Del ‘nosotros’, con el que excluía a todo el que no compartía su fe tras el asesinato de un sacristán en Algeciras, a la expresión de la ‘gente de bien’, Feijóo ha ido haciendo su círculo de aptos como españoles cada vez más pequeño. En aquel momento dejó claro que un requisito fundamental para ser de los suyos era ser católico. Algo que si somos un poco laxos con los requisitos y aceptamos a los no practicantes o hasta a quienes se santiguan cuando su equipo va a tirar un penalti deja un buen número de gente. Pero ahora ha puesto más difícil la entrada a su comunidad y ha incluido el requisito de ser gente de bien.
Aunque no sepamos exactamente que significa esa expresión, podemos extraer algunas del contexto de debate en el Senado, donde pronunció estas palabras. Parece claro que las personas trans no estaban entre ellas, imagino que tampoco otras a cuya ampliación de derechos se han opuesto en el Tribunal Constitucional. Homosexuales que quieren contraer matrimonio, imagino que con Maroto como excepción que confirma la norma porque se sienta a su lado en el escaño. Mujeres que deciden no ser madres por el motivo que consideren, puesto que ha podido salvarse el derecho al aborto en las últimas semanas gracias a que se ha roto el bloqueo que él mismo había establecido en el Tribunal. También es cierto que seguimos sin saber si esa definición como derecho le gusta, no le gusta o no le permiten que le guste. Tampoco podrían entrar las que son madres solteras por elección, algo que ya se apresuró a ridiculizar el periodista José Luís Torro, que no tengo duda se considera entre los españoles de bien, en su columna de ABC a raíz de la participación de una representante de este colectivo en un acto donde la candidata a la alcaldía Sandra Gómez se comprometía a establecer un pacto por la corresponsabilidad y los cuidados. Ni a priori aquellos que acogen a otros derechos contra los que han votado, empezando por las personas que se divorcian porque debe ser ‘de bien’ amargarse la vida al lado de quien ya no soportas. Porque ya se sabe la frase acababa con un ‘deje de meterse en la vida de los demás’, que quiere decir deje de permitir que los demás no lleven una vida como la mía. Y ojo con romper el pacto de silencio entre la gente fetén, porque puedes acabar como Pablo Casado con el que se queda a comer a escondidas por haberle revelado a los de fuera los secretos de como se comportan los de dentro cuando nadie los vigila. Lógicamente debió ser expulsado del selecto club, donde no se toleran los chivatos.
Y oye, que todos tenemos la tentación de pensar que nuestra vida es la mejor forma de vivir y a Feijóo también debe pasarle. Faltaría más. Ay, esa España donde todos tus amigos se llamaran Cayetano, cada cual contara con un amigo narco con el que pasear en yate o acudiera a celebrar los cumpleaños importantes a una fiesta privada en el Teatro Real. Donde la ‘pijoborroka’ tomara valientemente las calles para oponerse a que la gente de mal usurpen las instituciones, como hicieron aquellos héroes de la calle Salamanca en Pandemia. Paraíso de banderas en la muñeca y cuentas fuera de España. El país de Milana bonita. ¡Qué tiempos aquellos! Con los roles bien marcados, la gente de bien y el resto. Para servirles.
¿Cómo no va a ser un centrista convencido alguien que se expresa en esos términos, si tiene tan claro que el centro y lo bueno son los suyos y el resto somos la periferia?
Y, ¿qué nos queda a la gente de mal? ¡Pues contarnos, que a veces parece que no queremos enterarnos y hacer que se enteren de que somos más!
Si estas indeciso o indecisa, espabila. Qué tenemos a un señor que directamente nos excluye de su definición de país, que desliz tras desliz deja ver su forma de pensar y, sobre todo, nos aclara que no piensa en nosotros. Que encima para postre somos la mayoría, porque su definición de país es muy pequeña y contiene a muy poca gente.
Rebélate contra los que nos intentan convencer de que es la moderación personificada, con el ánimo de que tú persona de mal te abstengas de ir a votar por los que son como tú misma o mismo. Hazlo, porque les encantaría que tu voto no contara lo mismo que el suyo. Algo así como que un voto de los buenos contara por un puñado de los malos o que directamente los malos no pudieran votar. Y si tú te crees que estoy exagerando, date cuenta de que ha sido siempre así excepto en los últimos cuarenta años y períodos breves de la historia que ya se encargaron de liquidar las personas de bien de cada época. Y que como ahora no pueden se sienten satisfechos cada vez que ven que en las últimas elecciones municipales de València en la Gran Vía votó un 30% más de gente que en la Fuensanta. Es su misión cumplida, aunque sea porque tú decides no ir. Ya que, otra característica de la gente de bien es que no falla nunca a su cita con las urnas, el único que puede faltar eres tú.
Por eso, amigas y amigos yo os propongo una coalición de la gente de mal y afines, en la que nos integremos todas y todos los que no somos gente de bien y también aquellos que pudiendo serlo no sean clasistas, ni busquen excluir al resto. Ya sabéis, familias trabajadoras de las que no tenemos la desgracia de pagar impuesto de patrimonio, mujeres que deciden sobre su cuerpo y su vida, todo aquel que no comparta credo con el señor Feijóo, personas que deciden amar y vivir como les dé la gana, progresistas en general… y el día que pasan lista, también conocido como día de las elecciones, todas y todos vamos y votamos por los nuestros.
Veréis que cara se le queda.