En Las edades de la Rata (Salamandra, 2020), Martín López Lam teje un relato poliédrico sobre migración, raíces, memoria, comunidad y el papel que juega el azar en la existencia.
VALÈNCIA. La búsqueda de una identidad que parece siempre difusa, el desarraigo que brota de la migración, la construcción del recuerdo a través de las sagas familiares, la buena o mala fortuna que azota implacable a los seres humanos. Estas son algunas de las premisas atraviesan la novela gráfica Las edades de la Rata, de Martín López Lam (Salamandra Graphic 2020). “Eran temas que tenía pendientes en mí mismo, yo llegué a València desde Perú en 2003, desde entonces he vivido aquí. Y después de 17 años en la ciudad, volvía a mí recurrentemente esa idea de qué tanto de mí sigue siendo limeño y qué otro tanto se ha vuelto valenciano. Este libro era una forma de intentar responder a esta pregunta”, apunta el autor. En ese sentido, recalca la doble alma del libro, pues, por una parte, “surge de un pensamiento muy personal, pero también un escenario para plantear distintos relatos sobre la migración y la identidad, de cómo construimos una identidad colectiva o nacional a partir de una identidad familiar, a partir de esa memoria íntima”. Así, en este volumen publicado el pasado mes de marzo son las microhistorias domésticas, las vivencias de una existencia cotidiana, las que permiten esbozar una narración mucho más amplia y transversal que condense las pulsiones de una época y unas coordenadas geográficas concretas”.
Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic 2019, López Lam cimienta esta obra en dos ejes narrativos: la trayectoria vital de Manuela en el Perú de la primera mitad del siglo XX y la de Isidoro, emigrante limeño y frustrado aspirante a escritor que trata de sobrevivir en Roma en 2016. Personajes, latitudes y calendarios que se entrelazan y se bifurcan a golpe de viñeta. “Trabajé ambas tramas en paralelo. Cada una venía de un sitio diferente: la primera parte, la de Manuela, está inspirada en historias que me contaban mi abuela y mi madre de pequeño y la segunda, la de Roma, en anécdotas y noticias que he ido encontrando en estos años -apunta López Lam (Perú, 1981) -. He ido intercalando las dos líneas a través de saltos en el tiempo porque creo que era una forma coherente de conseguir y mantener el ritmo dela narración”.
Pero, al contrario de muchos relatos sobre el abandono del hogar, aquí la migración no se presenta como un movimiento unidireccional y restringido a unos parámetros temporales y geográficos concretos, sino como un proceso en constante evolución en el que un país de acogida puede convertirse en territorio del que marcharse cuando las condiciones económicas o políticas hacen que la existencia se vuelva irrespirable. Así, los personajes viajan de China a Perú y de ahí a España, Italia, Canadá… La rueda no cesa. “Dentro de ese flujo de movimientos generacionales, es interesante destacar cómo la llegada de nuevos habitantes puede influir en las costumbres de ese lugar. Los aportes que vienen de fueran contribuyen a la construcción de la sociedad. Hablo de Perú, pero también de España, de cómo muchos españoles tras la Guerra Civil se fueron a México o Argentina e influyeron mucho en la cultura de allí”, explica López Lam. Así, en Las edades de la rata muestran una realidad migrante que no es monolítica ni unidimensional, sino compleja, poliédrica, rebosante de matices y recovecos. “Yo soy migrante, mis abuelos fueron migrantes…así que intento hablar desde dentro de esa experiencia. Me interesaba abordar ese tema, pero desde una óptica muy familiar no desde una visión aséptica y distante”, resalta el cofundador de Tenderete, festival de autoedición gráfica.
Pero más allá de este relato sobre la supervivencia a través del tiempo y el espacio, esta novela gráfica es también un juego de espejos a base de referencias culturales. Así, López Lam recoge aquí algunos de los tropos del realismo mágico, como los fantasmas que visitan a sus seres queridos en mitad de la cotidianeidad, y los presenta en clave paródica, burlona. “Es mi manera de desmitificar un poco esa corriente. Por otro lado, es un movimiento tan conocido que constituye un punto de partida para la narración ya que ayuda a que el lector se sitúe en un marco discursivo concreto”, Indica el autor de volúmenes como Parte de todo esto (Edicions de Ponent) y Sirio (Fulgencio Pimentel).
Poetas que no publican sus supuestas creaciones, travesías interminables en búsqueda de un personaje esquivo y misterioso, bajos fondos, malditismo, … Un momento… ¿alguien ha dicho Roberto Bolaño? Y es que en Las edades de la rata resuenan ecos de las atmósferas que pueblan la prosa del autor chileno. “Al igual que sucede con el realismo mágico, la figura de Bolaño también es un tópico compartido por muchos escritores jóvenes latinoamericanos, así que decidí incluir ese guiño”, explica López Lam sobre la influencia de ese creador y su novela Los detectives salvajes. Y entre proyectores cinematográficos en pueblos remotos y delincuentes de medio pelo, las páginas de López Lam acogen a ratas, gatos, perros o garzas desperdigados entre las viñetas. Animales que adoptan un rol simbólico y sugestivo. “Quería introducir características de fábula y de lo fantástico, por eso la fauna tiene cierta significancia. De hecho, todo este cómic está construido a manera de fábula, la estructura de los capítulos remite a los cuentos. Todos los elementos no humanos que he empleado, desde las aves a las plantas o los paisajes cuentan con un peso simbólico”, expone.
Otro de los ingredientes que hilvana esta novela es la suerte, a veces presente bajo la máscara del éxito, otras, con la de la fatalidad. En ese sentido, López Lam se declara rotundamente “a favor de dejar actuar al azar y a la improvisación, a dejar que la vida siga su curso. Yo puedo publicar un libro, pero una vez sale al mercado, ese libro tendrá un recorrido propio, tendrá una repercusión y un acercamiento a los lectores que yo no puedo controlar. Por muchas explicaciones o entrevistas que conceda, el autor no puede determinar la trayectoria que va a seguir su libro”. Además, desde un punto de vista creativo, el responsable de Ediciones Valientes señala que le gusta recurrir al azar porque permite al lector “la libertad de ser él quien termina el relato según sus intuiciones o experiencias”.
En esta búsqueda del estímulo simbólico se afianza también un estilo gráfico que bucea en lo emocional, que tira de entrañas. Aquí se ilustra con las tripas, no hay hueco para el bonitismo de Pinterest. “No soy un dibujante hiperrealista, me gusta lo brusco y trabajar con colores intensos. Es un lenguaje con el que estoy familiarizado y con el que me siento cómodo. Intento huir de la línea clara y los preciosismos, es un tipo de estética que no siento mía”, defiende el ilustrador, que cuenta con Jaime Hernández y Andrea Bruno entre sus principales referencias. Una carencia por la visceralidad cromática que encuentra su eco en un argumento crudo, en el que a pesar de hablar de sagas familiares y recuerdos no hay un regodeo en la nostalgia ni una idealización del pasado. “No sé qué vino primero, si la historia más dura o el dibujo feo. Creo que van de la mano- sostiene López Lam-. No me interesaba dar una imagen edulcorada de la migración o el desarraigo: los personajes tienen un problema de identidad y son de escalas sociales bajas, pero no hay una romantización de la miseria o de lo vulgar”. Edificar los relatos personales y colectivos pasa, en ocasiones, por asumir también sus vertientes menos almibaradas. La realidad siempre tiene manchas.
Las primas Tamaki han publicado su tercera novela gráfica. El relato de un viaje entre amigas. Una historia sencilla, pero que está cargada de tal cantidad de mensajes sutiles y gestos simbólicos o elocuentes que es complicado que no cause un impacto profundo. Es algo que ya ocurrió en sus obras anteriores, marcadas por la búsqueda de la identidad de adolescentes que se niegan a someterse a la Ley del más popular
Es uno de los mejores cómics aparecidos en los últimos diez años. En 2014 se publicó el primer tomo y en 2023, el último. Se trata de la autobiografía del autor, hijo de un sirio y una francesa, y es caústica, descarnada... No busca ninguna medalla y carece de todo tipo de coartadas ideológicas. Aunque empleé el humor para limar las aristas, se trata de una visión impagable de la Libia de Gadafi, la Siria de Assad y la Francia de Chirac