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16 y 17 de julio

Y el fotoperiodismo se hizo cómic. Ruta con Carlos Spottorno por las viñetas que narran el ahora

15/07/2019 - 

VALÈNCIA. Cómic y periodismo. Periodismo y cómic. Un dúo creativo que lleva años abriéndose hueco en las estanterías de la actualidad a golpe de tinta. Y si esta narración de la vida real a través de viñetas y bocadillos ya estaba dando un resultado satisfactorio, ¿por qué no tratar de sumar a la ecuación la fotografía documental? En esa peripecia se vio inmerso hace unos años el fotoperiodista Carlos Spottorno, autor junto a Guillermo Abril de La Grieta (Astiberri, 2016), un volumen que, a modo de crónica gráfica, narra las vivencias de los refugiados en las distintas fronteras de Europa. La voluntad de sobrevivir al horror, la vida cotidiana en el alambre de la incertidumbre y la indiferencia de un continente ante quienes llaman con desesperación a sus puertas se unen en una obra que navega en aguas muldisciplinares. De todo ello hablará Spottorno del 16 al 17 de julio durante su taller Del fotoreportaje a la crónica gráfica. Fusionar fotografía, escritura y cómic para una narrativa periodística contemporánea, una actividad organizada en La Nau por el Aula de Cómic de la Universitat de València.

Pero empecemos por el principio, el germen de esta forma de contar historia fue una serie de reportajes elaborados por ambos como encargo de El País Semanal. Pero Spottorno y Abril - ganadores del World Press Photo 2015 gracias al cortometraje documental A las puertas de Europa- necesitaban transformar las 25.000 fotos y los 15 cuadernos de notas recopilados para esta misión en algo más. Y ahí surgió la necesidad de explorar nuevas rutas. “Yo había publicado libros de fotografía y quería encontrar un método, un lenguaje, una manera de hacer llegar mis obras a un público más amplio. El grupo de potenciales compradores de fotos es muy pequeño y pensé que había un espacio para mis trabajos entre los lectores de cómics. Me dirijo a personas que quizás no sepan mucho de esta temática y, al introducirla a través de las viñetas es más fácil hacer que se acerquen a ella”, indica.

Eso sí, se apresurar a aclarar Spottorno, en estos proyectos de fotoperiodismo convertido en cómic no hay “un deseo de originalidad, sino de resolver un problema concreto: tenía una historia sobre la migración en Europa y no tenía lectores para ella. Así que mi objetivo era salvar ese obstáculo, construir un puente donde antes no lo había, inventar una solución para llegar al público al que quería llegar”. Nada de ecos a Truman Capote por aquí. En este caso, el puente lleva por título La Grieta y propone un itinerario que va del Gurugú al éxodo de los refugiados de los Balcanes; de las pateras frente a las costas de Libia a la pesadilla hibernal de los refugiados afganos y cameruneses que tratan de atravesar la frontera rusa. Un ensayo periodístico con piel de tebeo y textos de Guillermo Abril en el que se refleja la existencia cotidiana de los desplazados que huyen del horror, los rostros anónimos condenados por una geopolítica inmisericorde. Todo ello sin caer en la solemnidad ni dejarse arrollar por los aludes en forma de datos o el morbo de los detalles macabros. Así lo explica Spottorno: “abordo asuntos de actualidad contados de una manera fácil y atractiva para una audiencia que quiere pasar un rato leyendo. Creo que puedes transmitir una historia de interés político y social, pero presentándola de un modo que entretenga al público”.

Fotografías con alma de viñetas; viñetas con alma fotográfica

Una de las claves fundamentales en esta forma de narrar la información es la transformación de instantáneas ya existentes en viñetas. “Se trataba de coger las fotos y convertirlas en algo que fuera más gráfico”, apunta el creador. Para ellos partía de una premisa básica “darle a toda la historia una unidad cromática, para que se interpretara como un solo corpus, como una única narración”. En el caso de La Grieta, Spottorno optó por un tratamiento cromático “muy extremo, muy fuerte para, por una parte, mantener la naturaleza fotográfica de las imágenes, que no quede duda de que no se trata de una falsa ilustración, sino que las viñetas vienen de unas instantáneas. Pero, al mismo tiempo, con esta técnica también buscaba hacer que las imágenes resultan más planas, con menos profundidad de campo, para que el ojo se deslice por ellas con mayor facilidad y lo interprete como un cómic y no como una fotonovela”. Todo correcto, pero ¿cómo lo ha logrado? Pues a través de una técnica específica de trabajo que ha desarrollado él mismo y que prefiere no desvelar, “no es difícil averiguar cómo replicarla, pero, de momento, prefiero guardármelo para mí y jugar un poco a tener la fórmula secreta. Al principio hice varias pruebas con softwares que están alcance de cualquiera, pero no me gustaba el efecto final. No me resultó fácil a dar con el sistema adecuado y, cuando lo conseguí, sentí que por fin estaba autorizado para seguir adelante con el proyecto”, apunta el fotoperiodista.

Y claro, llegamos a la madre del cordero: el parné. Pues, la innovación creativa exige no solamente recursos técnicos, sino también exprimir el reloj al máximo. “Lo esencial es comprar tiempo para reflexionar e investigar”, apunta Spottorno, quien para este proyecto contó con una beca Leonardo de la Fundación BBVA. “Ahora mismo, nadie tiene tiempo para nada que no sea sobrevivir. Todos los que tratamos de experimentar normalmente lo hacemos en momentos robados a la noche, al fin de semana…Pero esa falta de infraestructuras consolidadas te permite más libertad para probar distintos caminos y poder tomar decisiones arriesgadas. Creo que a veces la creatividad necesita cierto salvajismo, de no tener que estar pidiendo constantemente la aprobación de un comité”.

Frente a la crisis del periodismo, el cómic

Hablar de la crisis del periodismo se ha convertido en un lugar común en las sobremesas de la profesión, frente a ello, Spottorno apuesta por la narración gráfica como una vía con la que revitalizar el sector y oxigenar las fórmulas comunicativas. “Estoy bastante seguro de ello. Después de La Grieta, nos llegaron encargos, por ejemplo, de distintos medios alemanes, entre ellos, una historia sobre Siria que ocupó 26 páginas. Así que, no considero que haya sido un experimento que se quede aquí, sino que tiene futuro y puede adaptarse a muchos formatos ya sea online o en papel porque vemos que el público ha respondido muy positivamente”. Los tiempos contemporáneos exigen otros senderos informativos por los que transcurrir, hay partido.

Por otra parte, en un momento en el que prima la información de usar y tirar, noticias de fast food que en pocas horas ya duermen el sueño de los justos, los proyectos de narración gráfica abren espacio para ritmos más pausados, tanto a la hora de crear el propio producto como a la de acercarse a él. Un trayecto que pasa por sustituir el deseo de engullir por el de la nutrición consciente. “Vivimos en el periodismo de Twitter, de estar actualizados cada 15 minutos. Tenemos mucha información, pero muy fragmentada: pasamos de una historia de los Balcanes a otra de Lampedusa, de ahí a la Inteligencia Artificial o al veganismo… Hemos perdido la costumbre de reflexionar sobre los contenidos que consumimos, no lo digo como una queja, sino como una constatación. En ese sentido, pienso que formatos como el de La Grieta es una vía intermedia: por una parte, vas asimilando los mensajes en pequeñas dosis a través de las viñetas, pero al mismo tiempo hay una continuidad en la obra. Podemos decir que se trata de un continuo fragmentado: no te cansas y acabas metiéndote entre pecho y espalda 170 páginas de información sobre las migraciones casi sin darte cuenta. Pero esto no es mérito mío, es una de las ventajas del cómic en sí, como formato”.

Entre sus referentes en esta alquimia de periodismo y viñetas, el fotoperiodista destaca a Guy Delisle, autor de Pyongyang, cómic sobre Corea del Norte que “aborda grandes temas a través de la experiencia personal. Un simple ser humano que navega por acontecimientos históricos y los observa sin heroicidad”. También surge aquí, Persépolis, la novela gráfica en la que Marjane Satrapi reúne “una serie de acontecimientos históricos muy complejos de una manera que es comprensible”. Pero en el altar reverencial de Spottorno se alza por encima de todos El fotógrafo (Astiberri), obra totémica firmada por Emmanuel Guibert, Didier Lefèvre y Frédéric Lemercier y surgida a partir de las vivencias del propio Lefèvre en Afganistán durante los años 80. Se trata de “uno de los pocos volúmenes editados y con trascendencia internacional que entremezclan cómic y fotografía. Es una práctica más común en el mundo del fanzine, pero no en formato libro. El fotógrafo me dejó huella y tienen en común con Persépolis y con Pyongyang que es un diario, que presenta ese periodismo en primera persona que es fiel a los hechos, que no tergiversacomo el que cultivaba Kapuscinski,”, apunta el creador.

Esa apuesta por contar la realidad desde la propia experiencia se repite también en La Grieta: “Cuando estás hablando de grandes cambios sociales, el hilo conductor es precisamente el narrador, que va acompañando al público de la primera a la última página. Al ser una obra de no ficción, aquí ese narrador es Guillermo, que habla de cómo vamos visitando espacios y conociendo a gente. Eso hace que estemos presentes todo el rato, pero no por búsqueda de protagonismo, sino como método para ir cosiendo una historia con la siguiente”. En este sentido, Spottorno reniega de esa concepción de la comunicación como un escenario aséptico, de objetividad quirúrgica: “el periodismo que no toma posición no existe ni ha existido jamás. Un informe pericial o notarial puede ser aséptico, pero el periodismo no lo es”.

¿Y mañana qué? ¿Hacia dónde apunta la brújula del fotoperiodista? Por el momento, seguir explorando en el lenguaje creativo logrado en La Grieta: “Quiero ahondar en este camino, que parece ser efectivo en sí mismo, y estudiar sus posibles mutaciones. Tenemos un vehículo que funciona, pero eso no implica que no se puedan hacer reinterpretaciones: historias con más o menos imágenes, tratamientos cromáticos distintos… Pero el concepto de trenzar imágenes y texto en distintas proporciones va a permanecer en mi trayectoria, después todo dependerá del puente que deba construir”.

Teniendo en cuenta que es licenciado en Bellas Artes, ¿adoptar el rol de ilustrador es una opción en el horizonte? Pues parece que no: “Ya hay suficientes dibujantes mucho mejores que yo, no hace falta un más no tan bueno. Hace 30 años que dejé de dibujar con continuidad y no veo la necesidad de retomarlo, estoy bien donde estoy”. “Lo que sí podría ocurrir es que haga historias en las que no sea yo quien haga las fotos: estoy pensando en editar y producir historias a partir de las imágenes de otras personas”, apunta. Cambian los formatos, las gamas cromáticas, los encuadres, las palabras; cambia el contexto social, las formas de consumo, el escenario económico…Pero la necesidad de narrar la vida persiste.

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