LA LIBRERÍA

‘Hija de sangre y otros relatos’, historias desde el lado de Octavia E. Butler

Consonni edita por primera vez en español esta colección de siete relatos y dos ensayos de una escritora de ciencia ficción y fantasía no todo lo conocida que debiera por estas tierras.

13/07/2020 - 

VALÈNCIA. Escribir, en la mayoría de ocasiones, más que un premio de la inspiración, es un acto de tenacidad: las buenas ideas, que refulgen en la mente con el brillo de la promesa, luego hay que sentarse, y palabra a palabra, construirlas. Y eso no siempre apetece. Apetecería que la historia se materializase ante nuestros ojos exactamente como querríamos que fuese, que apareciese el icono de un documento brillante en la pantalla y que al leerlo tuviésemos la certeza de que eso, sin duda, es nuestro. Claro que el propio hecho de escribir despierta sensaciones, placeres y sosiegos, pero también altas dosis de frustración, y además, cansa. No es que se cansen los dedos, claro —que puede ser—, pero se cansa el ingenio, y a la idea genial se le comienzan a ver costuras que quizás tengan solución, pero se duda, se duda y se cuestiona, la historia, y uno mismo: ¿será que no valía tanto, que la premisa no era tan buena? ¿O y si sí valía, pero yo no voy a ser capaz de armarla en condiciones? El cementerio está lleno de borradores y primeras páginas impetuosas. Como en casi todo, la inspiración juega un papel escaso. Luego lo que entra en juego es la disciplina, la convicción, las ganas. El oficio. Más la artesanía que el arte. El mirar fijamente la pantalla esperando que llegue un buen arranque al que agarrarse para seguir durante unas cuantas líneas sin respiro a ser posible, para que cuando llegue el despalabramiento, por lo menos, al echar la vista atrás, se puedan ver alejándose unos cuantos párrafos que merezcan la pena, que valgan el enfrentarse no a la legendaria y ñoña hoja en blanco, sino a las distracciones y tentaciones de lo que no es escribir. 

Hay quien tiene muy claro todo esto, es tenaz como nadie, y encima tiene un gran talento. Esas personas admirables tienen nombres, y uno fue el de Octavia E. Butler, mujer negra estadounidense referente indiscutible de la fantasía y la ciencia ficción, a quien no se conoce lo que sería deseable por estas latitudes, pero para subsanar lo cual, Consonni ha publicado Hija de sangre y otros relatos con traducción de Arrate Hidalgo—, una colección de siete cuentos y dos ensayos hasta ahora inédita en español que nos permite conocer por la vía rápida y contundente el universo de ficción de Butler, y también el de no ficción, porque los dos textos ensayísticos que se incluyen, junto al prefacio, dejan clara la concepción butleriana de la literatura y del hecho de escribir. Dice la primera línea de la introducción: “La verdad es que odio escribir relatos. Intentar escribirlos me ha enseñado mucho más sobre la frustración y la desesperación de lo que jamás querría saber [...] Yo soy, en esencia, novelista. Las ideas que más me interesan tienden a ser grandes. Explorarlas lleva más tiempo y espacio de lo que cualquier relato puede abarcar. Y, aun así, de vez en cuando algunos de mis relatos resultan ser relatos de verdad”. No parece falsa modestia: explicaba Butler que muchas de sus ideas para relatos acabaron convertidos en novelas. Afortunadamente, no ha sido el caso de los que componen esta antología, porque nos habríamos perdido la intensidad que llegan a desarrollar contenidos como están en el cuerpo de una historia breve. Decía Butler que le costaba escribir relatos, pero por lo que podemos leer, cuando lo conseguía, lo conseguía por todo lo alto: Hija de sangre es una de esas historias que se convierten en clásicos de la literatura tal y como entran en un libro, independientemente de que así lo considere la academia, sea lo que sea eso, o que se conozcan tanto como El corazón delator. Da lo mismo: la idea —una perturbadora versión del parto con los hombres como protagonistas, “fecundados” por otra raza con la que convivimos en su planeta— es excelente, y la forma de llevarla a cabo, también. 

Hay mucho mirar desde el otro lado en estos relatos de Butler, mucho reverso: el segundo relato lo protagoniza una espantosa enfermedad con origen en los efectos secundarios de una cura para el cáncer, y la condición de ciertas mujeres alumbradas en circunstancias especiales. El tercero y el quinto no se ubican en lo fantástico, pero sí en el lado opuesto de lo que se considera habitual o aceptable. El cuarto nos lleva a un tiempo en el que la humanidad, afectada por un mal de origen desconocido, ha perdido la facultad del lenguaje, o en el mejor de los casos, esta ha quedado gravemente deteriorada: se nos cuenta que algunas personas pueden hablar pero no leer ni escribir, así como otras pueden leer pero no hablar. El sexto, uno de los relatos clave de la antología, a la altura de Hija de sangre, nos obliga a imaginar una invasión extraterrestre sin explosiones ni heroicidades de la resistencia, sino más acorde a lo que sería: podría ser así, y podría ser así también una forma de vida como la que plantea Butler, procedente de otros de los arbóreos caminos de la evolución, que como los de dios, a priori son inescrutables porque dependen de azarosas mutaciones en los genes. De dios precisamente trata el último de los relatos, en el que una mujer recibe una encomienda importantísima del Señor, lo cual, claro, la llena de dudas: no es sencillo mover los hilos hasta confeccionar una utopía al gusto de todos. El universo de posibilidades en la ficción de Butler es muy particular, muy propio: el mundo que vivió la Butler que escribe los dos textos sobre cómo empezó a leer y cómo entendía la profesión de escribir —Birth of a Writer, traducido aquí como Obsesión positiva, y Furor Scribendi— es un mundo, por desgracia, compartido por muchos. Uno en el que se decía que “los negros no pueden ser escritores”, y en el que Butler aún podía afirmar, allá por el ochenta y nueve: “Total, que me gano la vida escribiendo ciencia ficción y fantasía. Por lo que yo sé, sigo siendo la única mujer negra que lo hace”. 


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