Hoy es 22 de noviembre

NOTARIOS VISUALES

"Yo fotografío tus saraos": hablan los encargados de retratar la vida cultural valenciana

Conciertos, galas de premios, inauguraciones...Los profesionales de la imagen explican cómo es narrar la ciudad a través de sus eventos

28/10/2019 - 

Quizás no los hayas percibido entre canción y canción en directo; entre saludo a un conocido y atraco a los canapés (gratuitos); entre cuadro y cuadro recién mostrado al público. Pero están allí, cámara en mano, confeccionando su particular retrato de los devenires culturales de València. Son los fotógrafos de eventos, profesionales que dedican gran parte de su vida laboral a dejar constancia, cual invisibles notarios visuales, de exposiciones, performances y otros saraos que pueblan la agenda. Recolectores de instantes congelados. En esta ocasión, toman la palabra para explicar los retos de contarnos a través de sus ojos y hacernos parecer mucho más divertidos, mucho más felices, mucho más interesantes.

Con distintos estilos y aproximaciones a la profesión, hay una constante que vertebra toda la tarea de estos trabajadores: se encuentran presentes, atentos a cada detalle que acontece ante sus ojos, pero sin participar activamente en la actividad que están capturando. Estar sin estar. Uno de ellos responde al nombre artístico de Aníbal ‘dng3r photos’ y cubre con su cámara gran parte de las propuestas que inundan la programación de Rambleta. “Como también soy fotógrafo documental de calle, estoy acostumbrado a trabajar de cazador, por así decirlo. El objetivo es pasar desapercibidos. A mí me gusta conseguir imágenes muy naturales en las que no tenga que intervenir para forzar una situación, eso implica ser casi una sombra”, apunta.  “Ser discreto es esencial para no acabar estropeando tu propio trabajo. Por ejemplo, si estás intentando captar un instante magnético y de repente te ven y te miran, se va al traste el momento”, explica Selen Botto, quien comenzó con la fotografía en su Italia natal y ha continuado con la actividad en València, donde se dedica especialmente al trabajo para salas de conciertos. Si eres asiduo a la música en directo, es más que probable que ya hayas aparecido en sus instantáneas.

“Me parece especialmente interesante hacer fotos de cómo la gente interactúa con las obras de arte y con el espacio: mirar a la gente que está mirando a los cuadros, ejercer de espejo”. La que habla es Eva Máñez, que además de ser una de las fotógrafas de este periódico que estás leyendo ahora mismo, es una de las sospechosas habituales a la hora de retratar festivales como Intramurs, inauguraciones de galerías como Kessler-Battaglia y otras muchas citas del ‘cap i casal’.  Así, a ese rol de ‘sombra’ antes mencionado se le suma el de investigadora que prepara el terreno: “por ejemplo, si en una exposición sabes que un cuadro va a llamar especialmente la atención, te quedas un poquito ahí esperando, porque sabes que en ese punto vas a captar reacciones interesantes. O si es una performance, hablo antes con el artista para saber en qué momentos los espectadores van a poner cara de sorpresa”, indica.

“Esa idea de estar sin estar a mí me satisface bastante porque es una forma de asistir a un evento y poder pulular prestando atención a lo que pasa a tu alrededor. Es como estar entre bambalinas viéndolo todo. Se viven los actos de una forma bastante intensa. Si acudes como público, creo estás en un rol muy diferente, más cerrado”, indica Estrella Jover. En su caso es fotoperiodista (de hecho, si eres lector de Culturplaza, probablemente te suene su firma), pero también cubre eventos para compañías de artes escénicas, inauguraciones de tiendas (con cóctel incluido, claro), festivales o entregas de premios.

El relato, ese término que últimamente triunfa en los discursos políticos, es también una cuestión clave a la hora de salir airoso de una sesión fotográfica: “siempre me pregunto cómo quiero contar lo que está sucediendo ante mis ojos. ¿Empiezo por una anécdota? ¿Hablando del lugar? ¿Cuál es el hilo conductor de estas imágenes? A mí me gusta especialmente recalcar qué tipo de gente hay, transmitir las características de ese público en concreto”, apunta Máñez. “Creo que es importante conocerse a una misma como profesional, saber cómo te comportas tras la cámara. A mí me tira mucho el retrato, tiendo a reunir muchas fotografías de los asistentes, y como soy consciente de ello intento compensar con fotografías de detalles y con plano más amplios para que haya variedad”, indica Violeta Juárez, responsable, entre otros proyectos, de cubrir la agenda cultural de Convent Carmen. En su caso, combina esta profesión con su trabajo como maestra, “vivir de la fotografía es muy, muy complicado. Así que para mí esto es un extra que hago porque me gusta y me hace ilusión”.

Sonríe, que te están enfocando

¿Y qué sucede cuando la sombra se destapa, cuando el público es consciente de que tiene una cámara retratando sus momentos de distensión, euforia o (perdonen el terrible anglicismo que hace furor en ciertas esferas) ‘networking’ entre canapés? ¿Escapamos de la cámara o sobreactuamos para mostrarnos arrolladoramente felices ante el objetivo ajeno? “En muchos conciertos, la gente al ver la cámara se esfuerza para sonreír disimuladamente, pero es obvio que son conscientes de que les están fotografiando y que, en el fondo, están posando. Supongo que es una muestra más de esa cultura del selfie, de mostrarnos siempre felices en redes sociales…”, reflexiona Aníbal. Para Jover, se trata de una cuestión generacional: “me parece que los jóvenes tendemos a sobreactuar un poco más porque somos más conscientes del peso de la imagen”. “Hay gente que está pendiente de que hay un fotógrafo rondando y es imposible que sean naturales, posan, incluso aunque finjan no estar posando. Yo suelo pedirles que no lo hagan, que se comporten si no me hubieran visto”, apunta Juárez.

