Tras años dedicado al doblaje de películas de animación, el actor de Resacón en Las Vegas protagoniza su primera película dramática
VALÈNCIA. De primeras, resulta irreconocible. Rostro despejado, gafas de pasta XL, pelo anodino y peinado hacia atrás, trajes de chaqueta en rosa, calabaza y azul con accesorios extravagantes como botas de serpiente, pañuelo y bastón. Para su debut dramático, Zach Galifianakis (North Wilkesboro, Carolina del Norte, Estados Unidos, 1969) se ha deshecho del vello facial y el vestuario informal inherentes a las comedias gamberras y los monólogos que siempre ha protagonizado. Los responsables del cambio de registro y el apego reciente a la maquinilla de afeitar son la hija mediana de Al Gore, Kristin Gore, y el cantante de OK Go, Damian Kulash, que para su ópera prima como directores han ficcionado el auge y caída de Ty Warner, protagonista de una de las burbujas económicas más insospechadas de la historia. A partir de una serie de estrategias de marketing basadas en la limitación deliberada de la producción y la distribución, el empresario de Chicago consiguió convertir un juguete infantil en un inusitado producto para coleccionistas. A partir del 28 de julio, La fiebre de los peluches Beanie revela en Apple TV+ las razones por las que unos muñecos de animales del tamaño de la palma de la mano y un relleno pobre de bolitas de PVC causaron un furor similar a los tulipanes holandeses en el siglo XVII, las hipotecas subprime, las criptomonedas o las puntocom.
- En los últimos tiempos te has dedicado principalmente al doblaje. ¿Qué tenía este proyecto para que decidieras volver frente a la cámara?
- Hay veces en que leo un guión y me digo a mí mismo que no sé cómo encarar el personaje. Ese pensamiento me asaltó al terminarme este. Era complicado. Pero después de darle vueltas, caí en que sentir temor ya era una buena razón para interpretar a Ty Warner. Además, los directores son amigos míos y unas personas muy inteligentes que me pedían ser más dramático de lo que estoy acostumbrado.
- ¿Qué dificultades te ha supuesto el cambio al registro dramático?
- Tiene sus peculiaridades, pero resulta más fácil que hacer reír, porque todos podemos estar de acuerdo en lo que es triste, pero no en lo que resulta gracioso.
- Ty pasó de ser un emprendedor afable a un monstruo codicioso. ¿Has entendido los motivos tras este cambio de personalidad?
- Su motivación está clara, pero intuyo que ocultaba algo: no quería hacer frente a su pasado, que había sido difícil. Además, había un fuerte componente de ego. Es un personaje interesante, porque cayó en la trampa del capitalismo, que consiste en no dar importancia a los costes en lo personal mientras ganes dinero. Era rico, pero su alma era pobre.
- No existen demasiadas entrevistas ni videos sobre él. ¿Cómo creaste tu propia versión?
- Me basé en el libro The Great Beanie Baby Bubble: Mass Delusion and the Dark Side of Cute, de Zac Bissonnette, pero como comentas había muy poco en lo que inspirarme para emular sus rasgos de personalidad, sus tics, su voz... El único video que encontré era básicamente sobre su entrada y salida de los tribunales. El vestuario fue realmente útil. No se ve a mucha gente usando trajes rosas de tres piezas, lo que me llevaba a pensar que tenía confianza en sí mismo. No obstante, me interesaba más reproducir su esencia que sus manierismos. Los gestos hablan muy poco de su personalidad. Lo relevante es saber que era un tipo capitalista en los noventa que empezó a enloquecer por las ansias de poder y de codicia.
- ¿Qué es lo que más te apena de su biografía?
- En Ty había una verdadera desesperación por su falta de conexión con la gente. Su mayor motivación era el billete de dólar, así que era incapaz de abrir su corazón a otras personas. Creo que era un ser humano atrofiado en lo emocional, lo que imprimía un elemento triste y decepcionante a su vida.
- La película detalla la creación de su imperio con la ayuda de tres mujeres a las que mantuvo en la sombra, ¿cómo resuena en los Estados Unidos actuales?
- En los años noventa hubo un montón de historias de este tipo, negocios de gran éxito impulsados por la pulsión de ser el número uno. La cultura americana promueve una codicia ultracapitalista a partir de promesas extrañas. Hoy en día estamos en un momento en el que hay más multimillonarios que entonces, así que no hemos aprendido la lección, en todo caso, empeorado. De forma que esta película funciona como el canario en la mina de carbón, es una advertencia, especialmente para los trabajadores a los que no se les da ningún crédito. Habitualmente es un tipo blanco que no reconoce que en la construcción de su negocio no estuvo solo, sino que fue el producto del trabajo de muchas otras personas. Por suerte, hoy en día todos somos conscientes de que el éxito empresarial no es un logro individual. Esta película funciona como una alerta contra estos maníacos del ego y a lo que te arriesgas si te metes en la cama con ellos. Este tipo de personas han existido desde siempre. No quiero ponerme político, pero miro a alguien como Trump y me resulta desconcertante. ¿Cómo puede haber llegado a ser un hombre de negocios?¿Qué imbéciles han podido respaldar a un hombre así? Cuando veo a gente así, con trastorno de personalidad narcisista, salgo corriendo. Con 53 años soy capaz de detectarlos. Y en Hollywood, abundan.
- Al ir cumpliendo años, Ty se convirtió en un adicto a la cirugía estética. ¿De qué manera resuena en ti esta vulnerabilidad basada en la obsesión por el físico, tan presente en tu propia industria?
- La cirugía plástica está ligada al deseo de aferrarse a la juventud. Tengo arrugas, mi cara se descuelga... tendré que hacer algo para frenarlo. Tan simple como eso. Es una preocupación en el mundo capitalista en el que transcurre la historia. No ves muchos granjeros preocupados por la cirugía estética. Es la compañía que te rodea, el veneno que nos vendemos unos a otros. No debes envejecer y ser sabio, sino lucir como un maniquí monstruoso. Yo prefiero al anciano y a la anciana con las huellas del tiempo presentes en su cara, con historias que contar. Pero en la industria en la que trabajo, tanto mujeres como hombres vivimos bajo la presión de la imagen.
- Hemos hablado de la cara B del sueño americano, de la cirugía plástica como un veneno compartido y de la ambición ciega por el poder. De las lecciones que contiene esta película, ¿cuál querrías que fuera la que dejara un mayor poso?
- Que aquellos que aspiran a ser líderes empresariales tengan cuidado con la gente para la que trabajan, porque muchas veces no están interesados en apoyarte, sino en su objetivo final. Especialmente si eres una mujer.
- ¿Qué hay de ti, qué coleccionabas de adolescente?
- Dios, esto es vergonzoso: envoltorios de dulces. Los iba guardando dentro de una biblia. No sé porqué pensé que darían dinero algún día. No tiene sentido. También coleccionaba cromos de baloncesto y de fútbol, y chapas sin ningún valor. Era un acumulador de mierda.
- Por cierto, ¿qué es lo que te había mantenido alejado de la pantalla?
- No fue algo muy consciente. Me convertí en padre y me volqué en mis dos hijos. Luego nos golpeó la pandemia, no había mucha actuación, pero si trabajo de doblaje, que además me gusta mucho. Y voy a ser honesto contigo, también estaba tratando de averiguar si quería seguir actuando, pero he descubierto que es lo único que se me da bien. No tengo otras habilidades y coleccionar chapas tampoco da dinero (risas).
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto