Mitin de cierre de campaña de Ciudadanos en València (Fotos: EDUARDO MANZANA)
Mitin de cierre de campaña de Ciudadanos en València (Fotos: EDUARDO MANZANA)
Mitin de cierre de campaña de Ciudadanos en València (Fotos: EDUARDO MANZANA)
VALENCIA. "Sois muy grandes", "sois los verdaderos héroes", "este es el partido de los valientes", "aquí se respira ilusión, victoria, ganas. Aquí se respira España". Para cerrar su campaña electoral, Ciudadanos optó este viernes por una sesión colectiva de coaching motivacional en el antiguo cauce del Túria.
Durante el encuentro, se combinaron los halagos a los potenciales votantes (como siempre con una obsesión casi enfermiza por los autónomos) con el amor arrebatado por ESPAÑA. España, España, España hasta donde alcance la vista. Así, por encima de cualquier otro asunto, la cohesión territorial fue la estrella de un evento en el que Rivera reivindicó su partido como "el único proyecto que une a todos los españoles".
¿El PP? ¿Qué es el PP? Salvo alguna referencia muy puntual, el Partido Popular estuvo completamente ausente del mitin. No existe, no me consta, no aparece en los registros ninguna entidad que responda a esas siglas. Y cuarto y mitad de lo mismo con Vox. Aquí el rival a batir era Sánchez, al que se atacó por todos los flancos posibles, especialmente por, a ver si lo adivináis... CATALUÑA, ¡sí! Ante la derecha de toda la vida y los ultras recién llegados, Ciudadanos trata de vender gallardía y espíritu ganador; intenta mantener la autoestima de los suyos bien arriba. España, España, España, España. Golpes de pecho por España, todo el mundo en la formación naranja adora a España, ¿de acuerdo?
Si nos fijamos en la asistencia, ¿podemos de hablar de un fracaso estrepitoso, de una hecatombe terrible? No. ¿Los futuros cantares de gesta recordarán este cierre de campaña como un acontecimiento decisivo? Pues hombre, tampoco. Ciudadanos salva los muebles, pero no desborda ni de casualidad. Definitivamente, el mitin de este viernes no fue su Woodstock.
El público, obediente, respondía con unísonos "Síiiii", "Nooooo", "Presidente, Presidente" y demás consignas básicas cuando el momento así lo requería, pero no cundió el frenesí ni el entusiasmo arrollador. Si Rivera buscaba un baño de masas ciudadaners, no lo encontró en València. Al menos, en su condición de amado líder, ganó la carrera amistosa en la que participaron los miembros del partido durante la mañana en el río. Ese triunfo que se lleva, oye.
La escenografía estaba dominada por banderas de España y Europa, cero avistamientos de emblemas autonómicos. Como si el domingo no se decidiera quién va a encabezar la Generalitat. Nada, aquí el mensaje que se ondea al viento está claro: España, España, España... y España.
Eso sí, un food truck situado a la entrada del recinto ofrece zumo de naranja a los asistentes bajo el cartel "Por el campo. Toni Cantó". La valencianidad exprimida en un vaso, bébetelo pronto, que se le van las vitaminas. Respecto a los destinatarios de ese jugo cítrico, el público emplazado frente al Palau de la Música, primó la transversalidad generacional: familias con niños; grupetes de amigos treintañeros de esos de "máquina, campeón, copita de balón"; matrimonios entrados en canas... Todos amando a España.
Llegado el momento de iniciar el acto, la cantante que ejercía como telonera musical comenzó a entonar... We will rock you, de Queen. Posiblemente, el himno más manoseado y polivalente de la historia de las celebraciones multitudinarias. Te sirve para todo, de bodas a cenas de empresa; de estadios de fútbol al bolo de la Orquesta Arco Iris en las fiestas patronales de Peralejos de las Truchas. Nada dice mejor "ilusión" que una canción reutilizada millones de veces. Tras el homenaje a Freddie Mercury salió a escena el periodista Albert Castillón, quien ejerció de maestro de ceremonias con su voz engolada y sus ademanes de galán de la postguerra.
Estrenó el carrusel de intervenciones la cabeza de lista al Congreso por València, María Muñoz, quien realizó un profundo análisis de la idiosincrasia local y sus aristas: "Somos una gente a la que, además de comer paella y vivir muy bien en la costa, nos gusta el esfuerzo y nos ilusionamos". Toma ya el estudio sociológico. Es más, metida en terreno arrocil, nombró como simpaticón ejemplo de esfuerzo valenciano que "hasta que no logramos incluir el emoticono de la paella en Whatsapp no paramos". La gesta identitaria definitiva, ¡chúpate esa, Joan Fuster!