Una cuestión clave en estos lares: la relación que se establezca con los clientes, con esos espacios y marcas que apoquinan por el trabajo realizado. Como comentan nuestros entrevistados, la mayoría facilitan previamente un brief, un pequeño resumen de qué esperan de la sesión, “normalmente lo que buscan son imágenes que transmitan felicidad, alegría. También te indican lo que no quieren sacar, por ejemplo, si el patrocinador es una marca de productos alcohólicos, debes evitar sacar niños. Y, en general, si aparecen menores te piden que estén siempre de espaldas para evitar problemas legales”, indica Aníbal. “O pueden pedirte si quieren mostrar un público más mayor o más joven, si quieren captar detalles. Cuando son eventos patrocinados, en lo que más insisten es que aparezcan esas marcas…O si saben que van a ir personalidades importantes, esperan que dejes constancia de que han estado allí”, añade Jover. La alternativa, es decir, no contar con unas directrices claras sobre lo que esperan de ti, aunque pudiera parece que te otorga mayor libertad, se convierte a menudo en una trampa: “en alguna ocasión, por falta de comunicación con el cliente, he entregado un trabajo que pensaba que estaba genial y que no respondía para nada a sus expectativas”.

Vicente Jiménez - Gala Premis Arts

Mi evento ha sido un desastre, pero que no se note en las fotos

Llegas a la inauguración de una galería…y hay cuatro gatos. O el concierto está resultando un desastre y los ánimos del público andan por los suelos. ¿Cómo hacer que las fotografías muestren vitalidad si el evento está más bien moribundo? Es ahí donde los profesionales de la imagen tienen que echar a trotar su inventiva. “Ahí tienes que tirar de imaginación, intentar mover a la gente…Todo evento puede dar juego: echas mano de las luces, de la arquitectura. Al final ese es nuestro trabajo, si un cliente ha preparado un acto y le ha salido rana, debes ayudar a que el resultado plasmado sea más positivo”, resalta Jover. “Trabajas para un cliente concreto y se tiene que notar que has puesto cariño en el resultado final, no es simplemente mostrar un hecho”, apunta Vicente Jiménez, quien lleva 30 años dedicado a la fotografía. Su especialidad es retratar la producción escénica sobre las tablas, pero también cubre galas de premios de teatro y estrenos de piezas.

Así que, si la euforia no brota espontánea ante la cámara, toca echar mano de recursos externos. Por ejemplo, Violeta Juárez apuesta por encuadres diferentes, que jueguen con los elementos del contexto, como las hojas de los árboles si es en un espacio al aire libre. “Me encantan los reflejos, así que tiro mucho de espejos y cristales porque dan mucho juego. A veces, también llevo unas reglas de plástico de colores para crear alguna composición interesante”, añade.  Otra opción es solicitar directamente la colaboración del público para intentar darle más vidilla al resultado final: “en esas ocasiones opto por hacer retratos de los asistentes, si es un concierto, con el grupo de fondo tocando. O pido que hagan gestos concretos ante la cámara”, añade Botto.

Parece imposible disociar la fotografía del impulso creativo, de cierta necesidad por captar la realidad desde una mirada personal y diferente. Y surge aquí otro reto para los profesionales del sector: lograr un equilibrio entre sus motivaciones artísticas y las demandas de los clientes. “Intento buscar el lado creativo de cada encargo: de cualquier momento se puede sacar algo interesante”, señala Aníbal. En la misma línea se muestra Jover, “siempre hay margen para la creatividad, de hecho, creo que lo que diferencia a un buen fotógrafo es esa capacidad para poder transmitir algo en tus imágenes, aunque a priori cuentes con pocos recursos visuales. Aunque creo que también sería muy interesante como proyecto creativo reunir todas esas fotos que jamás enviarías a un cliente y montar una compilación de un ‘contraevento’”.

Para Máñez, el mismo acto de empuñar la cámara ya es el inicio de una intervención artística: “considero que en toda fotografía estoy realizando un trabajo creativo, ya que estoy eligiendo una composición, una luz…Siempre hay creatividad en nuestro trabajo. De todas formas, sí que distingo entre los trabajos que hago por encargo para ganarme la vida y los que realizó para mí, a m ritmo y para exponer donde quiero”. Juárez marca aquí el contrapunto, “creo que, si hablamos de cuestiones artísticas, en los eventos estás mucho más limitado que en la fotografía de moda, por ejemplo. Yo intento meter mi toque, pero no siempre es fácil”. Sale aquí a colación un antagonista de la creatividad fotográfica: el photocall, “es un invento que no me gusta nada porque al final es fotografiar a gente agrupada ante una pared…”, resume Jiménez. La próxima vez que apuntes un sarao cultureta en tu calendario, recuerda: hay un cazador de instantes esperándote.

Noticias relacionadas

next