VALÈNCIA. La segunda mitad de los 80 y el principio de los 90 fue una época de gran efervescencia creativa dentro del metal. Se habían agotado las líneas principales surgidas tras la NWOBHM, había surgido el thrash, las influencias se multiplicaron y la variedad de estilos y la aparición de nuevos sub-géneros tuvo un crecimiento exponencial. La inmensa mayoría de todos estos grupos y artistas que arriesgaron negándose a recorrer caminos muy transitados circularon por el underground. Muchos llegaron a grabar y a fichar por sellos, pero pronto desaparecerían por diferentes motivos. Más adelante, otros amortizarían su imaginación y establecerían carreras más duraderas con las ideas de los pioneros.
La cuestión es que, como explica el historiador del arte especializado en metal extremo, Salva Rubio, a raíz del impacto de Nirvana en la música mainstream y antes el éxito masivo de grupos como Guns N'Roses y Metallica, las discográficas prestaron atención a las vanguardias. Si bien era impensable que los grupos citados pudiesen llegar al gran público hasta que lo hicieron, una vez puesta en marcha la maquinaria del dinero, el reto para los ejecutivos estaba en encontrar qué sería lo próximo que podía dar el pelotazo de forma "impensable".
De esta manera, muchos grupos de metal extremo ficharon por grandes sellos, como Carcass por Columbia/Sony, aunque la experiencia no fuese del todo satisfactoria. Mientras tanto, en España, el metal extremo permaneció durante toda la década en sus limitados circuitos, pero si hubo un grupo que logró llevar su propuesta más allá, ese fue Ktulu. El año pasado apareció un documental de Nico Aguerre, Ktulu: Regreso al sótano, que ahora está disponible en Filmin, que narra toda su trayectoria y ayuda a entender perfectamente el fenómeno.
El motivo de la grabación está en la reunión por el 30 aniversario del grupo. Este encuentro entre viejos amigos, ya sin asperezas, es lo que más minutos ocupa. Personalmente, habría preferido que se fuese más al detalle del principio, de la vida en Hospitalet, y de cómo unos chavales de esas calles sacan adelante un grupo. Cómo llegó el metal a sus vidas y cómo lo interpretaron para llegar a un estilo que, en el momento en el que lo ejecutaron, era vanguardia en todo el mundo.
En 1995, el grupo de Los Angeles Fear Factory lanzó Demanufacture. En 1996, Sepultura, Roots. Hubo muchos más discos, pero estos dos concretamente configuraron el gusto de miles de nuevos aficionados al metal. Cuando se produjo esa ola, Ktulu era el grupo español mejor situado para surfearla. Aunque su puesta de largo respondió a un fenómeno local. Ya había ocurrid antes y fue gracias a la película El día de la bestia. El proyecto de Álex de la Iglesia fue multimedia en el sentido de que se publicó en cómic en El Víbora y apareció junto a una recopilación. Ktulu eran los que llevaban la voz cantante en ese disco y vendió posiblemente más de cincuenta mil copias.
Habían el hecho el tema Apocalipsis 25D ex profeso para la película. Es impresionante que la canción fuese realizada corriendo y deprisa y, de forma prácticamente espontánea, sampleada con la película El Exorcista. El acierto es total, es un hit en toda regla y es normal que el director tuviera un flechazo con ella nada más oírla. En el film, en la escena en la que el cura, Álex Angulo, entraba en la antigua tienda Hard Vinyl a comprar discos de "música satánica", el inolvidable personaje de Santiago Segura era la canción que le ponía. Ktulu ya llevaban desde los 80 en una trayectoria ascendente, pero aquello les catapultó.
Como explica el guitarrista Jorge Cabrera, en un concierto en Madrid en la sala Revolver, César Strawberry, de Def Con Dos, se llevó al A&R de DRO/Warner y ahí se decidió que ficharían. De todos los grupos que estaban haciendo metal extremo en aquellos años, el ejecutivo dice en el documental que ellos eran los que tenían un sonido más "unificado" y la mayor "actitud".
Con esta discográfica grabaron Confrontación con la producción del danés Jan Borsing, procedente un país cuyo estilo de metal extremo le pegaba muy bien a Ktulu. Fueron años de tocar mucho en directo, de por fin poder vivir del grupo, pero cuando ya lo habían conseguido, llegó la discrepancia interna, que no tuvo nada de novedoso.
Unos miembros del grupo querían evolucionar hacia un sonido más asequible, menos extremo, y otros querían mantener la línea dura. La disputa acabó partiéndolos en dos. Ktulu por un lado y Freak XXI por otro. La escisión sacó un disco en Bruto, subsello de DRO que llevaban Def Con Dos, de donde salieron Narco, pero se quedó en dos discos. Mientras, en Ktulu, Cabrera cuenta cómo terminó agotándose de la vida de gira en gira hasta un punto en el que le fue imposible seguir.
Aunque falta un poco de profundidad en la música que hacían y en el porqué y las influencias que tenían, hay momentos interesantes, por lo expresivo, como cuando Jorge explica que después de dejar el grupo, no podía tocar la guitarra. Sentía un bloqueo, como que era el propio instrumento el que le rechazaba a él por haberle abandonado. También es reseñable lo obvio. Cuando explican que la música profesional llega un momento en el que deja meses de ingresos mínimos, que hay que vivir prácticamente en una furgoneta para que rente y que es incompatible con un hogar, con pasar los treinta y tener que comprarse una casa y formar una familia, etc...
Otro aspecto que no se toca también es realmente interesante, el castellano. En aquellos años especialmente, todo lo que llegaba del underground era en inglés, hasta el pop del Xixon Sound. En unas declaraciones en Metalli-KO explicaron que ese no iba a ser su caso. Aquella entrevista llamaba la atención porque ya tenían una madurez que marcaba la diferencia. Sostenían que un grupo tenía que comunicarse con su audiencia y para eso tenían que ser entendidos. Ese público se lo supo reconocer, aunque luego las discrepancias artísticas, inherentes a todas las propuestas extremas que tuvieron continuidad, dejaran tocado y en declive a Ktulu.