Tras ella, llegó el turno a la candidata Inés Arrimadas, que, una vez más, demostró que le sobra capacidad de oratoria. Eso sí, se empeñó en recordar que esta campaña va "de Sánchez o Rivera" y a ver quién se atreve a darle el chasco y decirle que va a ser que no. En este jueguecito de contraponer al socialista con el líder de ciudadanos, señaló que el primero "rompe todo lo que toca" y el segundo "no se acompleja de ser español". Y au.
Con Arrimadas comenzó también a galopar el coaching más desatado, a sobre de azúcar con frase de Paulo Coehlo. Así, la candidata al Congreso por Barcelona apuntó a que en su papeleta iba a meter "todas las veces que me han dicho que algo era imposible de conseguir y con esfuerzo lo hemos acabado logrado". Ya sabes, puedes lograr todo lo que te propongas etc. Si eso no destila aroma a libro que se vende en la sección de autoayuda, que baje Dios y lo vea.
Y entonces subió al escenario el exabogado del Estado, Edmundo Bal, quien se mostró más entusiasmado que si hubiera ido a divertirse a El Hormiguero. "Me habéis convertido en una estrella de rock", comentó antes de citar a Mick Jagger y Mark Knopfler (quizás si Calamaro no hubiera confesado sus simpatías por Vox, también entraría en su selección). Tras ser destituido por el Gobierno por querer acusar de rebelión a los líderes del procés, Bal va cuarto en la lista por Madrid y se ha reconvertido en showman hiperactivo. Prueba de ello es que en el cierre de campaña lo gozó locamente quemando tarima, claro, tantos años preparándote unas oposiciones y al final el cuerpo, en cuanto puede, te pide marcha.
Tras él llegó el candidato a la Generalitat, Toni Cantó, quien, como ya sabemos, tiene tablas de sobra. Acumula experiencia hablando en público, y se nota: el tono, los gestos, el movimiento por el escenario... A pesar de ello, su discurso fue el sota, caballo y rey de su campaña electoral; lo que se espera de un mitin al uso, qué le vamos a hacer. "Voy a bajaros a todos los impuestos, que ya está bien", "voy a eliminar duplicidades y recortar listas de espera" y Ximo Puig "os ha quitado la libertad de lengua en la que educar a vuestros hijos" fueron de las frases más celebradas por el personal. Eso, y las irrenunciables referencias a Otegui y Torra, por supuestísimo. ¡Ah! Y a Mónica Oltra por, entre otras cosas, "montar una mini TV3".
Finalizado el speech del candidato valenciano, apareció en escena el líder supremo. Nada más comenzar su intervención, a Albert Rivera le falló el micro. ¿Lo oyen? Es el silencio. Solucionados los problemas técnicos, comenzaron las soflamas: "A mí me emocionan la libertad y la valentía", explicó solemnísimo el líder de la formación naranja, quien mantiene ese aire de agente inmobiliario apunto de ofrecerte un adosado con piscina y pista de pádel comunitaria a un precio muy competitivo. O una multipropiedad en Moraira, una oportunidad buenísima.
Servidora estaba esperando que en algún momento desplegara el mercadillo de cachivaches que ha mostrado en los últimos debates, pero nada de nada, no hubo suerte. Ni un mísero marquito sacó, mi gozo en un pozo. Lo que sí incluyó, además de su fervor por esta piel de toro que habitamos, fueron sus greatest hits: habló del sentido común, del esfuerzo, de apostar por los autónomos, recordó que él es "catalán y español" (un dato que solamente ha mencionado en unas 450.000 ocasiones anteriores)... Lanzó también su clásico "Estoy harto de que nos dividan en rojos y azules, en hombres y mujeres". Hubo, además, hueco para la imprescindible metáfora deportiva: "En la globalización no se empata, es como el gol de oro"; y para la bromita de macho alfa al comentar que para cambiar España "hay que tener un par de (pausa dramática) razones". Muy elegante todo.
Por si había alguna duda, Rivera quiere ser "el presidente de todos los españoles". Y así lo repitió machaconamente. Una y otra y otra y otra y otra vez. España, España; bandera, bandera. "A los saparatistas, ni agua". El catalán (y español, sí, ya lo sé) acabó su sesión de coaching colectivo explicando al personal que él es "uno de los vuestros, un ciudadano español más. Tuve la suerte de nacer en España". Uno di noi. Y nada, se hizo de noche, empezó a sonar la música ambiental y la gente se dirigió tranquilamente a la salida. Ale, a casa, que refresca. De nuevo, sin euforia desmedida ni aplausos y vítores atronadores. Durante el mitin, algunos de los asistentes alzaban carteles con el lema "Está pasando". Y, no es por querer aguarle la fiesta a nadie, pero, a tenor de lo visto anoche en los Jardines del Túria, no parece que esté pasando tanto.