Por qué necesitamos una nueva retórica del emprendimiento y apostar por los empleos 3C (cultura, creatividad y cuidados)
Los momentos de emergencia son también momentos de transformación. Nuestra reacción ante la pandemia está marcando la capacidad de la sociedad, y la economía que debería estar a su servicio, para recuperarse. Veremos en el futuro cercano como de exitosos estamos siendo para no desperdiciar este momento y mejorar.
Es normal que, individualmente, seamos escépticos. Pero, a la vez, debemos reconocer que hay debates importantes ahí afuera. Debates constructivos más allá del ruido de la inmediatez y la política de chascarrillos.
Nos jugamos mucho con la distribución y el destino de los fondos europeos para la recuperación. Agotamos las oportunidades para tomar medidas para combatir un cambio climático indiscutible y trabajar por la sostenibilidad sin paliativos. La cuestión de la inclusión, de la reacción al asesinato y al racismo estructural hacia personas negras y asiáticas, a los derechos de las personas trans, es la batalla crucial de esta década. El derecho a la vivienda gana centralidad en un debate donde no sirven los peros. Es difícil negar la relevancia de esas encrucijadas.
Hay quien prevé la posibilidad de unos nuevos locos años veinte, con la vuelta exacerbada a la socialización, una vez superada la pandemia, y una nueva edad de oro del hedonismo. Bienvenidos sean siempre que no sirvan de antesala de lo que fueron las décadas oscuras de los años 30 y 40 del siglo pasado.
Entre esos debates, entre esas encrucijadas, gana protagonismo la cuestión del futuro del trabajo. Como nuestras empresas y nuestra economía van a emerger después de la pandemia y la crisis. Cómo, dónde y en qué sectores trabajaremos. ¿Es la muerte de la oficina de la manera que la conocemos? Quiero compartir algunas ideas sobre la posibilidad de la construcción de ese después. Y creo que necesitamos tres cosas.
1. Una nueva retórica del emprendimiento y el trabajo
Las personas son mucho más que un perfil en LinkedIn. Es deseable que construyamos maneras de definir nuestra identidad alternativas a nuestro curriculum vitae, llenando de significado aquello ‘del trabajo no lo es todo’.
Paralelamente, es importante que diseñemos una nueva retórica sobre el emprendimiento, basado hoy en una meritocracia tramposa y en la auto-explotación. Debemos dignificar el autoempleo —y el emprendimiento más allá de los anglicismos—, reduciendo su precariedad y fomentando la protección y la asociación de los que se embarcan en ello, abriendo oportunidades para todos de contribuir a la economía y dejando de enaltecer falsos mitos de éxito basados en herencias y apellidos.
2. Renta básica universal y semana laboral de 4 días
Es momento también de experimentos públicos y aprendizajes, como la jornada laboral de cuatro días en favor de la conciliación y la inclusión. Deberíamos ser capaces de trabajar menos, aquel que lo desee, para trabajar mejor.
A la vez, mecanismos cómo la renta básica universal pueden garantizar un mínimo sustento por el mero hecho de ser humano, y abrir nuevas oportunidades para el trabajo en condiciones y el desarrollo personal. Los lugares donde se ha implementado ya han generado resultados esperanzadores.
3. Apostar por los sectores 3C: cultura, creatividad y cuidados.
Por último, debemos apostar por los sectores de trabajo, definidos de manera amplia, que sean difícilmente deslocalizables, de también difícil obsolescencia, y que además puedan contribuir a mantener y mejorar el trozo de mundo que habitamos.
Esos sectores son los de las 3C: cultura, creatividad y cuidados. La cultura como gran espacio, del patrimonio a la comida, de las artes a la educación, que se construye sobre nuestra manera de vivir juntos. La creatividad, incluyendo la innovación, la industria y el diseño, que agrupa todos los empleos dirigidos a la mejora de productos, procesos y servicios. Y los cuidados, de la agricultura a la salud y a la sostenibilidad, que incluye todos los trabajos que nos mantienen sanos y vivos.