En los años 40, creó junto a Joe Simon al Capitán América, un superhéroe en una época en necesitada de patriotismo. Le siguieron varias cabeceras en las que sus héroes se enfrentaban a los nazis, hasta que le tocó hacerlo a él mismo y fue enviado a Europa a combatir. Sin embargo, al volver, cuando ya había cierta saturación patriótica, mucho antes de revolucionar con Stan Lee el mundo de los superhéroe, Kirby y Simon apostaron por el cómic femenino, las historias románticas para chicas y, de nuevo, vendieron como churros
Durante la posguerra, en España hubo una fuerte industria de tebeo femenino que luego, a finales de los 60, desembocó en las famosas fotonovelas, un éxito tan absoluto como su olvido actualmente. Si algo ha trascendido, es un rechazo general a su cursilería y carga ideológica. En Estados Unidos, el fenómeno fue similar, aunque antes de los años 40 el género ya contaba con buena salud. Tuvo un bajón en la posguerra, pero luego pegó fuerte en los 50 hasta su desaparición a finales de los 70, según Michelle Nolan, autora de Love on the Racks: A history of America Romance Comics, un libro que estudia el género durante tres décadas.
Nolan sitúa el inicio de esta etapa dorada en 1947, que es justo cuando Jack Kirby le dio un volantazo a su entonces incipiente carrera y se puso a trabajar la historieta romántica. En su trayectoria había pasado por las cadenas de montaje de dibujos animados, en su caso trabajando para Popeye, había dibujado tiras cómicas para periódicos y destacó en las historietas de aventuras y ciencia ficción. No obstante, su talento estaba orientado para los superhéroes. Creo al Capitán América junto a Joe Simon a finales de 1940, que llegó a vender más de un millón de copias.
Trabajó en más superhéroes y siguió triunfando con cómics antifascistas que de nuevo vendían millones de copias al año. El ambiente bélico era tal que al final fue él quien acabó en la guerra. Sin embargo, cuando se licenció, a su regreso, el mercado estaba saturado de patriotismo y ardor guerrero. Es ahí donde tuvo ojo para cambiar y lo hizo pasándose a todo lo contrario de lo que había hecho hasta el momento: las historias de amor. El mercado en aquel punto no tenía una orientación definida, las editoriales apostaban por todo lo que vendiese.
El primer número de Young Romance apareció en octubre del 74. Por esas fechas, habían cerrado las agonizantes cabeceras del ramo que habían logrado sobrevivir hasta entonces. Cogió un género prácticamente póstum, lo puso a vender como churros y muchas editoriales no tardaron en imitarlo sacando sus propias series.
Entre los 50 y los 60, Kirby ya empezó a trabajar este género con Stan Lee. Los hombres que años después iba a establecer el gran universo clásico de los superhéroes, también fueron obreros del amor. De hecho, para Nolan, parte del éxito de la mitología Marvel vino de que le dieron una oportunidad al romance en sus épicas historias, algo que hubiera sido imposible de no haberse pasado tantos años en la viñeta romántica.
Trabajó en Young Romance entre 1947 y 1959. En 1954 incluso lanzaron una cabecera nueva, In love, pero según Nolan, no llegaron a tener éxito porque hubo un cambio a partir de 1955, cuando la censura prohibió que en cómics destinados a un público joven aparecieran ciertos crímenes y suicidios. Al margen de esto, tuvieron libertad casi absoluta para exponer conflictos sentimentales surgidos en todo tipo de condiciones sociales, ya que suele ser en la disparidad de estas donde surge el conflicto amoroso del buen melodrama.
Una libertad que si no era total fue porque el conflicto más importante que había en Estados Unidos en la época, el racial, era tabú. Un historia con el molde de Romeo y Julieta, que entrañase amor o relaciones entre negros y blancos no se podía dibujar. En muchos estados, de hecho, estas relaciones y los matrimonios interraciales estaban prohibidos. No hace mucho que se celebró el 50 aniversario de la abolición de esas leyes racistas.
Hay un tomo de Fantagraphics que reúne las mejores historias que aparecieron en Young Romance. Se podría recomendar su lectura desde un punto de vista kitsch, pulp, etc... etc... pero no es el caso. La verdad es que las historias atrapan y entretienen de verdad, sin ningún tipo de coartada y no solo porque en el dibujo, encantador, estén todos los cortes de pelo que se han visto en Malasaña entre 1998 y 2012, sino porque resultan mucho más interesantes que las diatribas entre superhéroes y supervillanos habituales, al menos para un servidor.
Hay también un interés que explica la obra posterior de dibujantes como Daniel Clowes. Muchos de estos relatos podrían estar dibujados por él, con la salvedad de que no omitiría lo que en aquella época no se podía contar. Es así como ha firmado algunas de sus historietas más brillantes.
La que abre el tomo, por ejemplo, titulada "Boy Crazy" (término que se refería a la que coquetea, no concretamente a la calientabraguetas, pero sí que con hombres no puede dejar de estar en actitud de flirteo sin interés por consumar con ellos) cuenta la historia de una chica de 17 años que, porque se aburre, se pone a competir por el hombre con el que su tía aspira a casarse.
Cuando finalmente logra robárselo, él, que es un famoso escritor, debe encerrarse a trabajar. Ella se queda sola, se vuelve a aburrir y no puede evitar llamar a otros hombres para que la saquen de casa. Cuando el escritor se entera, la deja y, al final de la historia, la "Boy Crazy" reconoce que por esa victoria que obtuvo ante su tía nunca imaginó que se iba a quedar soltera toda la vida. El gran drama de los dramas.
Esa crueldad moral con la lolita es de un humor involuntario maravilloso. Otras veces era a la inversa, en The perfect cowboy, una chica de pueblo se encontraba con que su actor favorito llegaba a la ciudad a rodar. En teoría, tenía un medio novio, que era su vecino, pero carecía de glamur alguno. No sabía tratar a una chica, ni cortejarla ni decirle cosas bonitas. Al actor le sobraban tablas, tanto que se lían y le pide matrimonio, pero un ataque de lucidez, la joven pasa del famoso. Corre hacia su vecino, le besa, y le suelta un mensaje a las lectoras: "No había nada de perfección en ese beso, era áspero, ansioso y difícil, pero venia del corazón".
Si luego a los superhéroes les agregó algún romance, en estas historias nunca faltaba acción. Había tiros y peleas también. La moral de la época ya nos la conocemos, pero es apasionante saborearla. A la mujer se le marcaba el matrimonio como objetivo último de su existencia, eso es sabido, y al altar se llegaba a través del enamoramiento. Esta parte es la más fascinante. El cruce de miradas, el momento antes del beso, eran instantes de éxtasis. Droga dura. Las chicas hablan de esos segundos como los heroinómanos del flash de la aguja. Son historietas que dan para pensar, por el pasado, y por comprobar con qué se nos aliena ahora desde la moral dominante y sus medios.