras fiestas fundacionales desde 2019 sobrevoló anoche la plaza Mayor como lo había hecho durante toda la semana, y se plasmó desde el prólogo del acto-colofón de las celebraciones, un desfile final en el que las comisiones gaiateras echaron el resto con las últimas fuerzas que les quedaban.
Desde el mismo comienzo del Vítol, con la traca final relampagueando ya en las calles y los más osados corriendo tras ella, el público pudo observar cómo desfilaban ante sus ojos, proyectados en la fachada de la Concatedral de Santa María, 77 carteles de Magdalena, incluyendo el de la non nata festividad de hace dos años, que ya adornaba los comercios de la ciudad el fatídico martes 10 de marzo de 2020 en que el virus de la Covid-19 obligó a suspender los festejos. Al ritmo de los éxitos musicales de las diferentes décadas transcurridas, tomó así cuerpo el particular homenaje pendiente al 75 aniversario de aquellas fiestas de 1945 en que la Magdalena, bajo una Junta Central de Festejos presidida por el concejal José Miazza, se convirtió en eje del calendario de los castellonenses.
El final de la traca situó el foco en el balcón del Ayuntamiento, en el mismo lugar que el sábado 19 había servido en improvisado escenario para el canto del Pregó. El haz de luz se posó sobre las reinas Carmen Molina Ramos y Gal·la Calvo Santolaria para que ambas lanzaran sobre la plaza Mayor un enérgico Magdalena que obtuvo la esperada respuesta del Vítol en las gargantas de los congregados. Al instante, un cartel pirotécnico dibujó ambas palabras a las puertas de la iglesia. Era el cierre de los reinados más largos de la historia de las fiestas, que se habían iniciado en 2020. En la penumbra del apartado de fuegos artificiales de la noche brillaba otra mujer: Reyes Martí, de Pirotecnia Martí de Burriana.
Seguidamente, las piedras de Santa María sirvieron como pantalla de tres escenas consecutivas: la primera se abrió con dos minutos de imágenes de actos cuya realización no ha sido posible a causa de la Covid-19, seguidos del recuerdo de las fiestas vividas en la intimidad del hogar en 2020, con el canto del Pregó desde las casas o la Banda Municipal tocando con sus miembros por separado, desde sus casas y por videoconferencia. Todo ello, mecido por una versión del Rotllo i Canya a piano y con unas emotivas palabras de Santiago López, pregonero en 2016 y Gran Maestre de los Caballeros Templarios de Castellón.
La segunda escena evocó en videomapping la construcción de la propia Concatedral de Santa María, como iglesia principal de la ciudad. Línea a línea, perfil a perfil. La tercera y última escena arrancó con la proyección del poema Hivernació de Juanma Velasco, dedicado a la importancia de la luz, clave de las fiestas fundacionales. Seguidamente, fueron apareciendo sobre la fachada las 19 gaiatas de los diferentes sectores, cuya belleza efímera se difuminaba lentamente.
Ya en la fase final del acto se incluyó un sentido homenaje al pueblo ucraniano, actualmente afectado por la invasión del Ejército ruso, a través de la interpretación del ‘Magdalena Festa Plena’ realizada por la Banda de Ucrania en el Festival de Animación y Música de Magdalena (FAMM) en 2017, en la propia plaza Mayor. Sus voces se fundieron al final del acto con el Rotllo i Canya abrochando la noche, mientras los últimos cohetes de la noche alcanzaban los confines de la ciudad. La cuenta atrás para la Magdalena 2023 ha comenzado.